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—¿Y esa sonrisa?—Han levantó la mirada topándose con su mejor amigo, quien se encontraba acostado boca abajo en el sofá mirándolo fijamente.

Pobre circulación.

—Nada importante, un tweet chistoso.

— Claro, ¿y el tweet tiene un deportivo, es alto, fornido con ojos cafés y fue la razón del porqué te tardaste cuatro horas en el super? Sin olvidar que llegaste con ese fuerte olor.

—No sé de que hablas.

Después del incidente en el estacionamiento su larga salida hubiera pasado desapercibido si no fuera porque al cruzar la puerta un pequeño pecoso se le abalanzó hacerle preguntas por lo mucho que demoró.

También del porqué su aroma estaba combinado con olor a pino.

Se adentró a su cuarto e inhaló su camiseta confirmando lo antes mencionado. Se quedó unos minutos oliendo dicha prenda sonriendo inconscientemente.

—Podrás mentirle a tu madre pero no a mi.— sentenció el pecoso, sentándose correctamente—. Escúpelo. Que te traes.

—Ya te dije que nada. Es la quinta vez que lo preguntas.

—Y te lo seguiré preguntando hasta que me respondas. Con la verdad—. Pronunció al ver que el rubio iba a negarlo—. ¿Es sobre Lee?— Han asintió.

¿La verdad? Claro que no.

—No tengo todo el día mejillitas.

—Nos volvimos a encontrar en el super..

—¿Volvieron?— preguntó, sin entender.

—Si. Ya lo había encontrado hace semanas, el día que me dejaste por irte con el perro ese— su amigo blanqueo los ojos—, retomo. Nos vimos, hice el ridículo adelante suyo y dije algo muy estúpido causando que se fastidiara, sabes que digo lo primero que se me cruza en la cabeza y casi siempre lo arruino.

—¿Casi siempre?

—Bien. Siempre lo arruino.

—Es el poder especial que Diosito te dio; la estupidez. Continúa.

—No me causa gracia, niño rata.

—Como sea.— Lo mira fijamente—, ¿porque toda tu ropa olía a Lee?

—Estas delirando. Si me permites debo irme a la organización.

El rubio fue a recoger sus llaves ignorando los gritos de fondo. No le iba a decir lo que de verdad ocurrió, como el alfa olfateo y acarició su cabello, y como lo tenía agarrado de la cintura de una manera protectora.

—No vas a ignorar esta conversación, señorito—. Dice en un tono gruñón y se llevaba su mano a su cadera.

Ese era Felix, un chico con complejo de madre.

—No eres mi mamá— le recuerda—, te veo después, pollo.

—¡No se acabó esto Peter Han!— chilló.

—¡No se acabó esto Peter Han!— chilló

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It all started in that Arcade. || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora