𝑪𝒖𝒑𝒊𝒅𝒐

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El crujir de las hojas de otoño bajo los pies descalzos y un cabello platinado semejante a la blanca nieve bailar con el viento era lo que llamaba la atención de aquellos que se encontraban cerca del camino que tomaba Alcíone.

Pues ese día, en una mañana de otoño, era día libre para todos, siendo así el momento a solas de Alcíone, con el fluir de sus pensamientos como si de una hoja en un río se tratase. Ese mismo día había decidido salir a caminar y dejarse llevar y guiar por sus pies descalzos, arriesgando que estos tuvieran la libertad absoluta para elegir y desviar sus pasos hacia donde quisieran, pues si su cabeza era siempre el que guiaba, ¿por qué no darle la oportunidad a sus pies?

Guiándola de primera instancia a las cocinas llena de elfos yendo de aquí para allá organizando todo para la siguiente comida, que ni bien al dar un paso dentro de este no pudo evitar inhalar hondo y deleitarse ante los aromas exquisitos del lugar, siendo la calabaza el aroma que más destacaba, haciendo así que decidiera pedir amablemente una bebida caliente de calabaza con extracto de vainilla y especias para poder llevar y seguir viendo la trayectoria que le seguiría llevando sus pies en el transcurso del día.

Encontrando un espacio, del lado oeste del campo de Quidditch, un árbol con sus hojas de un tono parecido a una manzana caramelizada, llamándola a sentarse debajo de este, preparada para recibirla. Sacando un libro de color azul índigo debajo de su capa al llegar, disfrutando del sol otoñal y la claridad que ofrece el árbol. Estando ahí sentada, leyendo línea por línea y sumergida en su lectura cual capitán en sus océanos, oía el sonido del viento jugar entre las hojas del árbol haciendo que unas cayeran danzando entre si hasta llegar al suelo, el silbar de unos pájaros o el ulular de las lechuzas al pasar cerca siendo esa una de sus trayectorias, o el mismo sonido del viento cortado por las escobas volar rápido dejando solo una estela del fantasma de donde una vez estuvieron, al igual que los gritos eufóricos del mismo campo de Quidditch.

Su mirada perdida al momento de alzar su cabeza y tratar de entender las palabras plasmadas o el desliz delicado de sus dedos al pasar la página era lo que uno podría ver si guiaban su vista hacia aquel árbol cerca de los muros que rodean todo Hogwarts. Aunque si bien, para George Weasley, que se encontraba en los aires sobre su barredora numero cinco, quedó embelesado por ver una majestuosa obra de arte esculpida: una joven de vestido de corte griego de un azul éter con detalles dorados, que aunque estuviera lejos de ella, estaba seguro que esos detalles era algo que cuidadosamente fue costurado a mano; cubriendo sus hombros, una capa de un gris perla y su cabello, por Merlín, su cabello, podía apreciar que estaba trenzado cuatro veces desde la raíz hasta la parte de la nuca y de ahí estaba libremente volando por cada movimiento del viento, con el caer de las hojas a su alrededor y con su concentración fija en aquel libro sujeta sus manos desnudas.

Cuando las estrellas se vean y digan tu nombreWhere stories live. Discover now