47. Acercamiento Desesperado

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En la prisión Amaro se paseaba con la confianza de alguien que ha estado toda su vida en ese ambiente.

El primer día que llegó, tres prisioneros lo estaban molestando en la hora del almuerzo. Como todos sabían que había sido un multimillonario, pensaron que sería de carácter débil. Un hombre elegante y cobarde, con el que podrían divertirse.

Pero Amaro cuya humanidad había sido sepultada junto con toda su descendencia, y ocultaba cicatrices en su cuerpo dignas de un monstruo, ya no le temía a la muerte. Pues nada más tenía que perder.

A lo sumo deseaba la libertad, para arruinar la felicidad de los que consideraba sus enemigos.

Le hubiese bastado irse de este mundo luego de haber atormentado a su hermano Mateo, y haber sentido la satisfacción de someter a Sabrina, al menos un tiempo.

— ¡Miren, aquí está el maldito mafioso!, miren al maricón. Aún con ropa de preso destila elegancia. Se cree mucho, aunque todos dicen que todo lo que consiguió en la vida, lo hizo de la misma forma en que sobrevivimos nosotros. Pero él era tratado como un señor. Como engañan las apariencias. — dijo uno que tenía tatuajes en su cara, perteneciente a una pandilla muy reconocida en la ciudad.

— Sí, basta ponerte ropa cara, un perfume costoso y toda la basura se vuelve más valiosa. ¿no es eso cierto su majestad? ¿quisieras pedir a la cocina algo especial? ¿aquí la gente como tú puede con dinero comer mejor sabes? — dijo el segundo.

— No viejo, ya no puede, le quitaron todo y se lo dieron a su hermano. Ahora no tiene ni una moneda en sus bolsillos. Ya no vale más que la basura que pisan sus pies. No pierdas tu tiempo ofreciéndole cosas que no puede pagar. — dijo el tercero y todos reían.

Entonces el que tenía tatuajes en su cara, tomó de la bandeja de Amaro el vaso plástico que estaba lleno de jugo. Y tuvo la idea de arrojarlo a su cara, y cuando lo hizo, todos los presentes se reían y se burlaban.

Luego los otros dos se encargaron de tirar toda su comida al suelo.

El de los tatuajes, agarró a Amaro del cuello de su uniforme y lo obligó a ponerse en pie.

— Ahora quiero que te pongas a comer del piso. Tus días de lujo han acabado. — reía el pandillero y se dispuso a hacer fuerza, para obligar a Amaro arrodillarse.

Amaro con un giro rápido de sus manos, soltó las manos del pandillero de su cuello. Y con todo su odio, sujetó firme la cabeza de quien lo molestaba, estrellándola contra la esquina de la mesa. Sus movimientos tan rápidos y fuertes, no eran esperados por los otros dos reclusos. Que no pudieron impedir, que el prisionero de los tatuajes, terminara en el suelo con su cabeza partida. Inmóvil y perdiendo mucha sangre, parecía que lo había matado, todos en el comedor pudieron escuchar el tremendo golpe. Un estruendo tan seco que estremecía el corazón.

No solo partió su cabeza, dado que la mesa era de acero inoxidable, era muy probable que no sobreviviera a ese ataque.

En segundos los otros dos, se abalanzaron contra Amaro. Y el antiguo CEO, en el forcejeo, tomó la bandeja para defenderse con ella, dejando la nariz rota del segundo, partiéndole una ceja y su rostro lleno de sangre. A punta de duros golpes, con una fuerza inusitada.

Mientras el tercero le descargaba golpes de puños y patadas.

Cuando estuvo solo con él, el resto de los prisioneros miraban con asombro, sus ojos fríos y asesinos, antes de lanzarse al cuello que pese a que llegaron los guardias no soltaba.

Varios guardias se esforzaron por salvar la vida del tercer recluso que molestaba a Amaro, pese a que el antiguo CEO no era un hombre joven. Les costó trabajo reducirlo.

Enemiga del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora