—Anímate, la pasaremos increíble —mi mejor amiga sonrió mientras guardaba el último bolso en el maletero.
—Sí, lo que digas —rodé los ojos y subí a la parte trasera del auto, justo al lado de la ventana.
La escuché bufar y quejarse con Noemí, simplemente negué con la cabeza. Ellas no entenderían el por qué no quiero, no puedo, ir al campamento. Ni siquiera mi familia lo había entendido, automáticamente me habían tratado de loca y me enviaron a un psicólogo en cuanto pudieron y luego a un psiquiatra. No necesitaba pasar por eso otra vez, así que me quedaría callada. Lo único que me reconfortaba, aunque también me producía terror, es que Daiki, mi novio, también estaría allí.
Luego de cinco largas horas de viaje, llegamos al campamento. Al bajar del auto, Daiki se acercó a nosotras y nos ayudó a bajar las maletas. Mientras las chicas llevan sus cosas a la cabaña, yo me quedé hablando con él en el exterior.
—Te extrañe —me dijo— deja de huir cada vez que mencionan este lugar.
Sonreí y lo abrace.—Lo siento —lo miré apenada— Sabes que aún no lo supero —suspiré— También te extrañe.
—Y tú sabes que cuentas conmigo para todo. No huyas de mí —besó mi frente— Por favor.
—Está bien, está fue mi última huida. Lo prometo.
Iba a tomar mi bolso para ir hacia la cabaña, pero él lo agarró antes.—Te acompañaré.
Asentí y ambos caminamos en dirección a donde me quedaría. Hablamos de lo que él hizo en mi ausencia y luego me preguntó a donde me había ido. En eso, pasamos por un árbol grande y viejo, donde no pude evitar quedarme parada, observándolo.
Todos los recuerdos llegaron a mí de golpe.
Contemplé como mi hermana se desvanecía, desangrándose en mis brazos y aquella criatura me miraba fijamente, con una sonrisa.
—Crystal —susurró Andrea— corre, corre lejos—iba a negarme— No dejes que te atrape, corre.
Solté a mi hermana y, aún con las piernas temblando, comencé a correr lejos de ahí. Me metí entre los árboles, intentando perderla. Me coloque detrás de un árbol grande y viejo. Podía oír sus pisadas y el sonido de engranajes girando, moviéndose, acercándose a mí. Solloce, iba a morir ahí.
—Aquí estás, pequeña Crystal —pegué un grito y me separe del árbol, pude verla frente a mí ahora— No tienes a donde huir.
Caí de espaldas al piso y empecé a arrastrarme lejos de ella. Observe su cabello pelirrojo, con tonos rosáceos. Sus ojos eran grandes y verdes, llenos de malicia. Su sonrisa se extendía de oreja a oreja y llevaba un vestido rojo y unas botas negras. Parecía humana, hasta el momento en el que posabas tu mirada en su cara y sus manos. Sus manos, que parecían las de un muñeco de madera, eran un tono más oscuro que el resto de su piel y en la punta de sus dedos colgaban varios hilos blancos. En la cintura de su vestido llevaba un machete largo.
— ¿Q-quién eres? —Tengo muchos nombres, pero tú puedes llamarme "La titiritera" —ella rió tan fuerte que me aturdió. Era un sonido estridente, horrible.
Ella aprovecho para acercarse, pero en eso se escucharon voces que gritaban mi nombre. Reconocí la voz de Daiki y de uno de los ayudantes. Ella gruñó, mirando hacía donde provenía la voz y luego me miró a mí.
—Nos volveremos a ver, eso tenlo por seguro — luego se metió en el árbol.
—...Y como te había dicho, nos volveríamos a ver —mis ojos se abrieron al escuchar esa voz.
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Nuances D' Darkness
Horror"Ni en tus sueños estás a salvo" Antología de fantasía oscura, thriller, terror y suspenso