Lo Peor De Mí

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La felicidad reinaba en la familia de Refugio Chavero y todos sus seres queridos. La vida   de Cuquita había tenido un cambio drástico desde la muerte de su hijo mayor y del que fue su marido por diez años, para después tener una nueva etapa en su vida.

Ahora, cinco años después desde que celebraron su primer aniversario de bodas, Cuquita ahora estaba más que feliz con la vida que tenía, siempre rodeada de amor, de cariño, una vida tranquila donde tenía muchas personas para dar amor y recibir amor de estas, pero quién vino para sellar y complementar la vida de Cuquita y Don Veduras fue su única hija en común, Valentina, ella significaba mucho para ambos, no era para menos, su llegada fue inesperada y con justo tiempo.

Si hablamos de los dos hijos de Cuquita, bueno... ellos lograron seguir con su vida, superándose en todas sus facetas. Con Mundo ejerciendo como doctor tenía ahora su propio consultorio, sus dos hijos con Lucero, Emma y Manuelito. Lucero había crecido con su emprendimiento junto a Leonarda. Respecto a Nachito, ahora era todo un hombre hecho y derecho con su esposa Eréndira y su pequeñito Ignacio, nombrado igual que su papá.

Fernanda había logrado forjar su relación con Germán, teniendo su apoyo único para criar juntos a Patricio.

Refugio, como abuela, era la más feliz, sus nietos eran gran alegría para su vida. A decir verdad, la familia, por el momento, estaba llena de niños.

Actualmente, los negocios de Don Verduras y sus inversiones en diferentes empresas iban de viento en popa, como buen empresario que era pero aquella particularidad la mantenía muy en privado, solo Refugio, como su esposa y él sabían sus verdaderas ganancias. Cuquita trabajaba por gusto, pues Don Verduras le brindó aquella solvencia económica tanto para ella como para su hija, si Refugio quería podía trabajar, pero no era necesario.

Vivían en la misma casa, donde ha crecido Valentina rodeada de amor por Petita y María, donde ellas han visto a la pequeñita como su hermana menor. Eso sí, Petita aún demanda exclusividad de preferencia con Refugio, para ella seguía siendo la favorita de Refugio.

Aunque Refugio siempre negaba tal cosa, todos recibían amor por igual.

Petita, toda una jovencita en sus quince años, donde tenía un novio, estudiaba y sacaba buenas calificaciones, su relación con Olga era buena y agradable y no descartamos que la travesura seguía en ella.

El matrimonio entre Refugio y Juan Carlos era más más maduro, había mucha complicidad, su día a día era una constante luna de miel. Obviamente, tenían sus desacuerdos pero nada que una platica entre ellos lo arreglara.

Hasta el día de hoy, Refugio era su incondicional, siempre sentía el apoyo de su mujer en todo, sus consejos, su sabiduría, su amor, su ternura, su belleza, disfrutaba hablar con ella, llevarla a pasear, dejar que ella fuera libre haciendo lo que le gustaba, dormir con ella era su parte favorita del día, sin Refugio su vida no era la misma, ya no sabía vivir sin ella.

Era un viernes en el mercado, una mañana donde Don Verduras estaba en su puesto de siempre, por insistencia de él quiso traerse a Valentina.

Refugio estuvo en desacuerdo pues sabía que la niña era muy inquieta.

Mientras Don Verduras atendía a un cliente, la pequeña se escabulló inesperadamente y todavía él no se había dado cuenta.

Cuando Don Verduras agradeció agachó su mirada buscando a Valentina pero ya no estaba.

Aquella travesura no era la primera vez que pasaba.

—¿Valentina? — agachado buscaba debajo del estante donde exhibía sus verduras y frutas pero ahí no estaba — ¡Refugio me va a matar! —buscó debajo de otro mostrador, levantó el mantel y tampoco estaba — ¡Me lleva el chanfle!

Mi Refugio de amor II: La Incondicional Donde viven las historias. Descúbrelo ahora