Devil in My Arms︱INUYASHA

𝟬𝟬𝟳. el malvado sesshomaru

Cuando Tsubasa abre los ojos, se encuentra completamente envuelta en una profunda niebla y solo ve blanco. La asfixia, casi como si la niebla intentara tragarla entera hasta borrarla por completo de la existencia. Le duelen los ojos por todo el blanco. Mirarlo le hace sentir como si estuviera sola en la nada. Su mente lucha para encontrar mil descripciones diferentes para plasmarla, pero no hay nada que realmente pueda describir. Cada pensamiento que tiene parece ruidoso y expuesto, al igual que cada movimiento que hace en el silencio que la envuelve. Tal vez la niebla está de algún modo en su interior, tal como ella se para en la niebla.

Al no tener otra opción, Tsubasa sólo puede seguir adelante. La niebla se hace cada vez más espesa a medida que se adentra más. Tal vez este extraño lugar es una forma de recuperarse después de la batalla con Yura, pero no puede decirlo. Sabe que está teniendo otra visión, pero se está volviendo difícil, negándose a decirle la respuesta que busca. Todo parece bastante real, aunque siente como si hubiera una presencia constante a su alrededor. Le resulta familiar, pero no sabe decir a quién pertenece. Al ver que la niebla empieza a desaparecer, acelera el paso; sin embargo, la vista ante sus ojos es lo suficientemente impactante como para hacerla congelarse en el acto.

Ante ella hay un esqueleto gigante de alguna criatura, sentado entre las montañas escarpadas. La niebla se desliza alrededor del esqueleto en todas direcciones, pasando por Tsubasa.

'¿Qué es este lugar...?' Tsubasa decide acercarse al esqueleto, y es más grande de lo que parece en lugar de mirarlo a lo lejos. Esta criatura debe ser al menos más grande que un rascacielos, lo cual es bastante horroroso cuando lo piensa. Sin embargo, se da cuenta de que hay una entrada por la que puede caminar, y contempla esa decisión ya que piensa que caminar por el cadáver de alguien sería considerado de mala educación. Incluso piensa en alejarse para encontrar una salida a esta visión cuando se detiene, un sudor frío rueda por su mejilla al notar una presencia poderosa que se cierne sobre ella, susurrándole algo al oído.

—¿Qué? ¿Qué es? —habla la fémina, pero los susurros cesan y el viento acaricia suavemente su mejilla, aparentemente tratando de atraerla hacia el esqueleto. Cuando mira de dónde vino, lo encuentra bloqueado por un mar de niebla, casi como si la instara a buscar la presencia que la llama. Al ver que en realidad no tiene muchas opciones en este momento, camina hacia los restos de huesos.

Tsubasa no puede hacer nada más que seguir los susurros que la guían, hasta que finalmente se detiene justo cuando terminan. Sus ojos se ensanchan tan pronto como aterrizan en una vieja y maltratada katana incrustada en el suelo. Cuando se acerca lentamente, los susurros se vuelven más fuertes, como si quisieran que agarrase el arma.

No está segura de esto, pero su cuerpo se mueve por sí solo y casi la asusta cuando no tiene control. Observa cómo su mano se extiende, estira sus dedos hacia afuera y empuja el mango de la espada justo cuando una luz brillante estalla al tocarla, tragándola por completo Levanta los brazos para proteger sus ojos de la luz cegadora, y si entrecierra los ojos lo suficiente, ve débilmente algo negro brillando en medio de la blancura, con una familiar túnica roja enrollada alrededor.

—¿Qué es eso? —Tsubasa no tiene tiempo de reconocer su forma cuando la luz se desvanece, al igual que la negrura brillante y la túnica roja, cuando la katana que tocó de repente se transforma. Es una espada de gran tamaño más grande que ella, la cruceta se convirtió en un gran parche de pelo similar al de un perro. Está asombrada, encantada por el aura que desprende. Puede decir que esta espada es extremadamente poderosa y también cálida y gentil, como el abrazo de un amante. Tsubasa no puede apartar sus ojos ni puede resistirse a tocarla mientras extiende sus dedos...

Un fuerte aullido estalla en el aire, sacando a Tsubasa de su trance mientras se gira. Justo delante, aterriza un gigante perro plateado. Sus patas besan el suelo con ligereza, hay hostilidad en su mirada. Ella permanece quieta, porque si se mueve, el perro podría arrancarle la cabeza de un mordisco. Respira lentamente y el tiempo se ralentiza.