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Carta I

Quiero evitar que te des cuenta de que quiero darte mi corazón pero que no puedo dejarte entrar en él. Y no entiendo por qué. Si te doy mi cuerpo, mi tiempo, si dejo que me hagas a tu medida, ¿te querré como tú a mí? ¿O tú también finges quererme? Intento escucharte y creerme que no la ves a ella en mis ojos y no la buscas en mi sonrisa o en mi cariño. Y vuelvo a intentar quererte y  llenar el vacío que hay entre y dentro de los dos.


Carta II

Te encuentro en todos lados. Te encuentro en las mañanas cuando abro los ojos y recuerdo haber soñado contigo a pesar de que ya no recuerdo tu voz; te encuentro en mi armario entre la ropa que nunca recogiste; en las canciones que nunca te dediqué y en cada puente en el que paso. Eres como la sombra que me persigue a donde quiera que vaya, que se oculta cuando me doy la vuelta pero sé que existe porque el sol sigue cayendo sobre ti y sobre mí. 

Luego hay días o semanas en las que no te pienso ni por un segundo. Es entonces cuando consigo dejar de odiarte, cuando mi olvido te perdona y deja ir las secuelas que me dejaste. Y me gustaría borrarte de mi memoria siempre, porque de ese modo estaríamos equiparados: te vendrías a mi cabeza tanto como yo a la tuya (nada)

Pero dejaste una marca que no sé cómo borrar. A veces me imagino cómo hubieran sido sus ojos o su pelo y me dan ganas de pedirte que me lo devuelvas a pesar de que se perdió para siempre; o me repito una y otra vez que el concepto de mí, de lo que soy, no es una mentira y que lo que me hiciste no me define. Me pregunto a menudo qué fue aquello tan horrible que tuve que hacer para que desgarraras todo lo que una vez amaste de mí y no dejaras más que un reflejo de lo que fuí. Que te llevaras todo lo que pudiste y me despreciaras como si estuviera sucia. ¿O fuiste tú quién me ensució? Te permití pasear en cada rincón, poseer cuanto quisieras y destrozar si con ello eras feliz, sin importar si me desangraba, si dejaba de respirar o no podía sentir ninguna emoción.

Pensé que cuanto más me sacrificara o me rompiera solo para ti estaría más cerca de lograr que dejaras de odiarme. Porque decías amarme, pero me odiabas. Odiabas cada parte de mí solo porque te odiabas a ti mismo. Una vez más dañaste lo que más cerca estaba de ti y huiste de las consecuencias para evitar enfrentarte a lo que eres. Te tienes tanto miedo a ti mismo que no eres feliz y no te dejarás serlo ni a nadie ni nada que se acerque a ti.


Carta III

No estoy segura de si te quiero o te quise. Representas todo lo que busco y quiero y aún así hay dos partes dentro de mí: la que no puede parar de pensar que cometí el error de perderte y la que no quiere tenerte de vuelta porque me aterra pensar que todo lo que sentí no era más que una mentira. No quiero volverte una posesión ni una idealización. Y por eso cada vez que te veo sonriéndole me alegro de que alguien te pueda dar lo que yo no podré.

SilenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora