—¡Ágata! ¡Ágata! ¿Dónde estás? —Ninet retiró las sábanas de sobre su cuerpo con un rápido movimiento, incorporándose con la velocidad de un rayo.
Alisó sus negros cabellos y exploró la habitación, emitiendo un bufido de irritación al no ver a su fiel doncella; la misma que entró con el susto en el pecho al sentir los llamados de su señorita.
—¿Sucedió algo? ¿Estás bien? —Preguntó la mujer acercándosele y deteniéndose con sorpresa al verla encaminarse al guardarropa—. ¿Niña Ninet?
La joven giró en redondo llevando en sus manos una amplia camisa blanca y una falda verde con motivos herbales.
—¿Lo viste? ¿Acaso no es hombre más hermoso que tus ojos han visto? —Extendió las prendas sobre el lecho, aun sin organizar, y procedió a buscar en su joyero unos pendientes sencillos de esmeraldas—. Ordena a las cocinas que preparen los más deliciosos manjares. —Se giró de improviso y señaló a la doncella con un gesto severo—. ¡Y que ninguna de las muchachas ose entrar a su habitación!
—¿Pero de qué estás hablando, niña loca? —Los ojos ambarinos de Ninet se abrieron con sorpresa y luego rió.
Se le acercó a la anciana mujer que habia sido como una segunda madre y tomó sus manos sin poder quitar la enorme sonrisa de sus delgados labios.
—¡Él está aquí, Ágata! —El rostro de la mencionada se llenó de alegría ante esa noticia.
Su pequeña habia estado buscando por muchos años a su destinado entre los hombres del clan sin éxito alguno. Sí escuchó a las más jóvenes del servicio cuchicheando en los pasillos de camino, pero no habia prestado demasiada atención pues por lo general sus mañanas eran agitadas.
—¿Quién es? ¿Era el joven Greene como te sugerí? —El entrecejo de la dama se arrugó y negó con efusividad.
—No es alguien del clan —aquellas palabras, dichas con una velada delicadeza, encendieron las alarmas de la doncella—. Lo encontré anoche, su barco naufragó durante la luna de sangre.
—Oh… Fue entonces todo un milagro que hubieras salido a caminar. —Ágata no quiso forzar el tema demasiado, quizás conservando la esperanza de que no fuera en verdad el destinado de la joven pues, de ser así, los dioses estaban siendo demasiado crueles con ella—. Iré a preparar el desayuno y enviaré a algunos lacayos a la habitación de nuestro invitado con algunas ropas del señorito Zachary.
—¡Perfecto! —exclamó Ninet—. Por favor que le digan me reuniré con él en el comedor para el desayuno.
Para el momento en que los estudiados toques resonaron en el interior de la habitación en la que el vizconde de Midleton habia pasado la noche, él ya se encontraba totalmente despierto. Analizaba en silencio si todo lo que recordaba era verdad o alucinaciones provocadas por su mente debido a algún golpe en la cabeza que no recordaba. Exploró en búsqueda de algún dolor, mas no halló ninguno, ni siquiera al levantarse para abrir la puerta de madera.
La existencia de la misteriosa dama que le habia salvado la vida fue confirmada cuando, el lacayo que le llevó nuevas ropas y le indicó dónde se encontraba el comedor, mencionó que “la señorita Ninet” deseaba poder contar con su presencia. Alan, un caballero con formidables modales, expresó su intención de no defraudar a la dama antes de despedirlo.
Por motivo de la oscuridad con la que arribó a la fortaleza no pudo detallarla a conciencia a su llegada. Ahora las paredes de piedras apiladas y decoradas con gruesos tapices le confirmaba que era una de las típicas construcciones del norte de Escocia, donde conocía que el ducado de Montrose estaba ubicado. Se sintió un poco intimidado por los escudos de armas que representaban a dragones de vivaces ojos ambarinos y enormes alas negras.
Haciendo enseguida la conexión con la joven hija de aquella familia.
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El vizconde y el dragón
Ficção HistóricaUna dama fuera de lo común. Lady Ninet Graham es descendiente de una de las familias más antiguas del Reino Unido, sin embargo esconden un secreto. La sangre antigua y poderosa que recorre sus venas y brilla en los ojos, el recuerdo de lo que una ve...