8. Capturada

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Mientras tanto en Italia en casa de Bárbara y su esposo Ángelo.

—¿Hasta cuando vas a seguir metida aquí? ¿Acaso ya no firmamos el divorcio? ¿No tienes un poquito de dignidad para largarte de una vez? — decía Ángelo molesto mirando a Bárbara, quien no podía más de la vergüenza y la pena.

—Sabes que estoy vendiendo todas las cosas de valor que tengo para comprar mi pasaje de avión, y tener lo mínimo para arrendar un lugar para vivir cuando vuelva.

—No me interesa dónde te largues, pero vete de una vez. Me molesta ver tu cara. Tú y tu familia son una vergüenza, cuanto más tiempo pases aquí más expuesto estamos nosotros que somos una familia decente, al escarnio de los medios de comunicación. ¡Solo vete de una maldita vez! — le gritó Ángelo.

—¡Por dios no tienes un mínimo de consideración! ¡Tengo un mes de embarazo de tu propio hijo! Si no te quieres hacer cargo está bien, pero no puedo ir a dormir a la calle hasta que tenga dónde estar. — lloraba desconsoladamente Bárbara.

—Eres una maldita molestia, ¿Cuál es tu afán de no abortar ese bastardo? ¡Ni pienses que vas a recibir dinero a cambio de él ni el apellido!

Bárbara lo miraba con el corazón hecho pedazos. No podía creer que el hombre con el que llevaba tres años de matrimonio y que hasta hace poco era su amado esposo, cambiara de esa manera.

Todavía tenía en su mente la felicidad del día de su boda, los besos, las caricias y las palabras de amor que tenía con ella. Pero incluso antes de que se supiera lo de sus padres, ya había notado cambios en su esposo.

Solo recordaba cómo le insistía él que quería un hijo y ella se preocupaba por concebirlo, para sellar su amor. Pero el hombre que ahora tenía en frente era un extraño. Hasta sus gestos de desprecio y su tono hiriente le eran desconocidos, como si en verdad nunca hubiera sabido quien era realmente Ángelo.

Bárbara pensaba que quizás no era solo el escándalo de sus padres lo que provocó la ruptura, si no su incapacidad de concebir. Pero ahora que por fin tenía un bebé en su vientre, él le exigía que lo aborte.

Entonces llamó a su única amiga en ese país, ya que su hermana Regina estaba en otra ciudad en similares circunstancias.

—Hola, ¿Antonella? — habló con voz ronca por el llanto.

—¿Bárbara, estas bien? — preguntaba Antonella.

—Necesito un favor, no sé si puedas ayudarme...

—Dime que es, a ver si está en mis manos. — respondió Antonella.

—Necesito un lugar donde dormir hasta que termine de vender mis cosas de valor. Ángelo me arma un escándalo todos los días para que me marche, y no quiero gastar lo poco que tengo en hoteles, lo necesitaré para volver a mi país.

—Claro Bárbara, tengo una habitación pequeña, pero puedes venir, yo te ayudo a vender tus cosas.

—Gracias amiga, no sabes lo que significa tu ayuda en estos momentos. — sollozaba Bárbara y las lágrimas le impedían seguir hablando. Tras largo rato sin decir nada, su amiga habló.

—Guarda tus cosas, mañana voy a buscarte. No tienes por qué seguir aguantando a ese idiota, te vienes conmigo y yo te haré compañía hasta que vuelvas a tu hogar con tus hermanas. — la consolaba Antonella.

—No sabes lo que significa tu apoyo para mi...— apenas salían las palabras de la boca angustiada, hasta la muerte, de Bárbara. El futuro incierto la cubría como una mortaja e inconscientemente tocaba su vientre con sus manos temblorosas.

—Mañana voy temprano con una camioneta para cargar tus cajas y maletas, cálmate y guarda tus cosas, ya no pienses más. Mejor estar lejos de ese infeliz, vivirás mejor con tus hermanas.

Enemiga del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora