Besarte

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Juan Carlos estaba en su oficina, odiaba ir. Sentirse encerrado entre cuatro paredes no era lo suyo.

Mientras esperaba a que llegara Sara, él pensaba en su mujer.

Tras meditar sobre el comportamiento de su esposa ayer en la noche, se había dado cuenta de sus celos.

Juan Carlos sonrió. –Mi Refugio celosa... — sentado, se movía de un lado a otro con su silla — Ay, mi ojitos bonitos... — suspiró — ¿Cómo hago para hacerte saber que no tengo ojos para otra mujer que no seas tú? — se acercó a su escritorio, quería continuar leyendo unos documentos pero simplemente no podía concentrarse por pensar en ella. —Ay, mi mujer... quisiera tenerte aquí para besarte...

*******

Tarde.

En la casa, Refugio tomaba una siesta junto a Valentina.

La niña abrazaba a su mamá mientras dormía y Refugio la tenía entre sus brazos cómodamente.

Petita entró a la habitación hallándolas de tal manera, se acercó sentándose en la orilla de la cama para despertarlas.

—Mamá Cuquita... ya es hora de despertar... ya es la hora que me indicaste que te despertara, eh.

Valentina fue la primera en removerse sin querer abrir los ojos.

—Mami duerme, Petita... shhh.

—Valentina, tú también, que dormilonas qué son, eh.

Valentina le sacó la lengua en tanto abrazaba a su mamá más acurrucada.

—¡Mamá Cuquita! — gritó Petita impaciente — ¡Despierta, caray!

Refugio se despertó riéndose. —Petita, no estoy sorda, mi vida.

—¡Pos no te despertabas! ¡Y regaña a tu hija que me sacó la lengua!

—¿Qué?

Petita asintió. — Así pasa cuando sucede, ¡Valentina se está revelando con sus mayores!

—Petita, cálmate...

—Mami, Petita miente... yo no saco la lengua.

—Ya no peleen, niñas — levantándose.

Valentina le sacó nuevamente la lengua al asegurarse de que su mamá no estaba viendo.

Petita entrecerró sus ojos mirando como se burlaba de ella.

—Petita, ¿Dónde está María?

—Está abajo, mamá Cuquita, mirando la televisión.

Refugio asentía dirigiéndose al baño.

Cuando Refugio cerró la puerta del baño, Petita se fue encima de Valentina.

—Ah, ves... ¡soy más grande que tú, Valentina!

Valentina le jaló el cabello a Petita y ella comenzó a gritar.

—¡Mamá Cuquita, Valentina me está jalando el pelo! ¡Eres una grosera!

Valentina reía maldosa.

Petita en un rápido movimiento, tomó a Valentina por los brazos y sujetándola, tomó una almohada como arma contra ella par darle almohadazos.

—¡Mami! ¡Mami! ¡Petita golpea!

Refugio salió. —Qué barbaridad con ustedes, de veras. No me dejan ir al baño siquiera — salió de la habitación.

Petita decidió parar.

—¡Petita, vamos a juegar! — se bajaba de la cama.

—No, Valentina... tengo tarea que hacer.

Mi Refugio de amor II: La Incondicional Donde viven las historias. Descúbrelo ahora