Todo fue muy extraño. Lo último que recordaba de ayer fue que recibí un paquete desconocido.
Desperté en la misma habitación del hotel en donde me había quedado, sólo que había sufrido un cambio drástico: lo primero que noté fue un hedor fuerte a humedad y polvo, como si la habitación no hubiese sido limpiada durante mucho tiempo. Las condiciones en las que estaba la habitación no eran tan malas, ya que no todo estaba deteriorado; lo que más me preocupó fue no había ningún servicio, sin agua, sin luz y, al parecer, sin sistema de ventilado en caso de algún incendio.
No sentía mis extremidades, como si hubiese salido de un letargo sumamente largo. — ¿Qué demonios pasó aquí? — Me pregunté, intentando moverme en la cama. Lo primero que hice fue alzar mis brazos, y me percaté que, en ambos, tenía insertadas dos vías intravenosas. Seguí las mangueras conectadas a ellas con la mirada, y noté que llevaban a dos bolsas plásticas ya vacías. — Maldita sea... Con algo me tuvieron que haber drogado. — Dije, con una clara expresión de molestia en mi rostro. Con cuidado me quité las intravenosas, aunque no me dolió en absoluto; al parecer seguía bajo los efectos de una anestesia.
Me levanté de la cama como pude y me estiré un poco. La sensación de tener las extremidades dormidas se fue al momento. Fui al baño de la habitación para ver en qué condiciones estaba mi cuerpo. Además, ahí era donde estaban los artículos de emergencia: palitos fluorescentes, un par de linternas cargadas, medicamentos generales y demás cosas. Encendí un palito fluorescente y me acerqué al espejo; no veía la gran cosa con eso, pero era necesario si no quería gastar las baterías de una de las linternas aún.
Estaba aún en pijama. Mis venas se notaban más de lo habitual; al parecer, mi cuerpo llevaba tiempo sin estar de pié. — Dios... Parezco un indigente.— Dije, mientras salía del baño con el palito en el bolsillo y una de las linternas en la mano. Encendí la linterna e investigué más a fondo la habitación. Las ventanas estaban selladas desde fuera y la puerta que daba al pasillo principal estaba pasada con llave.
Mis cosas estaban bajo mi cama, donde las había dejado. Tomé mi mochila y guardé todos los suministros que había en la habitación; me cambié de prendas, llevando ahora un suéter negro, ajustado, unos jeans y una botas negras. — Vamos a ver si mi celular está activo... — Dije mientras sacaba mi celular de la mochila. La batería del dispositivo estaba totalmente muerta, por lo que busqué mi reloj. El reloj sí estaba funcionando, gracias a dios, pero... — ¿¡Pero qué mierda!? — Grité horrorizado. Me había percatado que eran aproximadamente las cinco y media de la tarde, pero Tres meses después de que me dormí.
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La tos escarlata.
Misterio / SuspensoLas cosas se salieron de control en el estado de Nueva York. Un nuevo patógeno brotó de dicha ciudad y está a punto de azotar al resto del mundo. ¿Podrá sobrevivir la humanidad a esta situación parecida a la pandemia de hace siete años?