Capítulo 7 - La primera vez

9 2 0
                                    

El viaje en taxi fue cansado, Sayho, para haber consumido 7 botellas de quién sabe qué licor, tenía demasiada energía, lo cual era sorprendente. El gran mareo le imposibilitaba abrir la puerta, por lo que Mey tuvo que abrir. La casa no era muy grande, aunque de dos pisos, sólo contaba con un baño, dos habitaciones y un comedor que conectaba con su sala de estar haciéndose uno solo.

— ¿Dónde está tu baño?
— Arriba Mey. — dijo Sayho con extrema dificultad. El alcohol debe estar haciendo su efecto ahora.
— ¿Puedes subir sola? Yo pondré agua a calentar para hacerte un café, espérame ahí, te daré una ducha.
— ¡Pero Mey! — exclamó Sayho sonrojada.
— Dudo que puedas hacerlo tú sola, ve, espérame ahí.
— Está bien Mey. — dijo Sayho mientras hacía señas de estar cubriendo partes de su cuerpo.

Mientras ponía el agua, Mey oyó un ruido arriba, ágilmente subió las escaleras mirando a Sayho tendida sobre el piso desmayada. Corrió a ayudarla, la tomó entre sus brazos, respiraba, solo parecía inconsciente, lo cual relajó un poco a Mey, el susto hizo que tirara el agua que iba a calentar para hacerle su café a Sayho. A los minutos despertó y vio a Mey llorar. Calmadamente puso su mano en su rostro y dulcemente acarició a Mey. Ambas se repusieron, Mey regañó a Sayho por haber tomado de más, acción detonada por el susto vivido.

Sayho se sentó sobre la tapa del WC para que así Mey pudiera quitarle sus zapatos y sus pantalones. La puso de pie y le ayudó a quitarse el abrigo y la blusa.

— Mey… — insistió Sayho con notoria vergüenza. — no puedo quitarme el brasier ¿Me ayudas?
— ¿Estás segura? — dijo Mey volteando lentamente.
— ¡Si! Total, no hay mucho que ver.
— ¿Y lo demás también quieres que te lo quite? — Sayho sonrojada gritó que no, con nerviosismo y recato en sus palabras.

Mey poco a poco se acercó a Sayho, nerviosa también, pero no podía perder la cabeza. Sayho volteó para dejar a la pelirroja alcanzar con más comodidad los broches traseros del brasier, lo cual la dejaba en una posición más comprometedora.

— Este tiene muchos broches, no me gusta por eso, pero lo encuentro increíblemente cómodo, aparte es suave. — dijo Sayho.
— Si, lo entiendo, pero ¿Por qué me lo cuentas?
— Es que tus manos son suaves, y me da cosquillas. — dijo Sayho esbozando una pequeña sonrisa. — Me gusta cómo se siente, pero me pone nerviosa.
— Ah, ya está — dijo Mey soltando un suspiro, no de cansancio, si no, de emoción.

Sayho comenzó a reír tenuemente cuando Mey yacía fuera del baño.

— ¿Qué ocurre Sayho? — preguntó Mey del otro lado de la puerta.
— ¡Meeeey, este brasier también se puede quitar por enfrente! ¡Este también tiene broches por enfrente!
— ¡Ay SAYHOOOOOOOOOOO! — Gritó Mey bajando la escalera poco a poco. — iré abajo a recoger el mierdero que hice. Tire el agua que iba a calentar.
— !Está bien! — se oyó el ruido sordo de la ducha corriendo.

Una vez todo seco en el primer piso, Mey oyó de arriba que Sayho la llamaba energéticamente. Con cansancio subió la escalera, viendo a Sayho sentada en el piso de la ducha con el agua corriendo.

— Aún sigues aquí, no te has ido Mey — dijo Sayho sollozando. — no te vayas Mey.
— No no, tranquila, yo no me iré, pasaré la noche contigo para que estés bien.
— ¿De verdad? — exclamó Sayho con cierta luz en sus ojos. — ¿De verdad te quedarás?
— Si, debo cuidarte. — dijo Mey inflando el pecho como si de un superhéroe, o superheroína, en este caso, se tratase.
— ¿Me ayudas con el cabello? No puedo lavarlo yo sola.
— Claro, voy para allá.

Al momento de abrir la cortina de la ducha, Sayho se puso de pie, olvidando cada pizca de recato que presentó anteriormente, y de un jalón metió a Mey con ella a la ducha. El agua estaba agradable, pero Mey no anticipaba lo que ocurriría, creyendo que era una jugarreta, Mey comenzó a hacer cosquillas a Sayho, y está respondiendo arrojando algo de agua a la cara de la pelirroja, para distraerla y hacerle cosquillas. La guerra de cosquillas las llevó a ambas al piso "¿Por qué no puedo tenerte solo para mí?"

— Es porque no me lo has pedido, — respondió en el piso de aquella ducha mientras el agua corría por el cuerpo de ambas. Mey algo confundida preguntó qué era lo que decía. A lo que Sayho respondió:
— Eso que dijiste, "Por qué no puedo tenerte solo para mí?", si no puedes, es porque no me lo has pedido. Dijo Sayho mientras que acomodándose para quedar frente a frente con Mey, susurró:
— ¿Es que acaso quieres esto? — dijo mientras tímidamente se acercaba a Mey para besarla. — por favor, permíteme hacerlo.

Mey, acorralada, sin opciones, y sin necesitar opciones, solo cerró los ojos, esperando el dulce sabor de los labios de su amada. Los segundos parecían horas, hasta que, con algo de dificultad escuchó: "Te amo Mey, permíteme ser yo quien te posea"

AmancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora