𝑮𝒆́𝒎𝒊𝒏𝒊𝒔

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¡Pero que grande es Hogwarts!

En los primeros días de Alcíone, si que se había divertido y maravillado, se hizo amiga de algunos cuadros, se entretenía con sus historias por contar de estos, al igual que para cuando la gran mayoría se frustraba con las escaleras que cambiaban de dirección, Alcíone se divertía y reía, aceptando el camino por el cual debía de ir ahora, realmente ella no tenía problema alguno pues le encantaba descubrir nuevos pasillos y ver por donde llevaba este, y hablando de pasillos, le encantaba observar con atención todo, sus colores, su estructura, su techo abovedado, las antorchas que guían el camino de la noche, los cuadros parlantes y en algunos, las gárgolas. Pero lo que más le fascinaba en este momento, era que aquella mañana había salido un poco más temprano de lo normal para ir en camino a la lechucería para encontrarse con su querida lechuza, que aunque bien debería estar en su recámara con ella prefería que Zía tuviera su libertad de ir y venir a donde se le plazca sin sentirse atada o encerrada -pues ella sabía bien lo que era sentirse que te encerraran y no tener escapatoria, con ese miedo y desesperación de escapar y buscar su libertad una vez más-, Alcíone se conocía ya el camino a la lechucería, pero como es normal en ella, se distraía fácilmente con cualquier cosa, es por ello que su amiga Anne, que la conoce como la palma de su mano, siempre está ahí para ayudarla a regresar y continuar a su camino inicial, cómo se mencionó hace unos momentos, ella se levantó más temprano que los demás, es decir que iba sola...a lo que significa que se perdió por haberse distraído, encontrando así un pasadizo secreto.

La joven de cabellos platinados aún seguía en su mundo que seguía sin percatarse que se había perdido y se encontraba en un pasadizo secreto, claro que no, al contrario, ella sujetaba firmemente en su mano izquierda aquellas cartas que se enviaba a su querida hermana Helen, a su cuñado David, a su tía Lettie y a su hermano Charles -aunque estos dos últimos no fueran de su sangre, los quería como tal-, y en su mano derecha sostenía una pequeña corteza de árbol de copal que cayó en su cabeza en una de sus pequeñas perdidas que tuvo, quería mandárselo a su cuñado, estaba demasiado emocionada en que lo viera y oliera tal maravilla, pues tanto su cuñado como ella amaban lo que ofrecía la PachaMama, cómo los cristales por ejemplo.

Pero vaya que iba demasiado distraída...

En el otro lado del pasadizo, al final de este, se encontraba cierto cuarteto de hermanos de cabellera pelirroja junto con sus respectivos amigos que se encontraban charlando animadamente cuando cierta castaña empezó a oír cierto tintineo extraño.

-¿Qué es eso? -cuestionó la castaña interrumpiendo cualquier plática.

-¿Qué es que? -la duda se notaba en cierto azabache con gafas.

-Eso, el tintineo, ¿de dónde proviene? -volvió a cuestionar la castaña.

-¿Pero de qué tintineo hablas mujer? -cuestionó con exasperación uno de los pelirrojos.

-¿Es que acaso no lo escuchan?

-Mujer, a veces pienso que ya te volviste loca -¡zap!- ¡ouch! -se quejó aquel pelirrojo por el golpe recibido en su nuca por parte de la castaña, que no había sido nada suave que digamos- y además salvaje -¡pum!- ¡por Godric mujer! -volvió a quejarse cuando esta vez fue golpeado en su brazo por un libro grueso- ¡ya detente!

Sus hermanos que se encontraban presente junto con sus amigos, se encontraban riendo por la idiotez de él y de los golpes que recibía por no cerrar su boca.

-Creo que ya escuché ese tintineo -mencionó la menor de todos.

-Yo igual -mencionaron al unísono el azabache y el moreno.

-¿Pero de dónde viene? -volvió a cuestionar la castaña.

Todos se quedaron mudos cuando de la nada, un cuadro de movió como si de una puerta se tratase para poder dar pase a cierta platinada perdida en su mundo, siendo que el tintineo proviene de las pulseras de sus tobillos. Cuando se dieron cuenta que esta estaba en su mundo fue que no se había percatado de su presencia, al igual que cuando pegó un pequeño brinco por el susto de alguien gritándole para llamar su atención. Todos, tanto los hermanos con sus amigos, como la mencionada, guiaron sus miradas hacia el otro extremo del pasillo, viendo a dos Ravenclaw correr en su dirección, una jalando con ímpetu pero sin llegar a lastimar a la otra.

-Oh, hola Tinker, hola Luna -saludó con tranquilidad la platinada una vez estando las tres juntas.

-Ramé, ¿en dónde te habías metido? -cuestionó la morena- no me digas que de nuevo te perdiste.

-Me gusta mucho tu vestido, pareces un rayo de luz que pinta todo aquello por donde va -observó Luna con aires soñadores- ¿te puedo hacer una trenza con flores en ella?

-¿De que hablas Tinker? -la platinada seguía sin regresar por completo de su mundo- por supuesto Luna -le contestó a la otra con una sonrisa.

-Ramé, ¿te has dado cuenta de dónde estás? -cuestionó con tranquilidad la morena.

-Por supuesto, yo iba... -se calló abruptamente al darse cuenta que aquel pasillo donde se encontraba no era el mismo por donde estaba anteriormente- pero, si yo iba por ahí, y yo me encuentro aquí y mi camino era por otro lado del castillo -bisbiseaba la platinada viendo y girando en su propio eje- creo que si me perdí.

-Lo sabía -comentó con una pequeña sonrisa ladina la morena, observando el sonrojo de una y a la otra perdida buscando flores bonitas en el patio que se encuentra a su costado- vamos a la lechucería y de ahí a pociones, ¡vamos Luna, después te ayudo a buscar esas flores! -tomó de nuevo su mano aquella platinada risueña una vez la tuvo a su lado.

-¿Buscaremos las más bonitas verdad?

-Por supuesto.

-Me agrada el profesor Snape -comentó la otra platinada comenzando a caminar con las otras.

-Igual a mi -comentaron al unísono las otras.

Lo que no se habían percatado las tres amigas es que todo el tiempo fueron observadas por un grupo peculiar.

-Que extrañas son esas dos, van en perfecta combinación con la Lunática -¡pum!, ¡zas!- por Godric mujeres, eso duele!

-Eres un tarado -escudriñó con molestia su hermana.

-No tienes tacto alguno ni inteligencia Ronald -mencionó la otra con igual molestia.

-Pero que... -empezó a decir un hermano en susurro.

-Mujer tan... -continuó su gemelo al escucharlo.

-Curiosa -terminaron al mismo tiempo.

Su hermana que vio su interacción sin dejar de observar a cierta platinada, se acercó con una sonrisa burlona a ellos.

-Tienen un poco de baba por aquí -se señaló así misma su barbilla.

Los hermanos solo se miraron entre sí para después acercarse para revolver el cabello de su hermana y seguir platicando con los demás.

Pero una cosa es segura, que a partir de ese momento, esa mujer no desaparecerá de sus mentes por un buen rato...

Cuando las estrellas se vean y digan tu nombreWhere stories live. Discover now