Café sólo, sin azúcar

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Hannibal abre la puerta de la cafetería donde cada día desayuna antes de entrar a trabajar. Su esposa, Bedelia, ya debe estar en el trabajo, pues por delante tiene más de media hora en coche y Florencia a estas horas es hora punta.
Por suerte para él, el suyo está cerca, permitiéndole un tiempo que para él es sagrado.

Su chispa. Pues desde hace varias semanas coincide allí con el hombre más atractivo con el que se ha cruzado nunca.

Will Graham.

- ¿Quieres que le invitamos a cenar, Hannibal?

Las palabras de Bedelia resuenan en su cabeza mientras cruza la puerta, dirigiéndose a la mesa donde siempre se sienta. Por muy raro que parezca es como si el resto de clientes respetaran ese espacio que él había proclamado como suyo.
Se quita la chaqueta, se coloca las gafas y lee el periódico del día. Las noticias, las de siempre, poca cosa buena.

<<El miedo hace dóciles a las personas>>, piensa. <<Cuánto más caos, mejor>>

Mira la hora, empieza su cuenta atrás. Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno.

Sonríe, otro día más que será un gran día. Will Graham entra en ese momento, con las prisas de siempre. Lleva una chaqueta negra que además no es de su talla, pantalones vaqueros, zapatillas deportivas y una camisa gris abotonada en medio. Tiene la cara congestionada, probablemente de ir con prisa.

Hannibal vuelve a mirar el periódico, esperando que Will se siente donde siempre para volver a fijar su vista sin que él se percate.

- Disculpe, ¿está libre?

<<No puede ser>> Hannibal no dice nada, ni siquiera levanta la mirada de una estúpida noticia que nada le importa.

- ¿Puedo sentarme aquí?

De nuevo esa voz que reconocería entre millones de voces. Will Graham está frente a él con la cara seria.

- Will - le dice un camarero. Si esperas cinco minutos limpiamos la tuya. Un poco de paciencia, que estamos a tope.

- No tengo tiempo, Francesco - vuelve a mirar a Hannibal. ¿Puedo sentarme o no?

<<Sí y mil veces sí, Will>>

- Por supuesto - Hannibal pone su mejor voz. Hay espacio de sobra.
- Gracias...
- Hannibal.
- Gracias, Hannibal - sonríe.

Y a Hannibal se le paraliza el corazón. Una cosa es mirar a este hombre en la distancia, y otra totalmente diferente es hacerlo cara a cara, enfrentándose a esos ojos azules cristalinos como las aguas de las playas paradisíacas. Donde días anteriores había paz, Hannibal siente ahora un pequeño terremoto en su corazón..

- Yo soy... -continúa hablando.
- Will - Hannibal acaba la frase y al milisegundo de hacerlo se arrepiente.

Will asiente. Con la ceja levantada pregunta que cómo lo sabe.

- Aquí es usted muy conocido, Will. Repiten su nombre todos los días, creo que no soy el único que sabe cómo se llama.
- Ah, pues no me había fijado. ¿Ha pedido ya?
- No.
- Pues voy a la barra a pedir mi desayuno o llegaré tarde. ¿Quiere que pida lo suyo, Hannibal?
- Sería todo un detalle. Un zumo de naranja recién exprimido y una tostada con tomate natural rallado, por favor.
- Sin mi café no soy persona - Will se ríe. Es usted de paladar más exquisito que el mío - le guiña un ojo y camina hacia la barra.

<<Esto no puede estar pasando>> Hannibal intenta leer lo que tiene delante pero le es imposible concentrarse. Las palabras están ahí, si las lees correlativamente tienen sentido, forman frases, párrafos, articulos. Pero es como si se rieran de Hannibal impresas como están, tomándole el pelo ante semejante falta de lucidez.

Monotonía (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora