N podré ir a tu fiesta -le dijo Carlos a la mujer que estaba recostada sobre la cama mientras se ponía la chaqueta del traje con la fluida elegancia que caracterizaba todos sus movimientos.
-Por favor... te lo ruego... -cubierta tan sólo por un albornoz de seda color turquesa, Tania Benson dio un salto y envolvió el cuello de Carlos con sus brazos, usando su esbelto cuerpo de supermodelo como un arma letal de persuasión-. Quiero que estés allí.
-Nada de ataduras- le recordó Carlos, irritado por su insistencia. Su relación tenía una naturaleza muy simple. No era exclusiva, ya que frecuentemente pasaban meses sin verse. Sólo veía a Tania cuando iba a París o Bruselas. Como complemento de Tania, Carlos disfrutaba también de la compañía de una rubia islandesa en Nueva York y una voluptuosa modelo rusa en Londres.
-Ésta es la primera vez que te pido un favor -protestó la pelirroja poniendo mala cara.
Carlos se encogió de hombros. La chica no tenía que habérselo pedido. Con lo que le daba, Carlos ya era suficientemente generoso con ella. Por otro lado, Tania sabía cómo estaban las cosas tan bien como él.
-¡Tampoco pudiste venir el año pasado!
-Tengo otra cita -su tono era frío y entrecortado.
Carlos entraba y salía de su vida según le venía en gana. Sin dar explicaciones ni excusas. Así había sido el acuerdo entre ambos. Carlos no deseaba otra cosa.Y mucho menos la idea de que lo exhibieran como un trofeo en alguna fiesta de celebridades. Sería una indiscreción, ya que su simple aparición en cualquier fiesta de postín era garantía de fotos y comentario en las columnas de chismoseo de las revistas del corazón. Carlos admitió con nostalgia que no siempre le había importado tanto la atención pública que su vida atraía.
-Sé a qué cita te refieres... -furiosa por la manera en que la habían rechazado, Tania lo miró con el ceño fruncido.
-La limusina está esperando -entrecerró sus oscuros ojos, sus hermosos rasgos quedaron, de repente, rígidos e impasibles.
-Es su cumpleaños, ¿no es así? El cumpleaños de tu esposa -le espetó Tania.
-Tengo que irme -la brillante mirada de Carlos guardaba una reservada frialdad. Se limpió con la mano su abrigo de cachemira y se dirigió hacia la puerta.
-Vi una foto suya en una revista. Llevaba puesto un gorro de lana y unas horribles botas de agua estampadas con flores. Tenía un conejo en los brazos... ¿Cómo es posible que la prefieras a ella? -sollozó Tania melodramáticamente.
Pálido de furia bajo su broncínea piel, Carlos se demoró el tiempo suficiente para advertirle de que su relación había acabado y que no la visitaría jamás. Con un destello tormentoso en su fría mirada, entró en la limusina. Las botas de flores habían sido uno de los pocos regalos con éxito que había conseguido hacer a su esposa. ¿Cómo se atrevía Tania a reírse de ella? Nunca hablaba de Amor con nadie, ni siquiera con su familia. Pero el estado de su matrimonio despertaba bastante curiosidad. Después de todo, llevaba casado casi ocho años y durante la mayor parte de ese período de tiempo había vivido lejos de ella.
Sorprendentemente, el tiempo había hecho poco por borrar de su memoria el recuerdo de su desastrosa boda. Cuando recordaba el comportamiento que había tenido al final de la fiesta, se apoderaba de él una sensación de culpabilidad totalmente ajena a su naturaleza. Raramente se permitía pensar en ello: no se arreglaba nada haciéndolo. Había tenido que aceptar el que Amor se negara a discutir el asunto. Nada más podía hacerse. Por un lado, ella se había negado a escuchar siquiera las explicaciones de Carlos o a aceptar sus disculpas; por otro, él era demasiado orgulloso como para admitir que no recordaba nada de lo que había ocurrido durante la noche de bodas. Naturalmente, su falta de memoria le había causado cierta preocupación. ¿Había caído tan bajo como para hacer pagar a Liv en la cama por la injusticia de la que él se sentía víctima? ¿Había tratado a Liv con brusquedad?
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Dinastía Española
Любовные романыTERMINADA ---------------------------------------------ADAPTACIÓN--------------------------------------------------------------------- Hacía ya ocho años que Liv se había visto obligada a casarse con Carlos Sainz, pero siempre habían vivido separado...