Capítulo 1

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Corría el año de 1756, un barco francés se dirigía a Venecia.

Llevaban ya días, quizá semanas de viaje, durante el cual un joven se encontraba encerrado en su camarote desde que abordó. Abochornado por el calor deseaba salir a tomar algo de aire fresco, pero su hermano había dado órdenes al capitán de mantenerle dentro de aquella habitación hasta llegar a su destino.

Dado que ya conocían su peculiar comportamiento a la perfección, le habían dejado bajo llave. Dos hombres de confianza eran quienes le llevaban comida y era imposible tratar con ellos para que le permitieran salir.

Necesitaba un baño, pues de manera personal, gustaba de asearse cotidianamente, al menos una vez al día, disfrutaba de lavar su cuerpo en la comodidad de una enorme tina de baño en compañía de sus doncellas, pero ahora ni siquiera ellas se encontraban a su lado, estaban en una habitación junto a la suya, ellas si podían salir, pero estaba seguro de que no lo hacían.

Se acercó a la ventana y suspiró de nuevo, se quedaría sin aliento a ese paso.

Pensaba en todo y nada cuando un abrupto estallido se escuchó, el barco se balanceó hacía un lado y el joven terminó azotando contra la ventana. Un baúl con sus cosas salió disparado hacia el mismo lado y la cama junto con los muebles se movieron también ante la fuerza del golpe.

Tomó sus cosas en un bolso grande, metió tantas prendas como pudo, luego fue por sus joyas, si eso era un saqueo, al menos trataría de salvar algo y escapar antes de ser asesinado, así que las envolvió en un pañuelo de tela y lo amarró debajo de su holgado camisón, en su ropa interior estarían más a salvo y, en caso de que intentasen hacerle algo más que matarle, eso los distraería lo suficiente para librarse y escapar.

Fue hacia la puerta y se pegó a ella pretendiendo enterarse de lo que sucedía, entonces escuchó a los hombres gritando mientras corrían por los pasillos. Otro estruendo sacudió el barco lanzándole a una esquina de la habitación, esta vez fue del lado contrario a donde había sido el primero, además, se había hecho un enorme agujero entre la pared de su habitación y el de las mujeres abordo que le acompañaban en ese viaje.

Pudo ver un barco de velas negras y hombres enormes lanzando cuerdas hacia el navío en que viajaba. Se aterró al suponer que eran piratas, pero era más que obvio, así que, armándose de valor, esperó el momento oportuno viendo como aquellos hombres se pasaban de un barco a otro.

Aquel era un barco de la realeza, pues él era primo inmediato del rey de Francia, por ello, su hermano eligió un navío digno que tuviese todas las comodidades. Inicialmente no deseaba enviarle solo a dicho viaje, aun así, tuvo que hacerlo.

El joven agradecía que sucediera de esa manera, pues temía que su hermano o algún familiar pudiese haber muerto en ese sorpresivo ataque. Realmente él mismo dudaba de lograr sobrevivir, pero, valerosamente, se lanzó al mar en cuanto vio la oportunidad de no ser visto, mientras escuchaba que alguien intentaba romper la puerta de su camarote.

Las explosiones seguían resonando, mientras él trataba de alejarse nadando en mar abierto, por suerte sabía cómo hacerlo, de lo contrario habría sido imposible dejar el barco. Trozos de madera habían salido volando, alcanzó a ocultarse debajo de la tapa de un baúl, pretendiendo pasar desapercibido conforme continuaba alejándose.


Habían pasado horas y ya comenzaba a anochecer, entonces el joven náufrago que ya se encontraba sobre restos de madera flotando sin rumbo, comenzó a sentir la necesidad básica de alimentarse, así como una intensa sed que no podía saciar con agua de mar.

No veía ningún barco cerca y realmente deseaba cruzarse con uno, al menos no de piratas como los que habían atacado su barco. Habían sido dos enormes navíos, por lo que imaginaba que eran una gran cantidad de hombres peligrosos con quienes definitivamente no se quería encontrar.

Entre espadas y cadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora