|Capítulo 2|

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El sol brillaba sobre su cabeza con los rayos calientes sintiendole calar hasta los huesos. Si su omega estuviera ahí, lo obligaría a ponerse la camisa, un gorro y protector solar; pero hacía demasiado calor.

Rio cuando la carita enfadada de Harry se presentó en su cabeza mientras elevaba una vez más el hacha sobre su cabeza y la dejaba caer con fuerza sobre un tronco.

Los músculos de sus brazos, piernas y abdomen se marcaban con fuerza. Se estiraban y saltaban cada vez que un movimiento nuevo se producía. Estaba cubierto de sudor y realmente necesitaba algo fresco pronto o terminaría por deshidratarse.

Continuaba sumamente concentrado en su tarea, cuando un gritito agudo llamó su atención.

—¿Ashy? ¿qué sucede, amor? —respondió en el mismo tono a la vez que llevaba una mano sobre sus ojos para intentar ver más nítidamente a través de la nebulosa soleada.

—¡Mami hizo lemonada! —chilló el niño.

—¿Puedes decirle a mami que me traiga un vaso, por favor?

Vio a su hijo asentir antes de correr de nuevo dentro de la casa. Poco después, su bonito omega caminaba en su dirección. El hermoso vestido blanco ondeaba por el movimiento y un gorrito de paja cubría sus rizos, haciéndolo lucir más hermoso que de costumbre. Para nadie era un secreto lo que Louis amaba los vestidos en Harry.

—Ten, alfa —le tendió el vaso con una sonrisa que pronto mutó a una mueca.

—Gracias, mi vida —murmuró para después beber un sorbo. Gimió por el gusto, definitivamente su omega hacía las mejores limonadas.

—¿Qué te he dicho de estar sin camisa ni bloqueador a esta hora, Lou? ya estás poniéndote rojito—Harry llevó sus manos a su cadera y frunció el ceño, justo cómo solía hacer cuando les llamaba la atención a sus hijos.

—Ya casi acabo, bonito —lo tomó por la cintura y besó su nariz, frustrando por completo la faceta seria.

—Apúrate, quiero que los niños se bañen un poco en la piscina antes de comer. Hace demasiado calor.

—Claro, en un segundo los alcanzo.

Volvió a besar sus labios castamente, lo marcó con su aroma y lo dejó ir.

Harry se fue contorneado las caderas, riendo apenas cuando escuchó el gruñido de su alfa.

Tiempo después, cuando por fin había acabado con toda la leña, tomó su camisa del suelo y regresó los metros necesarios que conectaban ese sector de la granja con la casa principal.

—¡No quiero! —fue lo primero que escuchó al ingresar haciéndolo adoptar una faceta de confusión, dado que en su casa nadie gritaba.

—Cachorro, entiendo que estés frustrado en este momento, pero no por eso debes gritarle a mamá —Harry instruyó siempre con ese tono maternal que tanto amaba Louis— si quieres salir a la piscina debemos usar bloqueador, ¿prefieres que lo ponga primero en tus brazos o en tus piernas?

—¡En ninguno!

Louis estaba tentando a ingresar a la escena, tomar a su hijo del brazo como solían hacerlo sus padres con él, y dejarlo en la esquina de la habitación por unos minutos. Pero estaba consciente de que los castigos no funcionaban para nada, es más, empeoraban la situación. Además, nunca se perdonaría que su hijo llegara a temerle por alguna acción precipitada, por lo que optó por encaminarse lentamente.

Se acuclilló a un lado de Harry, quién observaba desde ese ángulo a su hijo sentado en el sofá con los brazos cruzados.

—Mira, Ashy, yo le pondré protector solar a mami, luego él a mi y a ti, ¿te parece correcto? —intentó negociar.

The family's farmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora