|Capítulo 7|

1.8K 179 27
                                    

Habían decidido que hoy sería día de picnic. 

La familia entera estaba sentada en una de las partes llanas que rodeaba la casa principal, habían colocado un bonito mantel de cuadros rojos para salvaguardarse de posibles insectos y diferentes platos reposaban sobre la misma.

Harry mantenía sus ojos cerrados mientras disfrutaba del sonido de los animales a lo lejos. Respiraba hondo cada pocos segundos, llenándose los pulmones de aire fresco y puro, todo lo contrario a lo que solía respirar en sus años neoyorquinos. Podía sentir las manitos de Eider posadas sobre su pecho, dónde lo tenía recostado tomando una siesta, y las risitas de su cachorro mayor siendo perseguido por Louis.

Sin embargo, toda tranquilidad se vio opacada cuando un repentino llanto hizo que su lobo se alertara. Abriendo los ojos de golpe, captó como las facciones de Asher se deformaban hasta terminar en un prominente puchero y posteriores lágrimas.

Louis lo cargó entre sus brazos, dirigió su cabecita hacia su glándula aromática y besó entre sus cabellitos, todo esto mientras se acercaba a paso tranquilo.

—¿Qué sucedió, alfa? —inquirió preocupado.

—Tranquilo, amor, Ashi lastimó su dedito —rodó los ojos con algo de diversión por el escándalo que una simple cortada podía provocar.

—Dámelo.

Y no tuve que pedirlo dos veces porque el mismo cachorrito prácticamente se lanzó a sus brazos, teniendo cuidado de no aplastar a su hermano en el proceso.

—Duele, mami... —sollozó con fuerza.

—Lo sé, amor, pero tranquilo, mami curará tu dedito —liberó su aroma amielado en un vil intento de calmar la situación.

—¿Quieres que sostenga a Eider? —ofreció Louis ya sentado a su lado.

—Por favor, alfa.

Louis tomó en su regazo al menor, meciéndolo un poco para que no despertara de su siesta, aunque el niño no lo haría a menos que el mundo realmente se estuviese acabando.

Harry, ahora con los brazos libres, apresó al cachorro de ricitos castaños contra su pecho. Al sentirlo más sereno, examinó el dedito que Asher le mostraba. En el índice podía apreciarse apenas una cortadita, era mínima, pero por supuesto que para un niño de tres años ardería y dolería cantidades abismales.

Sin mucho tiempo que perder, se guío por sus instintos, llevando el falange a su propia boca y lamiendo un poco la cortada. El suspiro de alivio que abandonó los labios de su hijo le hizo saber que había tomado el camino correcto, por lo que repitió la acción un par de veces más. Luego, se puso de pie, le avisó a Louis que iría a la casa principal por el botiquín, recibiendo un "ordenamos aquí y los alcanzamos" a cambio y se encaminó.

—Ya, mi amor, pronto te sentirás mejor, te lo prometo.

—Ya no duele muchote, mamá —murmuró el alfita mientras sorbía su nariz.

—Eso es bueno, aunque debes saber que a mami siempre podrás decirle cuando algo duela.

—Sé, mami, pero soy alfita fuerte —intentó gruñir como su papi hacía cuando jugaban, aunque terminara siendo un mero intento.

Harry lo sentó en la mesa de la cocina y le sonrió con amor.

—Por supuesto que eres mi alfita fuerte, pero el que demuestres dolor no te hace serlo menos, te hace ser humano —instruyó antes de dejar un suave besito en la punta de la nariz solo porque adoraba ver cómo se arrugaba, tal como la de mi Louis.

The family's farmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora