Si Emiliano no lo supiera mejor, diría que ella se estaba vistiendo solo para él.
Hoy lleva un vestido rojo hasta la rodilla, ajustado sobre cada caída y curva de su cuerpo y el escote lo suficientemente bajo como para mostrar algo de sus pechos.
Su atuendo sigue siendo modesto, no mostraba mucha piel, esas piernas largas estaban cubiertas por medias finas, pero lo están volviendo loco. Solo quiere sacarle todo, exponer toda esa piel y tocarla.
Él no es tonto. Sabe que ella es la fruta prohibida y eso es parte de su atractivo. Pero cree que querría a la doctora Artigas en cualquier ámbito, dentro o fuera de esta oficina.
-Hablame de tu mamá-
Por supuesto, ella siempre tenía una manera de recordarle lo que realmente estaban haciendo acá, quién era ella realmente para él.
-No hay mucho que decir-, responde encogiéndose de hombros. -Es la mujer más buena del mundo. Ella me enseñó todo lo que sé-
-¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez que se vieron?-
-Unos meses, unos días después de la primera vez que vine acá. Sin embargo, hablamos regularmente por telefono- Se aclara la garganta, moviéndose en su asiento. -Lo último que me dijo cuando nos vimos fue que extraña la comunicación que teníamos antes-
-¿Vos también extrañas eso?-
-A veces si- responde. -Solía quedarme trasnochando para escuchar algún chusmerío de barrio. Siempre tenía uno para contar-.
-Eso suena muy amoroso- Añade la doctora.
-Si bueno, igual después de separarme me dejó de llamar. Culpa mía y de mi viejo, él le llenaba a cabeza para que no me respondiera. Y yo trataba de evitarla porque sentía la lástima en su voz-.
El silencio se instala en la habitación. Emiliano respira con dificultad, enojado, pero siente que comienza a disiparse a medida que el silencio se extiende entre ellos.
-¿Cómo venis durmiendo?-
Se pregunta qué tan obvio es que no duerme una noche entera en más de un año.
Desde que le rompió la cabeza al amante de su mujer.-No muy bien-.
Ella tararea, comienza a escribir en el cuaderno frente a ella.
Sale de la sesión con una receta de antidepresivos y comienza a tomar Clonazepam esa noche.
-
Sale del boliche con Kiara bajo el brazo y la lleva de regreso a su casa. Solo tomó un vaso de whisky (aprendió rápidamente que una gran cantidad de alcohol y sertralina no se mezclan) y se siente bien.
También está extrañamente caliente. Pasó un tiempo desde que se acostó con alguien y Kiara siempre fue una cosa segura. A ella le gustaba demasiado, trató de presionarlo para que la llevara a una cita, pero eso no era lo que esto era, y en el fondo ella lo sabe.
En su casa, en su cama, ella lo cabalga. Él pone sus manos sobre sus delgadas caderas y palmea sus pequeños senos, pero detrás de los ojos cerrados se imagina a alguien un poco más voluminoso, más curvilíneo, con pelo oscuro y anteojos colocados en la punta de su nariz.
Kiara grita su nombre, pero en su cabeza es la doctora Artigas. Es Dolores, y se está desmoronando mientras rebota en su miembro. Se viene fuertemente, arqueando el cuello y esforzándose con la fuerza de su orgasmo.
No puede recordar la última vez que el sexo se sintió tan bien.
-
-Estuve pensando en la última vez que estuve acá y me preguntaste por mi vieja-
Frente a él, la Dra. Artigas es la viva imagen del aplomo, con las piernas cruzadas debajo de la pollera de tubo y el cuaderno sobre el regazo.
-¿Y en qué estuviste pensando?-
-¿Por qué podes tocar mis puntos débiles?-
-No sabía que estaba haciendo eso-, responde ella, con un tono frío. -Pero la terapia está acá para desafiarte, para hacerte confrontar cosas que tal vez prefieras ignorar-
-Sí, pero no creo que sea eso- argumenta. Él sonríe a medias. -Creo que sos vos. Sos como.. sos la mujer perfecta para mí. La única capaz de quitar todas mis capas.-
-Emiliano- suspira ella, cerrando los ojos con exasperación, pero él continúa.
-Sueño con vos. Pienso en vos todo el tiempo, no puedo excitarme con otras mujeres. Pienso en vos cuando me las cojo.- Se inclina hacia delante en su asiento, con los antebrazos apoyados en los muslos de ella -Te quiero. Nunca pensé que esto me pasaría a mí, pero no hay nada más que decir. Te deseo-
Ella también se inclina hacia adelante, coloca su cuaderno en la pequeña mesa a su lado.
-Emiliano, sé que puede ser difícil para vos escuchar esto, pero solo te sentis así porque estás progresando- Mantiene su voz nivelada, tranquila, y él ya puede sentir la irritación creciendo dentro suyo -Escucho porque eso es lo que mejor hago. Soy una mujer amplia, comprensiva y genérica para vos y creo que extrañaste confiar en una mujer desde que tu ex te dejó-
-No..- Él comienza a discutir, pero ella lo interrumpe.
-Me hiciste todas las cosas que crees que faltan en tu vida-
La mandíbula de Emiliano se aprieta.
-Me estás haciendo pasar por un nene de mamá que no puede arreglarselas sin una mina- espeta.
-Soy un hombre-, dice con firmeza. -Sos una mujer. Fin de la historia.-Se levanta de su asiento y se dirige hacia la puerta. Detrás de él, escucha a la doctora Artigas moviéndose por la oficina. Él se vuelve, cierra la distancia entre ellos hasta que están nariz con nariz, él la mira. Su pecho sube y baja rápidamente debajo de su camisa mientras lo mira debajo de sus lentes.
-Te deseo.- Él se estira para ahuecar su rostro entre sus manos y ella lo deja, no se aparta de su toque.
-Quiero tu piel, tus ojos, tu boca-Él mira su pulgar rozar su labio inferior y escucha su respiración entrecortada. Sus ojos se mueven hacia arriba para encontrarse con los de ella, amplios y anticipados. Ella es tan hermosa de cerca y su perfume que él siempre puede oler en la habitación es aún más potente en esta proximidad.
Él le da un momento para retroceder, para alejarse, antes de inclinarse para besarla. Ella no lo acepta. Sus labios se mueven contra los de ella, un suave roce, su lujoso labio inferior atrapado entre los suyos. Él le acaricia las mejillas con los pulgares, rogándole que responda, y luego ella lo hace, la presión más suave contra su boca.
Es suficiente.
Él inclina la cabeza, profundizando el beso, y ella sigue su ejemplo. Sus manos en puños en las solapas de su campera, tirando de él más cerca mientras su lengua se desliza dentro de su boca. Él gime por el sabor de ella, por el calor de su lengua contra la suya. Su agarre en su ropa se aprieta y se presiona contra él, todas esas suaves curvas en las que estuvo pensando, contra su cuerpo.
Es demasiado. No se la va a garchar ahora. Él no lo va a hacer a menos que ella se lo pida.
Se aleja, apartando su boca de la de ella y alejándose hasta que ya no lo toca. Se tambalea hacia atrás, balanceándose en el borde de su escritorio, con las manos apretadas alrededor de él para sostenerse. Su mano izquierda sube a su boca, sus dedos presionan sus labios.
-Voy a parar- dice, con la voz ronca. -Por respeto a tu oficina-.
Pero esa no iba a ser la última vez que hicieran esto.
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Espero q les guste💜
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《La Doctora || Dibu Martinez》
RomansaEl arquero del Aston Villa comienza a ver a una psiquiatra de quien eventualmente, se enamora. _ _ _ (Portada en edición)