Capítulo V: Nuevo plan.

20 5 0
                                    

Todo pasó demasiado rápido. De pronto todo tomó un silencio abrumador, como si me hubiesen dado un golpe que me rompiese los tímpanos; lo único que se escuchó en ese momento fue un rápido y sutil jalón de gatillo. Mis manos comenzaron a temblar con debilidad, debido a la subida de adrenalina que se me presentó en el momento. Digo, ¿Quién no se sentiría así cuando casi lo matan de un disparo en la cabeza? 

Me di cuenta que, como lo había pensado, el arma que cargaba aquella chica estaba vacía; lentas carcajadas salieron con nervios de mi boca, pero luego pasó a ser una risa más o menos maniática. — ¡Ja, esa es la actitud! — Le dije con emoción, mientras que enfundé mi arma con total calma. Pero por otro lado... Ella era todo lo contrario — ¿Qué de esto te causa gracia, estúpido? Pude haberte matado por tu propia decisión. — Dijo la rubia con una notable ira hasta en su mirada. Sin que eso me importase, me mantuve sereno. — De no saber que no tenías ni una bala en la recámara de esa pistola tuya ni hubiese intentado jugarte esa. ¿Sabes? — Me tomé una pausa, para soltar una sutil carcajada. — No es un impulso tan estúpido como... — La rubia no me dejó ni hablar, cuando sentí un puñetazo en el estómago.

Al parecer la chica tenía la astucia suficiente como para Engañarme. Ahora ella estaba a mis espaldas, y para mi desgracia me había quitado la pistola en mi cintura. — Carajo... Tienes mucha fuerza. — Dije como pude, pues me faltaba hasta el aire del golpe que me dio. — Cállate... No querrás que quede una bala en tu cabeza. ¿O sí lo quieres? — Me preguntó la rubia; ahora sí se sentía el querer dejar plomo en mi cráneo. Volví a ponerme de pié, aún de espaldas a la chica, y me puse una mano en el bolsillo. — A ver... Dos preguntas: ¿Qué te hace pensar que mi pistola está cargada? — Le pregunté, y hasta tuve el descaro de bostezar. — Y dos... ¿Cómo sabes que...? — Me preparé para darme la vuelta. — ¡No tengo otra pistola! — Me volteé y rápidamente le apunté con la mano que tenía en el bolsillo...

La rubia no lo pensó dos veces y, con el mínimo movimiento que hice al girar, haló de nuevo el gatillo. Por supuesto, mi pistola tampoco estaba cargada, y yo pues... Lo único que hice fue sacar mi mano y apuntarle a la rubia con mi dedo, como si fuese una pistola imaginaria. Ella suspiró pesadamente y bajó el arma. — Maldita sea... — Maldijo la rubia para sus adentros; me acerqué, y extendí mi mano. — Puedes calmarte... ¿Me devuelves la pistola, por favor? — Le pregunté con toda calma. Ella soltó la pistola con bastante molestia; creía que se había dado cuenta de que volvió a caer en uno de mis tantos juegos.

— Sabes... ¿Por qué no empezamos de cero? Ambos metimos la pata hasta el fondo mutuamente. — Le ofrecí, mientras guardaba de nuevo mi pistola; le extendí de nuevo mi mano como gesto de amabilidad. — Ellis Klarck. Un gusto conocerte, rubia desconocida. — Me presenté con mi carisma y mi lado menos molesto en alto. En corto, ella empujó mi mano, rechazando el apretón, y se cruzó de brazos. — Jm. Kirell Vulturi. — Se presentó la rubia con un temperamento bastante duro para mi gusto y parecer.

— Bonito nombre, Kirell. — Le dije, como el buen caballero que soy. Ella me dio la espalda y empezó a caminar. — No me importan tus halagos. — Dijo esta con total seriedad. — Si quieres seguirme, procura no estorbarme... — finalizó la misma, con un claro tono de fastidio en su tono de voz. Yo con mi humor de vuelta me reí. — Bueno, al menos no me volviste a disparar. — dije con un tono sereno y le seguí el paso. 

Kirell parecía interesada en entrar al hotel del que yo había salido, y logré detenerla con mi voz. — Créeme cuando te digo que ahí adentro ya no hay nada. Vengo de ahí... — Dije un poco asqueado, recordando por todos los horrores por los que tuve que pasar. — Te dije que no me estorbaras, ¿No? Mantente en silencio y no me molestes. — Refutó la chica hacia mí, como si mi madre me hubiese regañado. — No recibo órdenes de mi mamá desde que cumplí dieciocho. ¿Y así piensas que voy a seguir las tuyas? Vaya equipo somos... — Volví a responder, con un poco de sarcasmo en mis palabras. — ¿Quién te dijo que éramos un equipo? Te pregunté si querías seguirme y aquí estás, a mis pies. — Me dijo Kirell, con unas intenciones de humillarme que se podían detectar hasta en un satélite espacial. — Yo te estoy siguiendo porque yo lo decidí. Además, no te necesito para sobrevivir en... Lo que sea que estemos pasando. — Le dije, recordando que aún no sabía ni en qué día estábamos en aquel entonces. — ¿Ah si? Ya te quiero ver lloriqueando dentro de unas horas... — Me dijo la rubia; parecía una total respondona, así que me quedé callado. No quería que me cerraran la boca con una humillación más grande.

Dejé que ella misma se diera cuenta que ya todo estaba saqueado y destruido dentro del hotel. Hasta me di el lujo de esperarla sentado, en la recepción. — Pude conseguir balas extra en la sala de seguridad, por lo menos... — Habló la chica, con un rostro que aparentaba estar decepcionado. Yo solté una carcajada sutil y sarcástica al mismo tiempo. — No es por querer decir que te lo dije, pero... Te lo dije. Por otro lado... Si me hubieses dado una buena impresión te hubiese ofrecido munición de sobra. De hecho la cargo en mi mochila y todo... — Aclaré, con todas las intenciones de fastidiarla aún más por no hacerme caso. — ¿No te puedes callar por lo menos una maldita...? — Nuestra grata y educada conversación se vio interrumpida por un sonido de estática...

— ¿Kirell? ¿Me ... oyes? — Pude escuchar la voz de una persona, aparentemente por un walkie talkie que traía la rubia, que ni me había percatado que tenía. Ella se alejó de mí y contestó con el aparato. — Te escucho. ¿Qué pasa? — Preguntó ella; me pareció un poco raro el hecho de que pareciera estar preocupada, cuando estaba apunto de insultarme de nuevo. — Sujeto ... Ya está ... Único ... Cuerdo. — Eso fue lo único que pude escuchar en ese momento, y me abstuve de siquiera preguntar.

Kirell suspiró y le susurró al walkie talkie, palabras que no puede escuchar, y lo volvió a guardar. Ella se dirigió a mí de nuevo y volvió a suspirar. — Cambio de planes, vienes conmigo, quieras o no. — En lo que dijo esto, se dispuso a salir del hotel, por lo que yo me levanté y no tuve otra que caminar tras de ella. Algo estaba pasando... Y no me gustaba para nada.

La tos escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora