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Saiko reía disimuladamente mientras observaba la cara de fastidio de Shikamaru ante su madre, misma que regaña a su pequeño hijo por su falta de actividad física. Está ya común escena fue desencadenada ante la negativa del Nara a la invitación de su amiga a ir al parque y jugar con ella.
—Te he dicho muchas veces que no estar durmiendo todo el día no le hará ningún favor a tu cuerpo. Acompaña a Saiko y ni se te ocurra intentar escaparte porque me enteraré—declaró la mujer, cerrando cualquier espacio a debate.
Y así, Shikamaru se dirigió hacia la sala donde Saiko lo esperaba sonriente. Perezosamente le indicó la salida.
—Hubiera sido más sencillo que aceptaras desde el momento en que te pregunté —dijo la niña.
—Eres una molestia —refunfuñó.
Saiko solo río. Ella mejor que nadie conocía a su amigo y su carácter, pero no podía evitar querer hacerlo disfrutar y reír, después de todos aún eran unos niños y la infancia de los shinobis no era muy larga, así que debían aprovechar los momentos en donde podrían comportarse inmadura mente y olvidarse de cualquier preocupación.
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Saiko respiraba agitadamente, su corazón golpeaba fuertemente dentro de su pecho; la situación era peligrosa, se encontraba en lo que debía ser una misión de rango B que consistía en trasladar documentos cuya información era valiosa para Konoha, no tenían mucha idea del contenido de este pero debía ser una misión tranquila.
Y así fue hasta que estaban de regreso a la aldea. Repentinamente una gran explosión los hizo casi salir volando, de no ser porque Saiko de reojo notó el explosivo, indicando a sus compañeros que debían alejarse.
Rápidamente localizó alrededor de diez ninjas que podrían ser renegados. Maldijo entre dientes, dirigió la vista a sus compañeros notando que Nagi, uno de los miembros del equipo sostenía su sangrante brazo producto de la explosión.
Todo ocurrió muy rápido, indicó el modelo de ataque, lucharon, no supo mucho, estaba como en piloto automático y repentinamente su vista se nubló.
