Prólogo

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No sé que hago acá... lo intento y lo intento pero él sigue indiferente, deshonesto, violento. 

Ya lo pasé antes, ya fui testigo, pero siempre quise una familia completa, siempre aposté por esto. 

Se esconde en el baño y escucho el sonido del celular... mensaje tras mensaje.

Hace algunos meses decidí seguir mi sueño, lo que no logré apenas cumplí la mayoría de edad quizás lo pueda conseguir ahora. 

Tengo mi casa, mis hijas, mi marido... todo está establecido gracias a mi esfuerzo, es hora de intentar ser un poco más feliz, cumplir otro proyecto además de los tantos que he tenido.

Pero claro, tal como advirtió mi madre, que aunque dura siempre fue sabia, algunos hombres no soportan que queramos algo más allá de ellos.

Ay mamá! Lo estoy viviendo en carne propia y hasta me da terror confesarlo.

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Recibí la llamada cuatro meses después de que todo cayó por su peso. Ahora no podía darme por vencida. Era lo que esperaba y lo que llevó finalmente a que las cosas sean como son...

Tragué mi orgullo y no sólo le conté que había quedado para Gran Hermano, sino que le pedí que cuidase a nuestras hijas mientras yo estaba en la casa. Para mi sorpresa lo tomó bien y accedió sin demasiado reproche. Su media sonrisa me dio escalofríos, pero como estaba sensible y a la defensiva en el último tiempo, respiré profundo y decidí creer que aún había algo de cariño y respeto dentro suyo.

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Todo es vertiginoso, entro al piso, me recibe Santiago con una abrazo grande, me subo al auto y en menos de cinco minutos estoy abriendo la puerta a mi nueva vida. Lo que no sabía era que iba a encontrar mucho más de lo que estaba buscando.

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