Con la ayuda de Dottie, Liv dispuso en un confortable lugar las cestas para sus perros más viejos, Sooty y Minnie, y los hizo quedarse allí, puesto que el cocinero había dejado bien claro que no le entusiasmaba tener ningún tipo de animal de cuatro patas en sus dominios.
Dottie se puso a la defensiva sintiendo simpatía por Liv.
-Señora, Oakmere es su casa. ¡Debería decirle a ese chef marisabidillo que se aguante con los perros!
-La cocina es su territorio y gracias a Dios que lo es, porque yo odio cocinar -le recordó Liv-. No a todo el mundo tiene por qué gustarle los animales. Liv nunca había vivido sin una pareja de perros a sus pies. Y sin embargo era consciente de que Carlos había crecido sin mascotas y no estaba acostumbrado a vivir con ellas. Dottie se marchó. Liv tenía ganas de explorar la casa y ver cómo marchaban las obras de remodelación, pero se estaba haciendo demasiado tarde. Embarrada todavía y más que cansada por la tarea de dar agua y alimento a los animales, se apresuró escaleras arriba para tomar una ducha y cambiarse antes de la cena. Se sentía increíblemente fatigada y pensó que quizá iba siendo hora de pasar por una revisión médica. Después de todo, se recordó, su ciclo menstrual se había alterado, lo cual no era normal en ella.
Veinte minutos después, Liv salió del baño envuelta en una toalla y con el pelo aún húmedo peinado hacia atrás. Carlos la esperaba de pie, mirando a través del ventanal de la habitación. Los ojos de Liv se encendieron: ansiaba contarle lo bien que había funcionado el refugio de animales durante su ausencia. Pero cuando Carlos se dio la vuelta, Liv percibió el enfado de su mirada y el estómago le dio un vuelco.
-¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? -le dijo.
En respuesta a su pregunta, Carlos lanzó a sus pies la lámina de píldoras. Liv tragó saliva y apretó los labios sin esconder su sentimiento de culpa. -Cariño...
-¿Eso es todo lo que tienes que decirme? -contraatacó Carlos.
-Esas píldoras estaban en mi bolso -Liv evitó la pregunta-. ¿Cómo las has encontrado?-Tropecé con tu bolso al salir del coche y se cayeron
Con las mejillas al rojo vivo, Liv intentó seguir evitando la confrontación. -Ya había decidido dejar de tomarlas -dijo después de tomar aliento.
-¿Y se puede saber cuándo tomaste esa decisión?
Liv se ruborizó porque sabía que su respuesta no le iba a causar la menor impresión. -Anoche-
-¿Cuándo decidiste tomar anticonceptivos? -el gesto ceñudo de Carlos seguía sin desaparecer.
-Nuestra primera vez-dijo liv.
-Así que has estado mintiéndome desde el momento en que empezamos a vivir como marido y mujer.
Liv se encogió pero intentó defenderse:
-Es una forma muy exagerada de decirlo...
-¿Y cómo te gustaría que lo dijese? -la profunda voz de Carlos tenía un tono peligrosamente tranquilo.-Como si fuese una cosa del pasado.
-Eso no me importa.
-Pues debería importarte porque tomé esa decisión en el pasado, no ahora.-Lo que importa es la confianza que sentía por ti -le deletreó Carlos.
-Sí, pero las circunstancias...
-No cuentan -Carlos no se rendía-. Deberías haberme dicho que estabas usando métodos anticonceptivos. Es algo que deberíamos haber discutido entre los dos. Pero tú no querías, ¿verdad? Preferiste hacerlo a mis espaldas y engañarme.Liv podía sentir cómo contenía la rabia. Lo notaba en la rigidez de su cuerpo, en el resplandor de sus ojos, en la prominencia de sus mejillas. Quería gritar por la frustración. Todo había sido tan maravilloso, tan perfecto; el futuro, tan prometedor. No tenía porqué haber sabido que estaba tomando esas malditas píldoras. ¿Por qué no se había deshecho de la evidencia cuando aún estaba a tiempo?
ESTÁS LEYENDO
Dinastía Española
RomanceTERMINADA ---------------------------------------------ADAPTACIÓN--------------------------------------------------------------------- Hacía ya ocho años que Liv se había visto obligada a casarse con Carlos Sainz, pero siempre habían vivido separado...