Capitulo 23

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Después de casi siete horas de vuelo, en las

que en algún momento he pasado miedo debido al

mal tiempo, llego a mi destino. Al contrario que en

la ida, esta vez no me tomé las pastillita para

dormir.

No porque no la necesitara, sino que se me

olvido cogerla y, tuve que aguantar todo el viaje

los ronquidos del señor que estaba sentado a mi

lado y, morirme de la envidia por verle dormir tan

plácidamente. Bendito sueño el de ese señor, que

ni las turbulencias fueron capaces de despertarlo.

Debido a la tormenta que nos acompañó la

mayor parte del tiempo, llego a Mahattan con algo

de retraso. Solo espero que este inconveniente, no

le suponga ningún problema a mi amiga Dairene.

Bajo del avión y voy directamente a la cinta por la

que saldrá mi maleta. Empiezo a impacientarme alver que pasan los minutos y la muy puñetera no

aparece. Era lo que me faltaba, que mi maleta se

hubiera extraviado. Veinte minutos después de

estar allí mirando como una gilipollas viendo salir

las de todo el mundo, por fin, aparece la mía.

Menos mal, estaba empezando a temer tener que ir

a poner una reclamación. Con lo que se alargan

esas cosas, ¡por Dios! Saco la maleta de la cinta y

me encamino a la puerta donde he quedado con mi

amiga. Hay demasiada gente y no consigo verla

por ninguna parte. Cuando llego a la puerta en

cuestión, saco el móvil del bolso y lo enciendo.

No vaya a ser que se le haya complicado el poder

venir a buscarme y me haya enviado un mensaje

avisándome de ello.

Pero no. Ni mensajes, ni llamadas, ni nada.

Empiezo a ponerme nerviosa por qué no se que

hacer. Si esperar un poco más, o coger un taxi e

irme a mi casa. La llamo, pero tiene el teléfono

apagado o fuera de cobertura, ¿habrá pasado algo?

Decido esperar media hora más por si las moscas.

No vaya a ser que yo me vaya por un lado y ella

entre por el otro y ni nos veamos.Estoy mirando al fondo de la gigantesca sala

porque me parece haberla visto en uno de los

mostradores de información, cuando una mano se

posa con delicadeza en mi hombro. No necesito

darme la vuelta para saber a quién pertenece. Lo

sé de sobra. El calor que ha recorrido mi cuerpo al

sentir su tacto y, el cosquilleo en mi estómago, no

deja lugar a dudas. Es él...

Me giro y, le miro. ¡Por favor! ¿Cómo puede

Reina De Corazones (Lust #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora