Capítulo 4 - Expuesta

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"Ponte tú mejor ropa y espérame en la cafetería donde nos conocimos Mey, tengo algo que decirte"

Esas palabras rondaban por su mente mientras que en esa misma cafetería y en ese mismo lugar, contaba los segundos para ver a Sayho. No estaba nerviosa, sería solo una reunión más, sería una reunión con una buena amiga ¿Verdad?

Al cabo de una hora, mirando el reloj del teléfono avanzar y avanzar, el hambre poco a poco atacó. Bajo la premisa de que Sayho tardaría en llegar, no pudo evitar pedir algo, el dulce y tostado olor del café, el aroma tibio y suave de los pastelillos y postres de los demás comensales abrió su apetito. A la mesa le trajeron lo que acostumbraba, pero no podía dejar de pensar en lo que Sayho le diría.

— ¿Será que hice algo malo? — se dijo Mey para sí misma — yo no he hecho nada malo, ¿O si? ¡Ahhh! La espera me está matando. ¿Cuando aparecerá está chica? La regañaré por llegar tarde.

Así se pasó el tiempo pensando, sin tocar siquiera un trozo del pastel que pidió, dejando que su café se enfriase, cuando de repente de un sobresalto, oyó a su lado un pequeño susurro, que hizo que por poco tirara su café.

~ "No has tocado tu café Mey, ¿Me lo puedo tomar yo?" ~

Medio asustada, miró que a su lado, a la altura de su cara se encontraba aquella chica, con un pequeño gorro negro y cacheta negra de cuero. Su cara, en vez de expresar sorpresa o susto por lo que acabó de suceder, solo podía mostrar una sonrisa, bellísima, y un rubor que parecería que estaba borracha.

— peee… pep… pero…. ¡SAYHO! ¿¡Porqué!? ¿¡Cuándo apareciste!? — dijo Mey con la cara roja a más no poder.
— llevo 20 minutos aquí, ¿No te habías dado cuenta?
— No no no Sayho.
— ¿Cómo no? Si yo le dije a la mesera que te debía traer exactamente, tu solo le dijiste "Hola ¿Me puede traer algo?"

Comenzó a hacer memoria, y tenía toda la razón, pero no podía dejar de pensar en lo cerca que estaba Sayho, y que ella supiera lo que quería a la perfección, el café estaba perfecto, y hasta supo que en ese momento quería un trozo de elite de mango ¿Que otra cosa más de ella sabe?

Las dudas invadieron su mente, divagaba, pensaba y el miedo comenzó a recorrer todo su cuerpo.

— Sayho.
— ¿si, Mey?
— Cuando me llamaste te noté extraña ¿Que me querías decir? — dijo, mientras los nervios le hacían tragar saliva.
— ¿Tú crees que estaba mal?
— No lo quería decir de esa manera, pero, si.
— Es extraño, la verdad solo quería verte.
— No es lo que me dijiste — exclamó con decisión.
— ¿Que fue lo que dije? — preguntó la otra con notable confusión.
— "tengo algo que decirte"
— ¿Que me quieres decir Mey?
— ¡Nooo! Eso es lo que me dijiste ¿Acaso estás jugando conmigo?
— Si Mey — dijo mientras no despegaba la mirada — hay algo que quiero decirte, pero no debe ser aquí.
— ¿Por qué tanto misterio?
— Soy una chica misteriosa ¿No lo ves? — dijo mirando el café medio frío que estaba sobre la mesa — ¿No te lo vas a tomar?
— No, ya no, tómalo si quieres. - Sin esperar a que Mey contestase, Sayho tomó la taza y se zampó el café de un solo trago.

Estuvieron poco tiempo en la cafetería, salieron al cine, pasearon un rato en un centro comercial, comieron unas deliciosas hamburguesas, y luego emprendieron el camino a casa. Mey, al subir al taxi, inmediatamente se puso sus audífonos, miraba las farolas pasar, tarareaba su canción favorita, era una costumbre, una especie de ritual para relajar sus energías luego de un día cansado, pero Sayho, curiosa como siempre, tomo uno, se lo puso y reposó su cabeza en su hombro.

— Que linda es tu música, ¿Sueles escuchar esto todo el tiempo?
— No — dijo con notorio nerviosismo — me gustan muchos estilos de música, esto me gusta oírlo de vez en cuando.
— está linda, me gusta el ritmo ¿Te molesta si me duermo mientras llegamos a tu casa?
— sin problemas, descansa.
— Gracias — dijo al momento de dar un pequeño bostezo y acurrucarse al lado de Mey.

El viaje parecía mágico, su amada estaba junto a ella, durmiendo plácidamente, el oyendo su misma música, luego de haber pasado un día espectacular, pero no sería eterno, y Mey lo sabía. Llegaron a casa, a eso de las 9:40 de la noche.

— Al final paso el día y no me dijiste nada Sayho.
— ¡Cierto! Lo había olvidado.
— ¿Quieres pasar a casa y hablamos?
— Nooo no no no, ya me debo ir, el taxi me espera. No es tan importante, realmente quería verte hoy, eso era lo que más quería.
— Pero Sayho
— Te lo puedo decir otro día, no hay nada de lo que debas preocuparte — el claro sonido del claxon interrumpió a las dos chicas.
— No me dejes con esta duda. — vuelve a sonar el claxon del taxi aparcado en la entrada.
— Que ya debo irme Mey, mañana te lo digo. Ven y dame un abrazo.
— Pero Sayho…
— Sayho nada, ven y dame un abrazo. — al momento, Mey haciendo pucheros se acercó a Mey. El abrazo hizo que el pulso de Mey se acelerase, su cabello olía muy bien y eso le encantaba. Al tercer sonido del claxon, Sayho posó su mano en el rostro de Mey, y le dio un beso en la mejilla, muy cerca de los labios, dejando a Mey paralizada. El día acabó de la mejor manera posible.

Mientras Mey se encontraba analizando lo sucedido, Sayho inmediatamente fue hacia el taxi y se despidió agitando la mano en el aire.

AmancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora