—Melissa — resonó su voz profunda y suave — ¿Todo bien?
—Hoy salí con Laura, fuimos a un club. — me senté en silencio, sin comprender el rumbo de la conversación. —Entonces, una canción empezó a sonar, evocando recuerdos contigo.
—Supongo que fue una canción de Quevedo — podría jurar que estaba sonriendo.
—Sí, ahora cada vez que la escucho, me acuerdo de ti.
—Lo mismo me sucede cuando escucho una de tus canciones. ¿Y cuál sería esa canción?
—Némesis — susurré.
—No me gusta esa canción — soltó con pesar.
—¿Por qué?
—Porque trata sobre alguien que perdió. No quiero que una canción así te recuerde a mí. Deberíamos tener una canción mejor.
—Bueno, ¿cuál debería ser nuestra canción entonces? — pregunté con una sonrisa en el rostro.
Podía imaginar cómo Pedri soltaba una pequeña risa; sabía que estaba sonriendo al teléfono aunque no pudiera verlo.
—Melissa, ¿estás borracha? — preguntó, evitando responder a mi pregunta.
—Tal vez.
—¿Por qué no llamaste a Pablo?
Me quedé en silencio, sin tener una respuesta. Escuché cómo Pedri se reía.
—¿Te molesta que haya llamado?
—No. Puedes llamarme borracha cuando quieras. Deja que el alcohol me diga todas las cosas que no dirás sobria. —Silencio. —Tal vez es bueno que no deba manejar en estado de ebriedad.
Mi corazón era el que hablaba, mi cerebro había decidido desconectarse.
—¿Por qué?
—Porque si pudiera manejar, no podría prometer que no estaría en la puerta de tu casa ahora mismo.
Antes de que Pedri pudiera responder, escuché un golpe en su puerta. Era su hermano.
—Buenas noches, Melissa — dijo el pelinegro algo derrotado, cortando la llamada.
Me quedé dormida con su voz resonando una y otra vez en mi cabeza. "Deja que el alcohol me diga todas las cosas que no dirás sobria". Sonreí al darme cuenta de que sin el alcohol, quizás no habría marcado su número.
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