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Parte 3
Notaste cuando abriste los ojos que el sol estaba saliendo, muy lentamente y el suave brillo dejó un tinte anaranjado en el lado del cuerpo de Ghost mientras dormía. ¿Cuánto tiempo había estado allí? Mientras dormías, habías girado gradualmente sobre tu costado. Casi como si tu mente dormida supiera que tenías una herida de bala. Metió la mano bajo su mejilla y estudió al serio teniente. Sus voluminosos muslos se abren y te dan un vistazo al espacio entre sus piernas.
¿Era ese equipo de protección o--, te detuviste antes de que tu mente terminara el pensamiento. Intentaste sentarte y un dolor agudo irradió a través de tu costado. Gemiste de incomodidad, el sonido, tan silencioso como fue, hizo que Simon inmediatamente abriera los ojos. Observó cómo te esforzabas por calmarte y se acercó a ti en busca de apoyo.
—¿Estás tratando de levantarte de la cama?— su mano estaba en la parte superior de tu espalda; deseó quitarse los guantes para poder sentir tu piel suave. Se miró las manos, repentinamente molesto consigo mismo. Su agarre se reafirmó cuando te sacudiste de dolor, listo para levantarte si era necesario.
—Puedo hacerlo-- mierda ,— tu costado estaba expectante doliendo, aún más cuando te moviste. Ghost gruñó con disgusto y no dudó antes de que su otra mano estuviera debajo de tus rodillas y te sentara, con las piernas sobre la cama. Respiraste hondo mientras te maniobraba, salió de la habitación por una fracción de segundo y te entregó un frasco de pastillas.
—Toma esos—, rebuscó en su bolsa por un poco de agua y te la entregó. Te bebiste las pastillas e inhalaste profundamente. Cuando terminaste, lo miraste con un brillo familiar en tus ojos, —Gracias.
—No me des las gracias, niña—. murmuró, tomando asiento a tu lado. Negaste con la cabeza; no tenías nada más que gratitud por él. Él te llevó a un lugar seguro, te consoló durante todo el proceso. —En serio Ghost, gracias—. Tu contacto visual fue inquebrantable, estando tan cerca que examinaste los pequeños detalles que pudiste de su rostro cubierto. Las pestañas rubias parpadearon con calma, examinando tu expresión en busca de signos de dolor. Solo unos minutos después, te pinchaste la herida.
—Jesús, esa medicina es fuerte—. Con asombro, lo volviste a tocar, apenas podías sentir la ternura debajo de la yema de tu dedo. Intentaste evitar recordar los detalles de la noche anterior. Cómo las fuertes manos de Ghost acariciaban tu piel, cómo su voz se suavizaba solo para consolarte. Sentiste que tu cuerpo se calentaba de placer. Sabías que regresarías a la base durante unas semanas para recuperarte; después de eso, estabas seguro de que no lo verías por un tiempo.
—Ghos-—empezaste.
—Simon. Mi nombre es Simon.
Que nombre en ingles. Pensaste, tratando de no sonreír. En parte por tu propia broma cursi y el hecho de que habías aprendido el nombre del hombre por el que sentías una inmensa adoración.
