V.

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Nota (07/01/2024): Debido a ciertos comentarios tengo que poner esta advertencia para los nuevos lectores (y pido disculpas a los que se aventaron el fic sin una advertencia ENORME, aunque en los tags ya está dicho, pero es mi culpa pues sé que ya nadie suele leer los tags) en fin, no sé cómo encontraron esta historia, si les apareció, vienen de algún otro fic mío o simplemente lo encontraron en alguna lista de lectura, no importa, sin embargo he de decirles que si vienen buscando algo soft, lindo o con un FINAL FELIZ NO lo van a encontrar aquí, sigan buscando y por su bien físico y mental váyanse, no busquen algo que saben no quieren ni necesitan.

***

“Si, cachetón. Yo seré tu Señor Bestia. Aunque no pareces muy feliz. ¿Sabes lo malditamente suertudo que eres como para tenerme a mí, Bakugou Katsuki, como tu Macho...?”

Rebobinemos. Izuku quiere pegarse un tiro de la manera menos graciosa y sarcástica de la frase. Él, ¿Feliz porque un psicópata se obsesionara con su trasero pecoso y decidiera reclamarlo?, ¿Él?

Incluso la peste pasó a segundo plano, la ira burbujeó como un maldito volcán, Izuku estaba harto. Y, como siempre, con una sobrecarga de ése tipo en su estabilidad mental, hizo lo que siempre hacía:

Se puso a llorar.

De impotencia, de miedo, de ira, de voluntad. Desechó sus sentimientos tan en la superficie en un mar de acuosos lagrimones que ya habían manchando todo el rostro medio infantil medio adulto de Izuku.

La Bestia se crispó, con su cabello ya de por sí en picos, mucho más levantado. Levantó sus manos con almohadillas rosadas, que en aquel cuerpo tan varonil se veían adorables, fue un pensamiento fugaz en Izuku, pues estaba más que ocupado con su crisis.

Entonces, además de ser acosado y temerle a la Bestia, con ganas de cagarse en cima de todos sus muertos, ¿Tenía que estar feliz?

Con sus puños se limpió los cachetes, tratando de respirar más profundo, pero incluso así en cada inhalación su mente se llenaba del olor del Señor Bestia sin poder concentrarse en nada más. Así como así, toda su atención nuevamente fue eclipsada por esa asquerosa fetidez llena de sudor y sangre.

Quería a su mamá, estar entre sus rechonchos y calentitos brazos que le prometían protección y seguridad. Estaba aterrado.

Bakugou estaba confundido. Pensó que sabía cómo hablar para con su conquista —menor de edad— para hacerlo desear y brincar de felicidad por que él, el gran Katsuki Bakugou, lo eligió como integrante inicial de su, básicamente, harén.

Pero nada parecía estar llendo como debería, el pecoso no estaba raccionando como sus otros posibles humanos, parecía más... Asustado. Él había creído que su reclamo había ido viento en popa; pues el mocoso no había tirado sus regalos ni el peluche que tan amablemente marcó para que no se sintiera solo.

De cualquier forma, no le importaba su opinión.

La mano del pecoso temblaba, no había que olvidar que hace no mucho había sido quemaba con café hirviendo y esa mierda dolía. El macho hizo una mueca, no le gustaban los humanos llorones, no era fan de obligarlos a coger con él, si se notaba que los obligaba, ¿Cómo se iba a divertir?

Así que suspiró, buscando bajo el salpicadero un paquete de toallas húmedas, tomó con cuidado la mano recién quemada del menor y el pasó la toallita con cuidado, tratando de quitar el ardor.

Los temblores e hipidos de Izuku sólo acentuaban su carita llorosa y roja.

“Ya mocoso, tranquilízate. No me gusta obligar a mis humanos a que acepten ser míos, pero aún así jamás dejaré que otro imbécil te tome como suyo.” No podían pedir más de un wey que prácticamente era un salvaje. No le importaba lo muy red flag que sonaba.

Izuku quería calmarse, enserio quería dejar de sollozar, creía que estaba viéndose como un dramático de mierda, pero su cuerpo no le respondía, solo temblaba con más fuerza. Sentía que algo no estaba bien, su cuerpo se lo decía, pero su mente era otra cosa.

Aunque aquella afirmación del Señor Bestia Bakugou-san era bastante atemorizante, al pecoso le pareció perfecta con la peste de fondo endulzando el ambiente.

“N-no pu- hip PUEDO dej-dejar hip de llo-llorar”  y se largó a llorar de nuevo, pues no podía parar y aquello lo aterraba.

La almohadilla del macho nunca dejó de sostener su mano lastimada, y pronto comenzó a analizarla; parecía que al mocoso le gustaba la cocina o bien quemarse con sartenes, cortarse con cuchillos y picarse con tenedores, pues su mano estaba llena de marquitas que todo aspirante a cocina tiene.

Sin duda La Bestia se estaba desesperado, por un lado no iba a dejar al humano que estaba aterrorizando ahí solo a las siete de la mañana, y por otro lado tampoco sabía cómo calmarlo. Lo iba a arreglar, sin duda, pero debería de llamar a Todoroki antes de hacer cualquier cosa, por apoyo.

Izuku estaba a punto de jalarse los rizos de pura impotencia, entre su ataque de pánico injustificado.

“¿Te gusta la cocina, llorón?” Hizo la pregunta sin pensarlo mucho, como tanteando si podría sacar de su burbuja de lamentos al morrillo. Necesitaba distraerlo.

“¿Eh?.. Mph. Sí, me gusta... M-mi mamá dice q-que soy bueno” Por fin su voz empezó a regularse, después de inhalar fuerte un par de veces. La mierda del mitad-mitad sí servía.

“¿Sí?, ¿Sabes hacer postres, cachetón?” Había encontrado el maldito punto para hacer calmar al niño.

Izuku se sonrojó por el apodo, cachetón, a él le gustaban sus cachetes, sentía que le daban personalidad.

“Sí, pasteles y, eh, muffins... Mmh, le puedo hacer, si, si gusta...” se dejó caer contra el asiento del carro, sintiendo la suavidad y por fin saliendo de su ataque, se sentía que volaba.

“Si, claro. ¿Estás mejor?” Izuku asintió, sin ganas de moverse más de la cuenta, estaba agotadísimo. Llorar cansaba. Una toallita se acercó a su rostro, miró al Señor Bestia, a su Señor Bestia, le asintió y por fin le limpió el rostro del rastro de lágrimas.

Se callaron. Todo el coraje del menor se había ido, teniendo ahí al lado a su abusador solo quería enterrar el rostro entre esos amplios pectorales y no salir jamás de aquella peste que le convirtió en jalea el cerebro.

Como si con esa acción pudiera sacar todas sus preocupaciones; Izuku suspiró largamente.

¿Realmente quería que aquel Señor Bestia se lo llevara? No parecía algo particularmente horrible, ahora que lo conocía. Pero eso no quitaba que había estado de psicópata obsesivo durante medio maldito año. Quería irse con su mamá. Necesitaba a su mamá.

“¿Por qué  se llevó mis calzones de Yaoyorozu-San? Nomás me regresó un par, eran alrededor de cinco.”  Tal vez no era la mejor pregunta que hacerle de forma oficial al macho, pero él enserio quería de vuelta sus calzones edición limitada originales ultra suaves de su mayor ídola; la belleza de Bestia de Yaoyorozu-San.

El macho gruñó, haciendo una expresión de estreñido. No me gustaba que la cara de esa perra estuviera tan cerca de mi culito.”

“Ah.” 

humano || katsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora