Capítulo 10 - Tu nombre

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"La lluvia huele muy bien hoy"

La fría mañana comenzó a dar sus primeros rayos del cálido sol a eso de las 9 de la mañana. Después del huracán de emociones que fue aquel beso que a Sayho tanto le costó dar, se encontraba preparando su desayuno cuando algo llamó su atención. En su puerta, varios perros se encontraban olisqueando algo. Apresurada, fue a echar a aquellos animales, que, aunque inocentes de vivir en la calle, era innegable el hecho de que dejaban todo sucio.

Al abrir la puerta, el horror se apoderó de ella, al ver un bulto de cabellos rojos cubierto con una manta delgada frente a su puerta, dando pequeños golpes en su puerta, imperceptibles pero constantes. Con miedo poco a poco fue levantando la manta, para ver qué había debajo de aquella manta. Una vez fuera, sus manos comenzaron a temblar, se dio cuenta que, lo que había en su puerta era Mey, cubierta únicamente con una manta y su pijama de Pikachu.

De inmediato llamó al número de emergencias, los cuales atendieron de inmediato. Una vez llegada la ambulancia, Sayho, queriendo subir con ella fue interrumpida por el fuerte brazo del paramédico que al grito de "¡Solo familia!" Apartó a la joven que, con las manos en la cabeza, temía lo peor. De inmediato entró a casa, y rápidamente se  vistió con lo que encontró. Unos jeans algo arrugados, una camiseta de Radiohead que presuntamente un ex se la regaló, una chamarra algo destartalada y unas zapatillas deportivas que le quedaban pequeñas.

Corrió al hospital donde creía que ella estaría, ya que, con el shock de la situación, no pudo preguntarle al paramédico donde la llevarían. Al parecer, su suerte no cambiaba, ahí se encontraba.

— ¡Señorita, no está entendiendo, necesito verla, necesito saber que está bien! — dijo Sayho alzando la voz, luego de pelear 20 minutos con la recepcionista de emergencias.
— Espere, el doctor que atendió a su amiga pronto vendrá a darle noticias de su estado.
— ¡Ahhhhhg! ¡Odio los hospitales! — gritó Sayho a los 4 vientos, completamente deshecha gritando.

Las horas pasaron. Ya la recepcionista, al ver que Sayho se acercaba al gran mesón, llamaba de inmediato a los guardias. No tenían la intención de echarla, pero sí evitar más molestias, y era evidente que ella era una.

— "Solo quiero saber cómo está." — dijo mientras se sentaba en el piso, apoyando la espalda contra la pared y escondiendo su rostro entre sus piernas.

— ¿A quien busca señorita? — dijo la amable voz de un hombre mayor.
— Si, si, busco a mi amiga. — dijo mientras lentamente levantaba su cabeza. Al darse cuenta que era un médico quién le hablaba, su semblante cambió a un rostro de notorio nerviosismo. — ¿Usted atendió a mi amiga?
— Puede ser, de recepción me enviaron con usted ¿Cuál es su nombre?
— ¿El mío? Sayho ***** . El de ella es Melissa *****. — dijo mientras trataba con todas sus fuerzas de mirar los papeles que con desánimo el doctor ojeaba.
— Si, Melissa *****, yo la atendí. Ella se encuentra estable, llegó con hipotermia y daños leves en manos y pies, cualquiera diría que corrió una maratón descalza. Está en la habitación 207, puede pasar a verla cuando guste.

El alma poco a poco le volvió al cuerpo, rápidamente, tomó el ascensor hacia el segundo piso, y llegó en un santiamén a la habitación 207. Allí se encontraba ella, únicamente despeinada, como si lo de la mañana no hubiera ocurrido, dormida como cualquier otro día. Con algunas heridas causadas por la helada y el agua fría, pero se encontraba ahí, con ella, y nada más importaba en ese momento. Pasó con sumo cuidado a la habitación, y tomó asiento en el gran sofá que ahí se encontraba.

Se quedó dormida, pensando en que aquella chica que se encontraba frente a ella, corrió toda la noche, descalza hasta su casa, con pijama y una manta, con el frío inmenso. Al tiempo, fue despertada por un leve roce en su cara.

Mey se encontraba frente a ella, de rodillas inclinada hacia su cara, acariciando ciertas partes de la misma. Sus labios, sus mejillas, sus orejas, su frente.

— No lo soñé — murmuró la pelirroja
— ¡¿QUE NO SOÑASTE, QUE?! ¡CASI ME MATAS DE UN SUSTO! — Dijo Sayho levantando levemente la voz, y deteniéndose al momento de que Mey con un notorio gesto de dolor se llevó las manos a los oídos. — Casi me matas de un susto — dijo ahora sí con la voz más quebrada.
— Si abriste, si abriste la puerta.
— ¿Qué tonterías dices?
— No abrías tu puerta, y no tenía mi teléfono para llamarte. Creí que moriría ahí en tu puerta. — dijo esbozando una sonrisa pícara.
— ¡No te…! — se interrumpe a sí misma suspirando. — claro que morirías, si no me percataba de que estabas, ahí habrías muerto y eso… y eso yo jamás me lo perdonaría… — dijo mientras pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos.
— ¡Pero si abriste, y aquí estoy! — dijo Mey con una sonrisa de oreja a oreja.
— ¿Acaso quieres matarme?
— Noup, solo estoy emocionada.
— ¿Por qué lo dices? — preguntó Sayho confundida.
— No espero que lo entiendas
— Quiero entenderlo. — replicó Sayho.
— Abriste algo más que solo tu puerta.
— Claro, abrí mi clóset, abrí la puerta del coche que me trajo aquí, abrí la puerta de la habitación en la que estás, abrí muchas cosas hoy, y por poco casi abro la cabeza de la recepcionista.
— ¿No te metiste en problemas?
— Afortunadamente no, creo que fue por el bien de la trama.

Ambas rieron un rato, hicieron bromas al respecto y terminaron abrazadas en aquel sofá.
— ¿Te sientes bien Mey?
— No… — Respondió la pelirroja girando la cabeza como si escondiera algo.
— ¿Segura? Si quieres llamo al doctor.
— No es eso.
— Entonces ¿Qué es? — pregunta Sayho al oír un leve sollozo por parte de la pelirroja. — ¿Qué tienes?
— Me enfureces Sayho. Odio tus métodos, odio que todo sea tan complicado, no puedo entenderte.
— ¿Por qué me dices esto?
— ¡ahhhhg!, es estúpido pedirte que lo entiendas sin decirte que sucede. ¿De verdad quieres saber el por qué de estar en tu puerta toda la noche, mojada y con frío? ¿De verdad no logras unir las piezas?

No lo digas de esa manera.

— No Mey, te juro que no te entiendo, no sé qué… — dijo Sayho siendo interrumpida por Mey.
— Esto te ayudará. — Al momento tomó a Sayho por el cuello de la playera, y la acercó a ella para besarla. — ¿Recuerdas esa sensación o estabas demasiado ebria como para saber qué pasaba?
— Si lo recuerdo. — dijo Sayho apartando la mirada. — Recuerdo exactamente cómo se siente.

No funcionará, no te arriesgues por nada.

— ¿Fue genuino?
— ¿A qué te refieres?
— No puede ser… creo que esperar que lo entiendas solo será peor…

¡NO LO HAGAS DE ESTA MANERA! ¡TODO SERÁ DIFERENTE AHORA!

— Es lo que deseo. — murmuró, para al momento, mirar a la chica a quien tenía firmemente tomada de los hombros. — … La verdad Sayho, es que te amo, te llevo amando desde hace mucho tiempo, el no saber si tú sientes lo mismo me quema por dentro. Solo quiero saber si tú sientes algo, una mínima esperanza y todo en mi vida mejorará, porque te juro que estoy perdiendo la cabeza. — dijo mientras, con lágrimas en los ojos besaba a la joven.

Los ojos de Sayho también se llenaron de lágrimas, su rostro era de una expectativa cumplida, un sueño realizado. Se le fueron las palabras y lo único que pudo responder fue "Si" para luego besar la frente de la pelirroja, el primero de tantos que harían de esta relación lo más bello que he podido llegar a ver.

La hora de visita había acabado. Con el ajetreo, Sayho no se dio cuenta que llovía, pero eso no le molestaba, la lluvia huele muy bien hoy.

AmancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora