Nota (07/01/2024): Debido a ciertos comentarios tengo que poner esta advertencia para los nuevos lectores (y pido disculpas a los que se aventaron el fic sin una advertencia ENORME, aunque en los tags ya está dicho, pero es mi culpa pues sé que ya nadie suele leer los tags) en fin, no sé cómo encontraron esta historia, si les apareció, vienen de algún otro fic mío o simplemente lo encontraron en alguna lista de lectura, no importa, sin embargo he de decirles que si vienen buscando algo soft, lindo o con un FINAL FELIZ NO lo van a encontrar aquí, sigan buscando y por su bien físico y mental váyanse, no busquen algo que saben no quieren ni necesitan.
***
Reclamo. Incluso la palabra en sí tiene peso. Pertenecer a alguien, que un tercero crea que le perteneces, ponerle pertenencia a un ser vivo, a un humano que debería de ser libre, pero que no lo es.
Pues para serlo tendría que cumplir con alguna de las siguientes características:
Ser increíblemente rico para poder tener privilegios y comprar la libertad junto a protección. —Aunque esto no te asegurará nada, simplemente será una... Ayuda extra.—
O
Nacer Bestia.
Entonces, cuando Midoriya no era ni uno ni lo otro, tocaba aguantarse, respirar bien profundo y no llorar, por más que deseara llorar jamás les daría esa satisfacción. En él quedó grabada la frase de Todoroki Enji, un poderoso ícono Bestial que ofreció una entrevista y en la misma soltó una cantidad enorme de comentarios machistas, xenófobos, racistas y degradantes, pero entre todo aquello, uno le caló fuerte:
“Cuando los humanos lloran, incluso a más de 20 metros, incluso si una pared nos divide, lo olemos. Y es tan excitante saber que les damos terror.”
Si, prefería aguantarse las lágrimas y el terror.
En su infancia, e incluso ahora de adolescente, le encantaban los videojuegos, pero había uno en particular que le parecía muy... Preciso: Five Night's at Freddy's.
Claro, en aquel momento la adrenalina y el miedo no eran algo malo, eran sentimientos que le llenaban el corazón de alegría y lo hacían pasar las horas de soledad durante las que su madre trabajaba, más llevaderas.
Pero ahora podía entender el terror del protagonista al sentirse acosado, acorralado y vigilado. Había escalado, de nueva cuenta.
Su pequeño peluche de T-Rex que lo había acompañado durante su infancia y durante largas noches de insomnio, había desaparecido.
Pero el secuestro de su compañero no era lo que lo aterrorizaba, sino el hecho de que, en el lugar en su cama donde siempre descansaba el peluche, solamente estaban un par de botones: los ojitos de su dinosaurio.
En aquella noche se permitió llorar, enterrado entre mantas de felpa, papas fritas, su laptop y auriculares, se dejó llevar por la angustia y el cansancio que aquella situación le ocasionaba. ¿Qué importaba ya si a el maldito psicópata se le ponía dura?, ¿Qué mas daba ya, si le había dejado de esa forma?
Durmió acurrucado como un bebé, su madre pasó a verle en la madrugada, abriendo ligeramente la puerta, sonriendo con cariño al notar que su niño dormía plácido y sin preocupaciones.
Cuando despertó, el olor a sangre era particularmente más abundante, aunque, de forma perversa y que logró hacerle pensar a Izuku sobre su estabilidad psiquiátrica, un poco dulce, casi cariñosa. Le hizo creer de forma absurda al pecoso que la Bestia que lo había reclamado le estaba pidiendo disculpas, pues a eso olía. Imposible.
Los Hombres Bestias jamás piden disculpas, porque jamás se equivocan.
Y en aquel punto era más que obvio que la Bestia era o bien, particularmente tímida, o era un raro de mierda, pues su comportamiento estaba errando un poco de lo que ya conocía durante su corta vida.
Trataba de no dejarse llevar por estereotipos, pues entendió —a las malas— que aquello no llevaba a nada bueno. Nunca.
Pero era complicado, pues sus únicos ejemplos de Hombres Bestias eran, naturalmente, unos capullos.
Aquella mañana fue muy buena, según Izuku. Desayunó, se arregló y tranquilamente se fue a la preparatoria con el aroma a óxido ya por completo en su piel y en su mente, a éste punto ya no lo sentía ajeno, sino propio. Y sabía que estaba enfermo.
Su ropa continuaba perdiéndose día con día sin esperanza de volver, con extraños patrones de conducta hasta que sucedió:
Ropa nueva comenzó a aparecer mágicamente en su ropero.
M I E R D A.Incluso aquello no logró que abriera el hocico y contara sus problemas, en su lugar optó por lo más fácil: ignorarlo. No sin antes hacer un estúpido comentario con la esperanza de sonar valiente.
“Señor Bestia, ¿Por qué mejor no me compra calzones como los que se robó? Estaban suaves.”
Sabía que era un estúpido, y que eso no era sin más otra entrada a que ingresara aún más a su hogar a codazos y aroma fuerte, y a pesar de eso le picaba un huevo.
Y, efectivamente, sus preciados calzones de edición limitada de Yaoyorozu-San aparecieron. Con un aroma ATROZ a Bestia, y sudor y sangre. Parecía enfadado.
Con la costumbre ya demasiado implantada en él, Midoriya pudo proceder a lo más sencillo; normalizar tooooodo eso. Y aceptarlo.
Ya, sin más, un pobre diablo puede con un psicópata. ¿Cómo de que no?
Al fin y al cabo, nunca tuvo amigos cercanos, ni familia cercana, eran solo su madre y él contra el mundo. Si podía proteger a su mamá, ¿Qué importaba si él decidía ser un mantenido y fracasado de mierda? Podía vivir con éso, él podía. Pero... ¿Eran esas realmente las intenciones de la Bestia...?
“Señor Bestia... Con todo el respeto, me gustaría hablar con usted... Por favor.” El momento más esquizofrénico de Midoriya Izuku.
Solo podía esperar a que la Bestia respondiera... E Izuku sabía que era un macho, no tenía pruebas pero tampoco dudas, pues en su pequeña cabecita era imposible que hembras tan bellas como lo eran las Bestias olieran así de asqueroso a semen, sangre y sudor.

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humano || katsudeku
FanfictionEn un mundo donde más del 80% de las personas tienen ascendencia bestial, Izuku solo puede desear tener una vida tranquila. Después de todo, él no es más que un simple humano con la esperanza de cumplir su mayoría de edad sin ser secuestrado para sa...