* Trampantojo: comida que parece una cosa pero en realidad, es otra. Aplicado, en este caso, al propio Hannibal.
Es el peor día de la vida de Will, o al menos así lo siente él. Su corazón, destrozado, llora amargamente por una pérdida que no esperaba. No entiende qué ha pasado y menos todavía comprende por qué Hannibal le ha ocultado todo, siguiendo adelante y alentando a que el alma de Will volase más allá del cielo. Will abraza la almohada de su cama fuertemente, ahogándose entre sus lágrimas, la nariz apenas sin respirar, los ojos tan rojos que parece que haya sido partícipe de una paliza.
Está enamorado de Hannibal. Cómo ha podido pasarle, a él, ni que fuese un adolescente que nada saber del amor y se esperanzase ante cualquiera que le hiciese un poco de caso. Joder, duele, duele mucho. Ha depositado su total confianza en alguien que la ha cogido, tirado al suelo, destrozado y dejado ahí. Como si no valiese nada, como si él mismo no fuera más que polvo. Hannibal, su Hannibal, el hombre que temblaba como un niño cuando su cuerpo fue acariciado con todo el amor que Will fue capaz de transmitir. Quería...lo quería todo con él. Todo. Un futuro, recuerdos, fotos en la nevera. Momentos bajo las estrellas y a Hannibal desnudo con la Luna reflejada en los ojos, del mismo modo que se reflejó en Will esa noche.
Todo ha desaparecido. Por qué tuviste que callar, Hannibal. Por qué no fuiste valiente.
Will piensa en sus labios, en su sonrisa la primera vez que se sentó con él en la cafetería. En lo bonito que estaba cuando se sonrojaba y Will sabía que él era la causa. Lo habría dado todo por ese hombre, de verdad que sí, cualquier cosa. Ahora dolía demasiado, y Will sólo quería dormir y que no fuese más que un mal sueño.
Su cuerpo se estremece, su estómago se contrae y sus músculos tiemblan por la rabia. La ilusión, destrozada. Will aprieta los puños y golpea el colchón, no sabe qué hacer con tanto dolor.
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Hannibal llega con el coche a casa de Will, está nervioso. Sale de él y no cierra ni la puerta, corre desesperado hacia la puerta deseando que el profesor esté allí. No se le ha ocurrido ir primero al Instituto donde da clase....tal vez siga allí.
No, no lo está. De haber sido al revés, probablemente también yo querría alejarme de todos. Total, ya estoy aquí.
Hannibal no ve el coche de Will, aparcado al otro lado de la casa, ni siquiera piensa en ello.
Llama al timbre y espera. Escucha atentamente, nada. Vuelve a pulsarlo, esta vez más largo. De nuevo, nada otra vez, silencio.
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Will aguanta la respiración, sabe perfectamente quién está en la puerta, no puede ser otro. Es la última persona del mundo a la que quiere ver, la última que le puede dar consuelo, y también la única. Una parte quiere abrirle, abrazarle y llorar desconsolado sobre su pecho, preguntándole por qué. La otra, dolida y enfurecida, sólo quiere desaparecer, quizá, pegarle hasta dejar inconsciente al hombre que le ha robado el corazón y con él, el entendimiento.
- ¡WILL! ¿ESTÁS AHÍ? ¡SOY YO! - le oye gritar, menos mal que vive apartado, no querría a medio vecindario asomado enterándose de sus desgracias.
Hannibal mantiene el dedo en el timbre más tiempo de lo correctamente estipulado. Si Will está ahí lo va a hacer salir sí o sí, ya sea sólo para que deje de tocar el puto timbre.
- ¡WILL! NO ME MOVERÉ HASTA QUE SALGAS. PUEDO ESTAR AQUÍ TODO EL DÍA.
- POR MÍ COMO SI MUERES CONGELADO - responde Will, una manta a su alrededor y con una voz que no le pertenece.
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Monotonía (COMPLETA)
ФанфикHannibal y Bedelia llevan siete años de casados, y conociéndose desde muchísimo antes que eso. Ambos llevan una vida llena de experiencia, viajando, pues su economía se lo permite. Los dos son psiquiatras de renombre. No tienen hijos. Cada día, ant...