Capítulo IV: ¿Amigo o enemigo?

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Las calles parecían una zona de guerra. Todo estaba cerrado, saqueado, quemado o destruido. En medio de toda la avenida principal se encontraba un grupo de personas atacando a una chica rubia de pelo corto, estatura promedio y ropa descuidada, con alguna que otra venda. Lo que sí me sorprendió es que, alrededor de todo ese bullicio había decenas de muertos, como si todas esas muertes fueron provocadas por ella, supongo que por defensa propia. La mala noticia era que parecía haberse quedado sin balas, aparte de que aún la superaban en número; no le quedaba de otra que empujarlos o golpearlos, pero na da que retrocedían. 

Como no había nadie más en la vía, decidí salir de mi cobertura en dirección al bullicio, cubriéndome esta vez a pocos metros del conflicto. Me armé de valor y salí, soltando un grito de guerra a todo pulmón, con tal de llamar la atención de los atacantes. Para mi fortuna, pude atraer la atención de aquel grupo; Sus movimientos eran rápidos y óptimos, pero su reacción fue casi igual a la de un animal... ¿Qué les había pasado? No sabía mucho hasta ese entonces; lo que sí sabía era que dirigían hacia mí con intenciones no muy buenas. — Con que así serán las cosas... Está claro que se quieren morir. — Mientras decía eso, desenfundé la pistola de mi cadera y le quité el seguro. En seguida comencé a disparar... Disparos certeros al pecho y al cuello de los "animales". Eso me dio cierta ventaja con el resto.

Hubo uno que me tomó por sorpresa y se abalanzó hacia mí. Al parecer quería arañarme o morderme, por lo que intenté alejar sus manos y boca de mí con un constante empuje; tenía una fuerza que no aparentaba tener en absolutamente nada. Le di una patada en el abdomen apara alejarlo de mí y tener oportunidad de utilizar de nuevo la pistola. Pude conectar un disparo en el codo derecho, lo que neutralizó su mano por completo. Sin embargo, eso no fue suficiente para ganar tiempo, por lo que volvió a abalanzarse hacia mí a pesar de tener medio brazo muerto. además, era mi última bala del cartucho y no tenía la oportunidad de recargar. — ¡¿Eres un mutante o qué?! — Exclamé, mientras seguía forcejeando contra la "bestia". Al parecer, no podía hacer más que volver a empujarlo y huir, pero... 

De pronto, sonó un golpe en seco. En seguida el "Mutante" se quedó inmóvil por unos segundos, hasta que calló al suelo, por lo que automáticamente coloqué el seguro al arma. Después de haber quedado totalmente inútil, detrás del mismo cadáver, estaba ella. De cerca era más baja que yo, pero su cuerpo se veía tonificado y ligeramente fornido. Me salvó, pero en seguida me apuntó con la pistola que traía. — ¿Quién demonios eres? — Me pregunto, con un tono de voz frío e imponente cual mar embravecido.

Yo saqué mi pistola al igual que ella, apuntando justamente en la frente, donde me apuntaba ella. — El que debería preguntar soy yo. ¿Quién eres tú y por qué te atacaban? — Pregunté con toda calma; ya había recibido disparos y estado en situaciones peores que esa, así que no tuve necesidad de siquiera prepararme para disparar. Ella, en reacción a lo que hice, le quitó el seguro a su pistola, pensando que le dispararía. — Quieto antes que te vuele la cabeza... — Me respondió. — Además, yo pregunté primero. Así que responde... — Hizo una pausa, para acomodar su dedo en el gatillo. — ¿Quién eres y por qué me ayudaste? Pudieron matarte. —

A mí me hacía un poco de gracia la situación, ya que me recordaba a mis momentos siendo general. — ...Je. ¿Sabes qué? Te lo diré si aprietas el gatillo o guardas el arma. — Dije, con una sonrisa confiada y sutil al mismo tiempo. — Si disparas y me matas... Me mataste y ya. No sabrás si te pude haber servido de algo o no. — Dije alzando mis hombros, como si me fuera indiferente el hecho de que me matasen. — Pero si disparas y esquivo la bala... — Me puse más serio y me acerqué aún más, dejando las bocas de las pistolas a pocos centímetros de la cabeza de ambos. — Seré yo quien hale del gatillo. Quizá tenga aún una bala en la recámara... — Dije, imitando el temperamento de la chica. En ese momento tuve una especie de deja' vu, de mis momentos en la armada.

La rubia había fruncido el ceño, mostrando un clara molestia ante mis comentarios. — Hijo de perra... ¿Qué te hace confiar tanto en que no voy a disparar? — dijo la desconocida, mientras que se reía con malicia. Yo, siguiéndole la corriente, le respondí del mismo modo. — Je. ¿Lo quieres averiguar? — Con ese comentario se intensificaron los aires. La chica no quería alargar más la charla, y no le temblaba el pulso ni un poco. No pasó más que... Una halada de gatillo.

La tos escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora