Cenizas de un amor | Jenlisa

Capitulo 24

Jennie pasa la escoba por las escaleras. Abanica su rostro con su mano por el calor y vuelve a su labor.

Es día de limpieza y ella se encarga de ello. Lisa salió con Yunjin y Yeonjun a hacer las compras de la semana. Mientras Taeyang y Taehyun se dan un baño.

Está en lo alto de las escaleras y avanza por el pasillo que da a las habitaciones. Barre los cuartos; por debajo de las camas y mueve los muebles.

Todo en el segundo piso ya está barrido, excepto aquel armario al final del pasillo.

Se acerca y termina frente a la puerta. La abre y ahí se encuentra con algunos sacos pesados y aquel baúl en el suelo.

El baúl de Sana.

Suspira pero no dice nada.

Baja a la primera planta por el recogedor, entra a la cocina, toma el recogedor y sale para cruzar la sala y ahí se queda. Hay una foto colgada sobre la chimenea que llama su atención.

Un retrato de Sana sosteniendo a Yunjin.

Deja el recogedor de lado y toma entre su mano derecha aquella foto con marco de madera negra.

Se da cuenta de lo parecidas que son Yunjin y su difunta madre. Su nariz, sus pómulos, la tez blanca de su piel y las pestañas curvadas.

Aprieta los labios y arruga el ceño.

Toma el recogedor y sube a la segunda planta para terminar su trabajo. Vuelve a bajar para alimentar a Zara.

Sirve las croquetas en el plato de su mascota.―¡Zara, ven!

Como por arte de magia la perrita se acerca trotando hacia ella y le ladra en modo de saludo. Jennie se agacha y la acaricia para al final dejar un beso en su frente.

―Come, linda.

Como si ella lo entendiera se acercó a su plato de comida para empezar a alimentarse. Mientras Jennie se levanta e inhala más tranquilo al ver la casa en óptimas condiciones.

Le gusta la limpieza, sin duda alguna.

―Llegamos...―Escucha avisar a Yunjin detrás suyo.

Están Lisa y los chicos en la puerta, trayendo bolsas en sus manos hacia la cocina.

Ella los ve con los brazos cruzados. Lisa cierra la puerta con su pie y los niños avanzan directamente a la cocina para dejar las bolsas de compras.

Ninguno se saluda y ella solo se da media vuelta para subir las escaleras y revisar a los niños.

Los saca del baño, los lleva a su habitación, les brinda ropa limpia y los deja para que se cambien por su cuenta. Mientras la castaña decide darse un baño luego de las horas de limpieza.

Pasan las horas, llega el almuerzo, luego la tarde y finalmente la noche.

Está recostada en su cama, con los labios apretados y los hombros tensos.

Está irritada porque odia el ambiente pesado que hay en la casa. Y sabe porqué es, más no puede reclamar nada.

Lisa sale de su baño propio con solo una toalla envuelta en su cuerpo. Jennie suspira viéndola a los ojos.

No se han hablado en todo el día.

―¿No me hablarás, hm?

Lisa la mira y niega. Se da la vuelta para deshacerse de la toalla enrollada y procede a vestirse.

―Bien, entiendo...

Jennie gira su cuerpo y suspira, como si con eso pudiera dejar ir todo el estrés en su cuerpo.

Como si con eso evitaría la situación.

Lisa se coloca una camiseta vieja para dormir y con la toalla que antes tapaba su cuerpo desnudo ahora la usa para secar su cabello azabache.

Ve a la castaña sobre la cama, dándole la espalda. Puede apreciar sus piernas desnudas pues solo usa un short para dormir. Puede apreciar la tensión en sus hombros y se siente culpable.

Pero igualmente no puede evitarlo; no tiene ánimos para nada. Ni para hablar, ni para comer, ni para caminar. Algo psicológico que odia pero no puede evitar.

Un día tranquilo y gris. Un día extrañamente calmado.

Cierra los ojos como si con eso evitará la situación.

Los abre y ve el mismo punto que Jennie con sus ojos marrones observa.

El calendario en la pared.

26 de noviembre.

Mañana sería el aniversario de Sana y la incertidumbre traga su corazón.

No saben que pasará mañana.

Jennie tiene dudas en su cabeza. Sería el primer aniversario de la difunta esposa de su actual pareja que pasaría con ella.

Qué pasaría con los Manobal...

Lisa contrario a Jennie, no se sumerge en sus pensamientos como garabatos. Ella solo aprieta los labios y gira su cuerpo para verse en el espejo del armario.

Es el último día antes de que se habra la primera grieta.