|Capítulo 4|

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Abrió sus ojos lentamente, como si en realidad no tuviera ni siquiera intención de hacerlo. Estaba durmiendo tan bien que le pareció extraño cuando se vio interrumpido. 

Levantó un poco su cabeza, la cual se encontraba recostada sobre la almohada de su alfa, para posteriormente sentarse sobre las sabanas. Ahora todo tenía sentido. Louis no estaba a su lado como solía serlo, por lo que, su omega no dudó en notar el vacío. 

—Mami, duedme —murmuró Asher entre sueños. 

Frunció el ceño al verlo a ambos cachorros a su lado, dado que estaban intentando que empezaran a dormir en sus propios cuartos. Seguramente Louis los había dejado con él antes de irse. 

—Lo siento, cachorrito —respondió en el mismo tono mientras tomaba a Eider para mecerlo entre sus brazos cuando lo sintió inquietarse. 

—¿Papi? —llamó el alfita.

—No lo sé, amor, pero supongo que ya no debe de tardar. 

Liberó un poco del aroma de la miel, dulce y materno, para que sus hijos volvieran a caer en sueños. Él también intentó regresar a dormir, pero le fue sumamente complicado, nada más daba vueltas y vueltas en la cama intentando encontrar una posición que no detonara tanto la falta de su alfa. 

Terminó por ponerse de pie, colocar sobre sus hombros una bata afelpada junto a sus pantuflas, arropó mejor a sus cachorros y bajó. 

Mientras fregaba sus ojos para disipar los últimos rastros de sueño, se dirigió a la cocina en busca de alguna infusión que calmara a su lobo alterado. Odiaba cuando no tenía clara la razón de algunos hechos.

Puso el agua a hervir, a la vez que tomaba un saquito de té y lo introducía en una taza de porcelana. Afuera todavía no había ni un atisbo de luz solar, por lo que podría deducir que aún era de madrugada.

Ese día no tenían que ordeñar, por lo tanto, esa justificación a la repentina desaparición del alfa quedaba descartada. Tampoco recordaba nada sobre las cosechas o los demás animales.

Decidió sentarse en la sala junto a su té a esperar que Louis regresara. Muy probablemente el alfa no había llevado consigo su teléfono celular, cómo comúnmente sucedía, por lo que ni siquiera se gastó en llamarlo. Sin embargo, una parte de sí se mantenía tranquila al no notar ninguna mala emoción ni sentimiento por medio del lazo, Louis estaba tranquilo y eso lo tranquilizaba a él también.

En algún momento llegó a cabecear por el sueño, pero se mantuvo firme en su espera.

Al rato, y viendo que la temperatura seguía descendiendo, tomó una manta que dejaban siempre en la cabecera del sofá y la pasó por sobre sus hombros. Se acurrucó como si de una oruga bebé se tratase mientras bebía sorbos de té e intentaba comunicarse con el alfa por medio del lazo que compartían. Por lo menos no estaba recibiendo nada negativo, cosa que lo tranquilizaba un poco.

—Amor, ¿qué haces aquí?

Se giró directamente al origen de la pregunta. Suspiró sonoramente cuando divisó a Louis dejaba sus zapatos a un lado de la puerta junto a su gruesa chaqueta.

El alfa completó los pasos que lo separaban del pequeño omeguita, se sentó a su lado para posteriormente acurrucarlo en su pecho y besar su frente.

—No estabas —fue lo único que respondió mientras dimuntos ronroneos llenaban el espacio.

—Tuve que ir a la ciudad de urgencia por un imprevisto en la empresa.

Harry asintió con los ojos cerrados, suspirando de goce cuando el aroma de su alfa lo cubrió de pies a cabeza.

The family's farmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora