Capítulo 7

776 88 27
                                    

Edward sonrió con burla, presionando el pequeño trasero del chico al tenerlo al alcance en esa posición, escuchando un leve gruñido de protesta por parte de Angie, que ahogó un leve gemido. Se adentró más buscando con la punta de los dedos su pequeña entrada, empujándolos cuando la encontró, abriéndose paso con un par siendo bastante difícil por la tensión de su cuerpo.

— ¡Basta! ¡Suéltame! —sollozó el menor revolviéndose entre sus brazos.

— ¿Por qué? ¿No te gusta? Creo haber escuchado algunos gemidos antes de despertar, me pareció que eran de placer, creí que estaba soñando.

—No... No quiero... —murmuró temblando.

— ¿Tienes miedo?

—Dijiste que solo dormiríamos, ¿por qué me tocas?

—Porque no acostumbro a dormir con compañía, al menos no sin haber follado antes. —le susurró al oído quedando lentamente sobre su cuerpo, poniéndolo completamente bocarriba.

Angie cerró los ojos rechazando completamente las sensaciones que al inicio habían surgido, no podía soportar la idea de ser tomado como un objeto, tratando de centrarse más en la incómoda y dolorosa manera en que estaba abriéndose paso, decidido a que eso debía ser suficiente motivo para no permitirse disfrutarlo.

—Por favor, no sigas.

—A ver, si bien no eres el tipo de compañía que prefiero, necesito dónde desahogar esto. —dijo haciéndole sentir la erección matutina que le había llevado a tocarle mientras dormía.

—Pe...pero...

—Shhh...

—Dijiste que había mujeres en el barco, ¿no es lo que quieres?

—No, no pienso traer a alguien más solo porque tú seas incapaz de satisfacer a un hombre, de esto depende tu estancia, creo que debes comprender que, si quieres mi protección, solo lo haré mientras esté recibiendo algo de ti, y lo único que tienes es este culo que sirve para coger.

Angie comenzó a llorar mirándole más que ofendido, lo soltó al notar que sus propias palabras podrían ser algo crueles, alejándose para sentarse dándole algo de espacio.

—No es verdad, yo no sirvo solo para eso. —murmuró Angie más para sí mismo que para Edward, abrazándose al ladearse en la cama.

—No tienes por qué llorar, ya cállate.

—Déjame en paz...

—Primero deja de llorar.

— ¿Por qué me sigues molestando? ¿Te parece divertido? Ni siquiera quieres realmente hacerlo conmigo, puedes ir a hacerle esas cosas a alguna de esas mujeres que vienen con ustedes, por eso las trajiste, ¿no?

—No las traje yo y no pienso tomar a alguien más, ya te lo dije.

Edward frunció el ceño al verle moverse hasta que giró mirándole enfadado. No entendía para nada esos cambios de actitud, primero gritaba, luego lloraba y se quejaba, después se enfadaba, aunque debía admitir que se veía realmente lindo en ese momento, sabía que iba a reprocharle más cosas que no deseaba escuchar, así que tal vez era más efectivo hacerle callar él mismo.

Se inclinó hacia él y lo besó sosteniendo su rostro para que no pudiera rechazarle. Angie trató de empujarlo, pero al sentir sus labios dominándole en ese acto tan inesperado, le hizo ceder poco a poco, permitiéndole imponer un ritmo suave y profundo mientras cerraba los ojos y gemía con cierto agrado.

El cuerpo del joven doncel lentamente fue hundiéndose debajo de ese hombre que dejaba viajar sus manos hacia su cadera, que inconscientemente movía tratando de acomodarse mejor. Se dejó embaucar por esos labios que bien podrían ser los del demonio mismo, pues le hicieron perder noción del tiempo, de sus sentidos y la razón que no peleaba más por anteponerse.

Entre espadas y cadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora