Capítulo 8 - Encrucijada

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Sin lugar a dudas, la emoción del momento fue inconmensurable, pero a la vez fue demasiado fugaz. Al momento, Sayho cayó dormida, el agua caliente relajó demasiado el cuerpo de la traviesa chica quien tenía a Mey bajo su merced luego de aquel apasionado beso.

Sin poder creer lo que ocurrió, aún estando bajo la ducha, el subconsciente de Mey solo atinaba a tocar y saborear sus labios. Cada centímetro de su piel buscaba tatuar la sensación de aquel beso para recordarlo toda la vida. Al tiempo entró en razón y decidió sacar a Sayho de la ducha, con fuerza que ni ella misma sabe de dónde sacó, la tomó, la llevó a su habitación y ahí la vistió con lo primero que encontró en sus cajones a modo de pijama para así acomodarla en su cama.

La piel de Mey seguía erizada. Cada roce de su ropa húmeda le llevaba al piso de aquella ducha. Jamás había sentido eso con un beso, con un solo beso de la persona correcta, la cual había llegado a su vida de manera Inesperada.

"permíteme ser yo quien te posea"

¿Qué significaban esas palabras? ¿Sayho verdaderamente la amaba o era el alcohol hablando? ¿Vale la pena arriesgarse por algo que Sayho probablemente no recuerde?

Miles de preguntas atacaron la conflictuada mente de Mey, quien, casi sin ropa solo cubierta con una manta, se encontraba esperando la secadora terminase de escurrir hasta la última gota de agua de su ropa. "Que complicado es todo esto"

— ¿Que haces Mey?

De un salto la pelirroja se ocultó bajo la manga.

— ¡¿SAYHO!? ¡¿Qué haces aquí?! Vete a la cama. — dijo Mey con el corazón acelerado.
— ¿Qué pasó Mey? ¿Qué haces aquí?
— Tú me llamaste.
— ah ¿Si? — dijo mientras cubría su boca de un bostezo. — No recuerdo haberte llamado a mi casa  ¿Cuándo llegaste?
— No, me llamaron del bar en el que estabas.
— ¿Estaba en un bar?
— Si, estabas en el bar, el guardia me llamó desde tu teléfono para que fuera por ti.
— ¡¿CÓMO SABÍA ÉL QUIÉN ERAS?! — gritó horrorizada con la idea de que aquel desconocido revisara su teléfono.
— Tu le dijiste, hasta le diste tu teléfono con mi número para marcar.

Sayho comenzó a rascar su cabeza tratando de hacer memoria, y así estuvo por unos minutos, hasta que poco a poco fue llevando las manos a su labios.

— "Si lo hice." — Murmuró Sayho.
— ¿Qué dijiste?
— Nada Mey, me iré a dormir. Adiós. Te quedas en tu casa.

Sayho emocionada corrió por las escaleras y de un salto, que se oyó hasta el primer piso, entró a la cama y no volvió a salir hasta que Mey le hizo algo de comer.

— Estás cruda, cómete este caldito, te hará sentir mejor.
— ¡Ni siquiera me duele la cabeza Mey! ¡No quiero caldito, quiero pollo!
— Come Sayho, el caldito es de pollo —. Suavemente Mey tomó la mano de Sayho, y con gesto de avioncito poco a poco le dio el caldo a Sayho.

Cada momento luego del beso parecía una ridícula película de comedia, todo eran risas, todo era un juego, todo eran chistes, cosa que poco a poco a Mey le dio una errónea idea de lo sucedido. Una creía que todo fue producto de la borrachera, y la otra estaba alegre por al fin haber tenido el valor de decir lo que siente, sin olvidar besar a la persona que todas las noches le hacía perder el sueño.


AmancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora