Distraída

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Cuquita entraba nerviosa a la habitación, estaba todo a oscuras, podía oler las velas aromatizantes, cerró la puerta la puerta y justo en ese momento, Juan Carlos apareció detrás de ella pegándola a la puerta con cierta fuerza sobre ella.

—No me dejaste ni entrar tranquilamente — quejumbrosa trató de soltarse.

Juan Carlos le corrió el cabello para besarla con libertad en el cuello.

—Déjame llegar a la cama.

—No — contrarrestó.

—Yo soy la que debería estar enojada, no tú —intentó moverse — señor Mendoza, suéltame ahora mismo.

—¡No me da la gana!

—¡Juan Ca...!

No le dio tiempo ni de terminar de decir el nombre de su marido cuando sintió como su hombre la despojaba de la parte de abajo únicamente.

—¡Espe...!

Tampoco le dió tiempo de terminar cuando sintió aquella embestida por detrás jadeando sin poder controlarse.

Juan Carlos rápidamente la calló con su mano.

—Por negarte a besarme, mi ojitos bonitos... — se quedó quieto un momento para acomodarse él y luego a ella — así que ahora haré todo lo que me plazca contigo.

Sin más, con todas sus fuerzas, con su energía de la noche, con excitante protuberancia lista para saciarse arremetió contra Refugio durante minutos gloriosos donde ambos disfrutaban el placer del amor, donde el fuego que emanaba en el sexo de Juan Carlos se disipaba conforme trabajaba en Refugio una, y otra, y otra vez.

Cuando se sació de esa posición, la bajó para darle vuelta salvajemente y adentrarse en ella nuevamente de frente donde, de igual forma, le tapó la boca para callar los próximos gemidos.

Mientras se movía con fuerza y rapidez, Juan Carlos mantenía su rostro en el el cuello de Refugio donde. Celosamente, la marcaba como suya en aquel acto de entrega a su mujer.

En la fantasía y hombría de Juan Carlos le encantaba tener a Refugio sometida a él cuando hacían el amor desenfrenadamente pero, lo que más le gustaba, era que Refugio le permitía tener ese control, amaba que ella le dejara ser él mismo.

A la beata también le gustaba tener el control en muchas facetas pero sabía que en la intimidad era él quien tenía la sed de ser quién llevaba la batuta.

—Mía... siempre mía.

Refugio se sostenía de los hombros de Juan Carlos sintiendo como el se movía cada vez más rápido aruñándolo.

—¿Te gusta?...— gruñó sonriente —... por rebelde ahora mi  aliado estaba enojado contigo... — le mordisqueó su labio — se quiere contentar, mi hermosa señora.

Con más fuerza arremetió contra Refugio de nuevo, Juan Carlos le volvió a tapar la boca, mientras la embestía veía como ella jadeaba, gemía, sudaba y cerraba sus ojos.

—Tiene que comportarse mejor, mi señora bonita... le prometo que seré más cuidadoso con nuestra niña, eh... yo ya aprendí la lección.. — se movió con mas fuerza todavia — ahora aprenda la suya.

Rápidamente, la rodeo con un brazo toda la espalda y con su otro brazo sostendría de una pierna para llevara a la cama.

Refugio se retorcía mientras Juan Carlos se acomodaba para moverse de nuevo.

—¡Quiero verlos! —exigió dominante.

Refugio obedeció al instante divertida mientras se retiraba su blusita y braga, dejando al aire libre sus senos.

Mi Refugio de amor II: La Incondicional Donde viven las historias. Descúbrelo ahora