Capítulo 1

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𝙵𝚘𝚛𝚔𝚜, 𝚆𝚊𝚜𝚑𝚒𝚗𝚐𝚝𝚘𝚗
𝙰𝚗̃𝚘 2009




La soledad no es algo ajeno a mi vida, la mayoría del tiempo estaba sola y estaba completa y perfectamente acostumbrada a eso, vivía en compañía de animales y árboles. Con la música que el viento hacía al chocar contra las hojas de los árboles y el canto de los pájaros e insectos que habitaban junto conmigo en aquel lugar. Sentir la perfecta tierra mojada entre mis dedos y disfrutar del agua de la lluvia y los ríos con tranquilidad.
Nunca tuve un lugar al cuál pertenecer realmente, no tenía una casa, pero tenía un hogar: El bosque.
Nací para estar y crecer aquí, pero más importante, nací para cuidarlo.
Las cosas materiales no me hacían falta, pero aún así sabía de ellas de las tantas veces en las que había espiado a los humanos sin que estos se enteraran. La curiosidad siempre ha sido grande.

Y algunas cuántas veces pecaba en salir a recorrer cuanto quisiera, porque, de todos modos, nadie me vería a menos que yo así lo quisiera.
Eramos maestros en cuanto a la ocultación.

Por eso podría ser perfectamente llamada chismosa en este momento. Los grandes lobos cambiadores de la tribu quileute corrían entre los árboles con tanta agilidad y velocidad que siempre era entretenido verlo, en esos momentos podía sentir como casi quedaba olvidada su parte humana y se dejaban llevar por la naturaleza. Por el espíritu lobuno que corría dentro de ellos cuál magia. Oh, aquellos seres tan enormes, cuanta suerte tenían.

Había uno más pequeño que el resto, de pelaje grisáceo, mas delgada y claramente más veloz, debía ser una chica teniendo en cuenta su tamaño, pues los hombres quileute que podían cambiar eran enormes, realmente enormes, y en consecuencia, sus lobos también lo eran. El lobo grisáceo parecía extasiada, casi presumida de la velocidad que podía alcanzar, como si lo restregara en la cara de los otros.

Me fui moviendo junto con ellos. Quizá se me podía comparar con el viento, prácticamente se podría decir que era parte de aquel bosque, yo podría hacer lo que quisiese, moverme con la tranquilidad y rapidez que me hiciera sentir más cómoda.
Ellos se encontraban en aquella casa de nuevo. Algo que siempre me resultaba interesante, conviviendo con aquellos por los que se vieron obligados a cambiar, las vueltas que llega a dar la vida son impresionantes. El chico más alto era el que estaba más familiarizado con ellos, en especial con aquella chica de dudosa naturaleza, mitad humana, mitad vampiro.

Ah, era muy curiosa, realmente muy curiosa. Ni siquiera debería estar ahí en primer lugar.

El joven de rostro juvenil y el otro fueron los únicos que volvieron a su forma, el lobo grisáceo no lo hizo, solo se quedó observando, era la única que aún lucía algo incómoda, pobrecilla. Dando una última mirada me levanté de la rama que me sostenía, agradecí y seguí mi camino a donde debería estar esa noche. Porque después de todo, hoy era luna llena.








𝙻𝚎𝚊𝚑 𝙲𝚕𝚎𝚊𝚛𝚠𝚊𝚝𝚎𝚛

Un día más de mierda como los anteriores días de mierda. ¿Realmente estaban todos tan felices? ¿Era una egoísta si sentía envidia de todos ellos? Todos parecían tan felices.

¿Por qué era yo la única estancada?

—Leah, ¿vas a venir? —la voz de Amy sonó tan cerca de mí que me dio un pequeño susto, supongo que realmente estaba desconcentrada.

—Vamos, Leah, tienes que acompañarnos —apoyó Seth, pasó su brazo sobre los hombros de Amy y le sonrió tan calidamente que se me revolvió el estómago. Incluso mi hermano de 17 años había encontrado a su impronta y lucía tan feliz. Pero que no se llegue a malinterpretar, me alegraba por él, Amy era realmente encantadora.

Deidades del Bosque || Leah Clearwater Donde viven las historias. Descúbrelo ahora