Cacao amargo

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Cuando suena el despertador, Hannibal abre los ojos con la sonrisa más grande que ha ocupado su cara en su vida. Will Graham, anoche, bajo las estrellas y follando en lo que ha sido el momento más feliz que recuerda. 

Así debían ser las cosas, así debieron ser siempre, si Hannibal no hubiese sido tan terco con su corazón. Ahora tenía que lidiar no sólo con Will o consigo mismo, sino con su esposa Bedelia. Sus pasos le dirigen directamente a la habitación de ella, sorprendiéndose cuando abre la puerta y no está. Su cama está hecha, todo impecable. Bedelia ha salido demasiado pronto y Hannibal se pregunta por qué. Busca notas, algo, nada. Tienen que hablar pero ella parece que huye, como si no quisiese enfrentarse a una realidad que no merece la pena seguir escondiendo. Hannibal va a pedirle el divorcio a su esposa, no puede hacer más. Agachará la cabeza cuando ésta le grite, le regale las peores palabras que salgan de sus labios, y no dirá nada que pueda ofenderla más de lo que ya lo ha hecho. 

Will. Esperándome, como cada mañana, en la cafetería. Hannibal regresa a su motivo de vivir, alejando de nuevo a su esposa de su mente. Le prometió al joven profesor que le llevaría algo casero para desayunar pero claro, eso fue antes de que ambos pasaran toda la tarde y parte de la noche en su casa. Al llegar su cuerpo estaba tan cansado - satisfecho - que no recuerda siquiera haber cerrado los ojos. Se disculpará con Will.

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- Buenos días, Hannibal - Will se sienta frente a él y, delante de todos los que deseen mirar, se levanta para darle un beso.

Hannibal se ruboriza ligeramente, algo tan normal para Will como mostrar públicamente el cariño hacia otro hombre, no lo es en absoluto para Hannibal. Aún así no puede evitar sonreírle, feliz de ver a Will feliz, y sabiendo que esa felicidad lleva su nombre. 

- Buenos días, Will. ¿Cómo...has dormido? - Hannibal le levanta una ceja.

- Qué pregunta más...capciosa, Hannibal. Supongo que igual que tú, ¿no? Me fui a dormir pensando en ti y me he levantado pensando todavía más en ti. ¿Me estoy volviendo loco?

Acaricia la mano de Hannibal. El mundo a su alrededor, en momentos así, es distante. Las personas no están ahí, siendo murmullos lejanos. Toda tu motivación se centra en una sola persona, y ya puede ser el fin de la humanidad que sabes a ciencia cierta que tú morirás feliz, sabiéndote amado por la persona que amas. 

- Entonces, debo estar volviéndome loco yo también. Anoche...

- No digas nada, Hannibal. No...sólo dime que te quedarás esta noche, mañana, todas las noches. Sé.. - agacha la cabeza, mirando las manos de ambos, entrelazadas - sé que no tengo mucho, que soy sólo un profesor....pero... - carraspea - lo que intento decirte es que te quiero. No se me dan muy bien estas cosas.

Hannibal levanta la mano de Will y le da un beso. Sólo un profesor, dice. A Hannibal le importa bien poco la profesión de Will, si por él fuese ese joven no volvería a pisar un aula en su vida, y viviría directamente entre sus muslos.

- Los profesores sois el futuro, Will. Moldeais mentes y almas. Nunca vuelvas a usar la palabra "solo" para describiros. 

- Como sea, ¿qué me dices? ¿Te quedas en casa esta noche? - le sonríe, esperanzado.

- Me quedaré, claro. Podremos... - se acerca, susurrando - seguir dónde lo dejamos.

Will ríe, una carcajada inunda la cafetería.

- Qué rápido piensa usted las cosas, Dr.Lecter.

Hannibal ríe con él, ciertamente no ha pensado nada más que en el calor que ha sentido en su polla al levantarse rememorando lo vivido horas antes con Will.

Monotonía (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora