Capítulo 3.

240 18 13
                                    

Gogeta aún no comprendía por qué el Kaio también actuaba tan misterioso. Su cabeza comenzaba a llenarse de dudas y no había una respuesta palpable que le arrancara la inseguridad. Sin embargo, al estar en ese momento de recreación comiendo y compartiendo experiencias con ellos el sonar del reloj transcurría más lento de lo usual. Su mente se encontraba totalmente nublada, así que fingió que se encontraba bien.

Con el poco ki que logró juntar en ese periodo largo de descanso pudo retomar fuerzas.  Gogeta coloca su mente completamente en sintonía con cada ser vivo que estaba a su alcance, así es como por medio de la teletransportación se dirigió en segundos a lo que era un mundo completamente paralelo al planeta Tierra.

Universo 16, al poner las puntas de sus botas sobre el césped escondió por completo cualquier señal de su llamativo ki. Quería parecer un ser humano normal, que pasara desapercibido ya que, escuchó los rumores y quería comprobarlo por su propia cuenta. Aún con las miles de advertencias se dignó a echar un vistazo por el perímetro, aunque a Gogeta se le conocía por emocionarse por encontrar a un rival poderoso y llevado fuertemente por sus deseos de probar el nivel de su enemigo aquí debía medirse.

Los frondosos árboles cubrían su caminar. A decir verdad Gogeta prefería volar pero lo limitaba la falta de energía y pobreza muscular.

—Maldito....— murmuró asqueado porque se le cruzó por los ojos la idea de compartir la misma saliva que ese bastardo. ¿De qué carajo se reía? Gogeta quería molerlo a golpes.

Sin más dejó de lado esos pensamientos intrusivos y siguió caminando disfrutando de los últimos rayos luminosos naranjas que se divisaban entre las copas de las montañas. Suspiró pesado y dibujó una media luna entre sus labios.

Sonidos entre los arbustos se escuchaban y su instinto de supervivencia era activado como un botón de encendido, para su sorpresa era una pequeña ardilla jugueteando con sus crías. Sin más el saiyan se agacha para poder acariciar la esponjada cola del roedor. Sólo le bastó haber bajado unos segundos la guardia, pero al momento de reincorporarse por mera inercia giró su cabeza.
— ¿Qué estás haciendo aquí?— el misterioso saiyan cuestionó bastante arrogante. Ese tono de voz  y esa forma de ser tan difícil de ignorar. Lo hizo rabiar.

—Te doy 5 segundos para que me des una razón lógica de tu estúpida visita— añade el pelinegro.

Gogeta tragó saliva, no se inmutó ¿por qué le tendría que tener  respeto a un sucio bastardo arrogante? ¿su fama? Tal parecía que tenía una borda de fieles admiradores, pero realmente no era la gran cosa. Le asqueaba el narcisismo del saiyan.

—Oh, ¿aquí es donde debería tener miedo? — contestó retandolo, su ceño se frunció evidentemente y una pequeña vena por la rabia se reflejó en su frente.

El pelinegro sonrió sarcásticamente.  Así que solo se teletransportó a escasos centímetros de él y con ese guante de látex lo tomó sin remordimientos de la garganta, infligiendo fuerza.

Gogeta con sus fuerzas o con lo que en esos instantes poseía de ki, trató de zafarse del agarre. Maldición, el flujo de aire lo hizo que no cediera a seguirle el juego. Así que Vegetto procede a darle un rodillazo en su abdomen uno tan fuerte para que lo hiciera entender su lugar. Ante eso, Gogeta es liberado de ese agarre y ante aquel golpe sus comisuras y boca se había llenado de aquel líquido amargo desbordando unas gotas entre las comisuras, cayó de rodillas y tosió. Sin embargo, lo tomó demandante del cabello haciéndolo que lo viese a los ojos.

—Escoria inmunda— añade vacilante mientras relame los hilos de sangre que el pelirubio tenía en sus labios. Una risa sádica sobresalía de su ser.

—En ningún momento te tomé como amenaza— Gogeta dijo entrecortado con la voz baja. Indudablemente sus iris se posaron sobre los contrarios.

Observó un negro terriblemente oscuro en ellos, como si sus demonios hablaran por él.  Una profunda ira pero también una profunda tranquilidad fusionada con inestabilidad. Posiblemente sería el causante de darle un ultimátum a su sufrimiento. ¿O eran otros sus planes?

Vegetto lo tiró y soltó.

—Perdona mis modales. Yo soy el guardián de este lugar; no hay cabida para débiles como tú— añade frívolo.

[ Dulce adiós] Vegetto x Gogeta. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora