Capítulo 1: "En las puertas de Infierno"

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POV Freen

Aquella era una mañana en la que el cielo mostraba su color gris, repleto de nubes que no dejaban paso al sol. El aire que atravesaba las ropas de los transeúntes era húmedo y frío, lo que hizo que me aferrara más a mi chaqueta, mientras daba otro sorbo a mi caliente café. Miré mi reloj con impaciencia. Me gustaba la puntualidad, pero eso no era precisamente el fuerte de mi gran amigo Heng.

A Heng lo conocí cuando yo tan sólo tenía 8 años de edad. Ya llevaba un tiempo internada en aquel orfanato al que me llevaron tras el asesinato de mis padres. Porque había sido un asesinato, aunque las autoridades que se encargaron del caso no se molestaron en investigar e intentar esclarecer los hechos. Robo con violencia, habían sentenciado.

Durante el tiempo que permanecí en el orfanato fui incapaz de hacer amigos. Los demás niños me miraban como quienes observan un objeto extraño, al que nadie es capaz de reconocer por mucho que lo examinen. Siempre fui una niña callada y tímida, metida en mi propio mundo, el cual estaba repleto de miedos e inseguridades. Siempre sola...hasta que apareció él. El Estado se hizo cargo de Heng porque su padre, su único familiar, había fallecido en un accidente automovilístico.

Desde que nuestras miradas se cruzaron hubo una conexión especial entre nosotros, y ya no volví a estar sola. Desde ese momento, conté con el apoyo de mi mejor amigo. Un ser maravilloso que siempre estaba dispuesto a escucharme; a ofrecerme su hombro para llorar en los días en los que la tristeza me invadía; a defenderme de las burlas y de los insultos de los demás, y a apoyarme en todo lo que me proponía, aunque fuera lo más absurdo o peligroso del mundo.

Y ahí estaba, a lo lejos, bajándose apresurado de su coche y corriendo a mi encuentro. Siempre dispuesto a secundar mis locuras.

- ¡Buenos días, Sarocha!- pasó a mi lado como un torbellino, agarrando un poco del pan que había en la mesa, a la vez que me estrechaba entre sus brazos, dándome el calor que siempre necesitaba.

- Llegas tarde.- recriminé, no sin antes desordenarle el pelo. Un gesto que, a pesar del paso del tiempo, todavía perduraba.

- He tenido que atender unos asuntos. Ya sabes... cosas de los negocios de...- no siguió con su frase. Suspiró con pesadumbre y agarró mis manos, inclinándose ligeramente sobre la mesa que nos separaba.- ¿Estás segura que quieres entrar? Es peligroso Freen. Lo sé de primera mano. Si alguien descubre lo que planeas, serás una mujer muerta y... no sé si voy a poder protegerte.- concluyó con mucha tristeza contenida en su voz.

- Ya has hecho suficiente por mi.- Le acaricié la cara, en un intento de borrar toda la preocupación que se reflejaba en ella.- Te acercaste a los Armstrong. Te convertiste en la mano derecha de Richard y lo conoces mejor que nadie. Sabes cuál es su punto débil.- le sonreí.- Me has entrenado todo este tiempo y sabes que soy la mejor en este oficio.

- ¡Pero puedes acabar muerta!- me interrumpió, como si yo no fuese consciente de las consecuencias que puede tener mi arriesgado plan.

- Yo ya estoy muerta, Heng.- me levanté de golpe de la mesa, invitándole a seguirme. Nos dirigimos a su coche. Cuando ya estoy cerca, se me adelanta y me abre la puerta como todo un caballero y, antes de entrar, le digo.- La noche en la que Richard mató a mis padres, también acabó indirectamente con mi vida. Ahora seré yo quien destruya la suya... quien acabe con la persona que más ama en su vida: su hija.

Heng arrancó el coche apresuradamente, no sin antes volverme a mirar, como buscando en mi rostro una señal que le dijera que me iba a arrepentir en el último instante.

Iba distraída, absorta en mis pensamientos, observando el paisaje monótono que aparecía alrededor. Autopista y más autopista, repleta de coches, autobuses y motos que circulaban a primera hora de la mañana. Después de casi media hora en la misma sintonía, mi conductor particular giró a la izquierda en un desvío que no había sido capaz de vislumbrar con anticipación. El paisaje cambió radicalmente. La carretera también. Pasamos del asfalto a un estrecho camino rodeado por gigantes árboles. Se podía escuchar el piar de los pájaros y, si se prestaba atención, el sonido del balanceo de las hojas de los árboles, movidas por una suave brisa.

El olor también era peculiar e incluso placentero. Olía a hierba mojada, a tierra, a naturaleza. Siempre me había fascinado la paz que transmitían los bosques.

A lo lejos, se iba divisando una enorme verja de color negro, con un escudo en la parte superior, coronado por una gran letra "A" en su interior. Heng disminuyó la velocidad y, sin terminar de parar el coche, rompió el cómodo silencio que nos había acompañado durante todo el trayecto.

- Richard viajó esta mañana al extranjero. Al parecer le informaron que hay ciertos asuntos que no van del todo bien. La mercancía de las armas que debería haber llegado a México, no estaba completa, y decidió ocuparse él personalmente.- giró su cabeza para encontrarse con mis ojos, pero yo seguía dirigiendo mi mirada hacia el frente, descubriendo una enorme mansión que, con el avance lento del coche, se iba haciendo cada vez más grande.- Rebeca será la encargada de manejar los negocios aquí en Bangkok hasta nueva orden. Me pidió expresamente que me encargara de contratar a alguien de confianza para reforzar su seguridad, ahora que él no estará presente.

Ya lo sabía todo sobre Rebeca. Sería la única heredera del gran Imperio de la Mafia y, aunque su padre la trataba con delicadeza, como si fuera una princesita de cristal, que en cualquier momento se pudiera romper, lo cierto es que Heng la describía como una auténtica fiera. Una mujer que, a pesar de su corta edad, era capaz de infundir miedo a todo aquel que se atreviera tan sólo a mirarla a los ojos.

Era una persona despiadada, sin escrúpulos. No conocía el significado de la palabra compasión. Ninguno de sus guardaespaldas había durado más de una semana con ella. Unos fueron relegados a otros cargos, otros... simplemente habían desaparecido.

- Te convertirás en su sombra. Aunque al principio no estarás sola.- eso ya no me gustó tanto, y lo miré con la pregunta dibujada en mi rostro. No recuerdo que me hubiese comentado aquel pequeño detalle.

- ¿Cómo que no estaré sola?- lo interrumpí inquisitivamente.

- ¿Qué esperabas? ¿Qué solo por mi recomendación tendrías acceso libre a la mujer más importante de la mafia tailandesa?- por fin el coche se detuvo y ante mis ojos apareció una enorme mansión de color rojo, de dos plantas, con ventanales de aluminio blanco. Un jardín descomunal rodeaba la vivienda, repleto de millones de rosales, todos ellos de diferentes colores. En un lateral, hacia el fondo de la casa, se veía una piscina de agua cristalina, que seguramente invitaba a nadar en los días calurosos de verano.- Tu compañero de aventura se llama Non. En estos días lo conocerás. Intenta ganarte su confianza, porque además de ser el jefe de seguridad de Rebeca, también es uno de sus mejores amigos.

- ¡Genial!- lo dije de forma irónica. ¡Con lo que a mí me gustaba hacer amigos! Si de por sí no tenía facilidad alguna para relacionarme de forma natural, imagínense cómo sería si lo tenía que forzar.

El primer paso ya estaba dado. Ahí estaba, en medio de lo que para el resto del mundo era un hermoso jardín, una hermosa casa. Para mí, sin embargo, a medida que me acercaba a la gran puerta de entrada, sentía que cada vez estaba más cerca de las puertas del infierno.



"ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora