IV.

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Nota (07/01/2024): Debido a ciertos comentarios tengo que poner esta advertencia para los nuevos lectores (y pido disculpas a los que se aventaron el fic sin una advertencia ENORME, aunque en los tags ya está dicho, pero es mi culpa pues sé que ya nadie suele leer los tags) en fin, no sé cómo encontraron esta historia, si les apareció, vienen de algún otro fic mío o simplemente lo encontraron en alguna lista de lectura, no importa, sin embargo he de decirles que si vienen buscando algo soft, lindo o con un FINAL FELIZ NO lo van a encontrar aquí, sigan buscando y por su bien físico y mental váyanse, no busquen algo que saben no quieren ni necesitan.

***

Plan b, y no la de Es un Secreto, le quedaba huir, como siempre, o cumplir con su parte de la estúpida petición que hizo hace algunas noches mirando a la luna.

Lentamente, temiendo respirar demasiado rápido y hacer enojar al Señor Bestia, se volteó con la mirada en el suelo. Su nuez de Adán en crecimiento se movía nerviosamente.

“Mm-, h-hola, Señor Bes-bestia.” El aroma se intensificó, era como si pasara de oler a una Bestia a estar encerrado en una cápsula con solo su sudor como fuente de respiración.

Se carcajeó. El maldito se carcajeó.

Levantó un poquito la vista, mirando por el rabillo del ojo al trabajador que, al mirar la escena, de paso en paso fue hasta desaparecer de la vista y posiblemente esconderse en su baño. Cobarde.

El pequeño Izuku, en su niñez, deseó ser un importante ejecutivo jurisdiccional que apelara contra las injusticias que ocurrían en el mundo todos los días. Aquel deseo empezó cuando, en un programa de T.V gratuito, un grupo de grandes Bestias Machos comentaban de forma bastante vulgar y altanera sucesos que ocurrían, y, ellos, con sus estudios jurídicos, decían y expresaban sus asquerosos pensamientos en cuanto a los humanos.

Aquellos machos destilaban masculinidad, e Izuku deseó, incluso así de pequeño, tener el poder de mandarlos a callar y hacer justicia, por todos aquellos, hombres y mujeres, que perecieron creyendo que debían doblegarse ante las Bestias.

Tiempo después, su madre le pidió disculpas de rodillas, llorando, pues su bebé jamás conocería ese ámbito laboral; la culpa era de ella, al no aparearse con un Macho. Pues era bien sabido de dónde salían las Bestias:

Tomaban humanas hembras con vagina, de buena gana o no, insertaban su semen y siempre salían Bestias Machos. Claro que después se confirmó que aquello era mentira, y que, en menores ocasiones, pero ocasiones al fin y al cabo, nacía una Bestia Hembra.

Tal vez si ella hubiera copulado con un Macho, la vida de su bebé sería más llevadera. Pero ya no vale llorar sobre la leche derramada. Y, si le preguntaran a Izuku, se ahogaría en un popote antes que decidir ser una Bestia.

Y por todo aquello, recordó cómo leía en foros las anécdotas que contaban los humanos, que al ver una Bestia se te olvidaba todo. Que si pensabas que algún día te pasaría y podrías hacerles frente, eras un estúpido, que las extremidades se te adormecían y la garganta se te cerraba, que sólo podías pensar en llorar, que el mundo se acababa. Y él no quería eso para sí, el deseaba ser valiente y poder, al menos,  huir.

No tengas miedo, cachorrito. Vine sólo porque me lo pediste.”

“No tengo miedo, Señor Bestia.”

“¿Ah, no? Y... ¿Por qué te tiemblan las piernas, eh, chihuahua?”

Quería ser fuerte, pero la voz de barítono, gruesa, baja, casi siseante, le ponía los vellos de puntas. Y ya no importó nada, ni sus charlas nocturnas ni sus meditaciones en las cuales imaginaba qué diría o haría al conocer al Señor Bestia.

Ocultó sus manos en los bolsillos de la sudadera, limpiando el poco sudor que salía de ellas producto de la ansiedad, el miedo y la ira.

Estaban a, al menos, un metro de distancia. El olor del Macho era tan potente que la peste a sangre y sudor le pegaba, justo como si estuviera embotellado en una maldita sala de Saw Game.

“¿Podemos... Hablar, en un lugar más... Privado...? ” Se odió por lo dubitativo de su voz, pero se aplaudió mentalmente por controlar su temblor.

La Bestia solo asintió, con el entrecejo fruncido y la picuda sonrisa en sus pálidos labios.

Sin previo aviso, tomó a Izuku de la solapa de su sudadera, por el cuello, justo como si tuviera un collar, y los dirigió hacia la salida. De paso, dejó un par de billetes en el mostrador, sin molestarse en ver al cobarde humano agazapado en la esquina.

Izuku tenía las mejillas pecosas bien coloradas, pues jamás había tenido un contacto tan íntimo y, a su ver, especial, con alguien además de su madre, quién nunca le tomó del cuello como si fuera un cachorro.

Lo sacó a la calle, guiando su camino hasta un estacionamiento lateral que estaba vacío, pues era muy temprano todavía. Se acercaron con paso apresurado a una Toyota de cuatro puertas bastante bonita, de un portazo la Bestia abrió una puerta y, como si de un adorno de navidad se tratara, subió a Izuku con una sola mano.

Bordeó el picá y subió por su lado. No arrancó, sólo prendió el aire acondicionado y se quedó ahí, quieto. Dejando que el pecoso se recuperara del shock de todo. El macho estaba tranquilo, pues la sumisión del humano le encantó.

Izuku inspiró aire, error. El auto apestaba a Macho, esa combinación asquerosa que, con el paso de los minutos y de llevar semanas envuelto en ella, le causaba menos repelús.

Tosió un par de veces, tratando de remediar su error. Incluso se atrevió a levantar la mirada y observar al Macho, que no desviaba su vista de él. Sus manos se movían incómodas, entrelazadas o no, sonando sus dedos.

Finalmente, cuando notó que la Bestia no iniciaría la conversación, se tragó su ansiedad social y verbalizó sus dudas.

“¿Usted es... El Señor Bestia que me reclamó...?”  Algunos creerán que era una pregunta tonta, pero en realidad no. Era imperativo que supiera desde ya si sus conjeturas eran las correctas, si el Macho iba en serio con su maldito comportamiento psicópata y obsesivo. Si el Macho le quería.

humano || katsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora