2. La Boda

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*Narra Andy

Nací en una familia acomodada con un padre que tenía una empresa en el área de las tecnologías de las comunicaciones. Demasiado trabajador para mi gusto, casi no lo veíamos, y siendo sus hijas tenía que buscar lugar en su agenda para tener algunas actividades con nosotras.

No me puedo quejar que fuera un mal padre, siempre supe que se esforzaba demasiado por dejarnos un importante legado. Desde muy niña, me daba cuenta como llegaba cansado en las noches, y con él aprendí a distinguir en las expresiones humanas todas las emociones negativas que puede sentir una persona. Sobre todo, cuando las cosas iban mal en la oficina.

Mamá se encargaba de nuestro cuidado a tiempo completo, y de todas las actividades típicas de las damas de alta sociedad. Dejó de lado su carrera por estar con nosotras, y cumplir con todas las actividades de ese entorno social.

Salidas a tomar el té para que socialicen las madres y se conozcan los hijos, las actuaciones en los colegios, reuniones de padres, obras benéficas, cumpleaños y hasta acuerdos para unir dos familias por medio del matrimonio.

Si, en pleno siglo moderno, todavía existen padres que quieren que sus hijos no salgan del círculo acomodado por el que luchan a diario. Y a propósito buscan que se junten entre jóvenes del mismo estatus social y en lo posible se enamoren y casen; siempre y cuando la unión de ambas fortunas sea conveniente.

Como una pequeña corte real.

En definitiva, era una cuestión de mantener el status, la ropa que llevan tus hijos, al colegio que van, con quien te juntas, cada detalle contaba. Todo un mundo donde las esposas y los hijos de los hombres más importantes del entorno capitalista se mueven. Y no era por una frívola razón.

Juntar a un grupo de niños ricos a jugar era para crear futuras cooperaciones y alianzas, en el área empresarial, porque de una u otra manera, todo en las grandes ligas se mueve y avanza según el número y calidad de contactos que tengas.

Mis dos hermanas mayores en todos los grupos eran las pequeñas y perfectas princesas. De modales intachables, gracia aristocrática y cuando fueron más grandes las rompecorazones de carteras Prada, zapatos Gucci y perfumes hechos por pedidos especiales y personalizados. Y con una habilidad natural para diseñar, y gusto por la moda en ropa, joyas, accesorios y otras cosas.

Cuando terminaron la universidad, se casaron por supuesto con jóvenes apuestos e igual de adinerados que ellas. Los matrimonios perfectos, que hasta salieron en portadas de revista, como la próxima generación de empresarios bellos y poderosos.

Por mi parte yo no heredé de mi madre su hermoso cabello rubio, y sus deslumbrantes ojos verdes, tampoco esa gracia natural. Me parezco a mi padre, cabello largo sí, pero oscuro. Piel blanca y mamá dice que unos fríos ojos azules que debo maquillar para verme más fina y delicada.

Y creo que también heredé el gusto por el trabajo de mi padre, si en algo destaco es en las calificaciones, la habilidad para aprender de todo, y me fascina todo lo que tiene que ver con la tecnología. En lugar de una cartera Prada prefiero un dron con cámaras de la más alta resolución disponible, y hacer tomas aéreas espectaculares.

Me fabrico mis propios video juegos, y tengo muchos seguidores en las redes sociales donde mi contenido se basa en aprender a programar, diseño de contenido multimedia y comentarios acerca de equipos digitales en tendencia.

Y leo todas las revistas de este rubro para estar al tanto de los avances tecnológicos y demás cosas por el estilo. Incluso un canal en donde muestro como hacer recetas, ya que me relaja cocinar.

Se me da tan bien el estudio que terminé el instituto y la universidad antes de lo previsto. Mi mamá me ayudó desde pequeña a adelantar cursos, y tener muchas actividades extracurriculares que formaron mi capacidad de aprendizaje rápido.

Enemiga del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora