Pescado a la hoguera

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Hace tanto tiempo que Hannibal no está nervioso que ni lo recuerda. Está saliendo de su consulta, camino a la cafetería donde cada mañana coincide con Will, y su corazón empuja a sus pies a seguir adelante.
Quiere ir pero, sinceramente, no tiene muy claro lo que está haciendo. Es un hombre casado, seduciendo con todas sus fuerzas a ese hombre que le tiene encandilado.
Su anillo de casado desaparece de su mano en cuanto sale de su casa, y tiene suerte de volver a acordarse de ponérselo antes de entrar.
Le dirá la verdad a Bedelia. No va a tener más remedio que hacerlo, quedando tan tarde con Will llegará tarde a casa.

Si llega. Fantasea con pasar la noche con él. El abrazo que le ha regalado esta mañana ha dado alas a su mente. Y ahora no piensa en otra cosa.

Cuando llega a la puerta de la cafetería, Will se apoya en el lateral, en la pared. Manos en los bolsillos, mirada perdida en el tráfico. Se ha cambiado de ropa, tiene algo más cómodo puesto.
Hannibal se lamenta de no haberlo pensado, él lleva lo mismo que esta mañana.

- ¿Pensando en mí? - le pregunta, colocándose a su lado.

- La verdad es que sí - Will sonríe -. Estaba pensando en cómo acabará el día.

- Will....

- Sólo bromeaba, Hannibal - sus ojos indican lo contrario -. He dejado el coche cerca, quiero llevarte a un sitio donde lo necesitamos.

Hannibal sigue a Will y sube en su coche, bastante más modesto que el suyo, y con olor a pino por el ambientador que cuelga del espejo retrovisor. Le Sudan las manos, está nervioso.

- ¿No irás a secuestrarme? - bromea.

- Es justamente lo que voy a hacer. Pero - Will apoya su mano en el muslo de Hannibal - algo me dice que no será un secuestro. Quieres que pase.

Hannibal mira la mano, apoyada en su cuerpo, y sonríe abiertamente. Will es su perdición, lo admite, lo anhela y lo más importante, lo incita a que así sea.

- Nadie me espera, Will - miente - podemos estar juntos toda la noche.

Will le da un apretón en la pierna, sonríe y arranca el coche. Y la mente de Hannibal imagina varias posturas que está deseando probar con este hombre tan perfecto para él.

Llegan a una casa apartada, una tenue luz encendida. Allí vive alguien. Frente a ella, una especie de embarcadero con un bote amarrado, muy bien cuidado. Al bajar del coche el olor de la humedad golpea las fosas nasales de Hannibal, junto con el olor tan característico de los árboles. La naturaleza en sintonía.

- Le he pedido a una amiga que viniera a encender la luz para nosotros - le dice al frenar el coche delante -. No sin prometerle antes que mañana se lo contaré todo.

- ¿Vives aquí, Will? Debí imaginarlo.

- ¿A qué te refieres?

- Solo... cuando pienso en ti, lo hago de forma salvaje - se mira las manos -. Me evocas...

- Ven, quiero que lo sepas todo.

Bajan del coche y Will toma su mano, haciéndole una pequeña visita guiada por su casa. Es de madera, construida por el que sería el tatarabuelo de Will, mejorada por el padre de Will y restaurada en menor medida por el propio Will. Hannibal se complace enormemente de que sea un manitas, que sepa trabajar con sus manos, porque eso significa que tiene manos fuertes. Manos que...

- ¿Estás aquí?

- Si, disculpa. Imaginaba...

- Ya sé lo que imaginabas, Hannibal. La respuesta es sí. Quiero que te quedes conmigo esta noche. Quiero que te quedes más de lo que he querido nunca nada. No tiene... por qué pasar nada que no quieras, que no queramos. Pero tu compañia... por favor, quédate.

Monotonía (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora