Capítulo 26

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– Aunque toda despedida está teñida por la sangre derramada, acompañada por las lágrimas y la tristeza de la separación, algo nos está diciendo que este adiós no es para siempre, y que nos volveremos a encontrar de nuevo al final del camino.

No estaba segura si eran las palabras del padre o la ligera brisa helada de la mañana lo que me estremecía. Entendí en ese momento porque nunca hice nada para despedir a mi padre. La serenidad provocada por la tristeza de una muerte me era insoportable. Era pesado, como un mar sin olas, donde todos los pensamientos salían a flote.

La ceremonia fúnebre comenzó desde plenas horas de la mañana, con una hilera de Zs que escoltaron con sirenas y luces a los autos que contenían los ataúdes de los agentes. Al llegar al cementerio de la iglesia de Hill Valley, los ataúdes fueron movidos sobre los hombros de varios policías uniformados del CNP y llevados al área del entierro. Yo llegué cuando el padre daba inicio con la despedida cristiana, observando todo desde una distancia prudente y alejada.

– Acuérdate, señor, de tus ciervos, Jesús Gonetti y Alexander Ivanov; tus hijos, nuestros hermanos, que nos fueron tan cercanos, concédeles esa vida feliz y dichosa que tanto desearon, y a nosostros concédenos la fuerza para superar el fuerte vacío de su pérdida. Guíalos a las puertas de la vida eterna, acompáñalos y resguárdalos.

Estaba hecha polvo, como si estuviese en medio de un campo de batalla después de la detonación de mil granadas. Estaba seca, drenada y cansada. Nada se sentía real, como si Ivanov aún siguiera con vida y yo estuviera en el velorio de un desconocido.

Lo traicioné. El confió en mí y lo tiré al abismo de la peor manera. Apreté los párpados para reacomodar el rumbo de mis emociones. No podía dejarme ver débil, menos frente a Jack.

Mierda, Jack. Fijé mis ojos en él, de pie firme, al lado de sus compañeros, los comisarios. Solo la fuerza sobrehumana y terca de Jack era capaz de levantarlo de aquella camilla en la que lo vi para venir a despedir a sus compañeros caídos. Tan impresionante como atemorizante.

– Solo los muertos han visto el fin de la guerra, y es insensato e incorrecto llorar a los hombres que murieron, más bien deberíamos agradecer que tales hombres vivieran – vociferó el padre, entre el silencio de sus palabras, se escuchaban ligeros lamentos y llantos.

– Aquí, Dios todopoderoso, junto a estos cuerpos sin vida, seguros de que tú acompañas a estas almas a su destino, te pedimos que resguardes al honorable Cuerpo Nacional de Policía, que sirven con honor a la justicia terrenal. Líbralos del impío, del lazo del cazador, de la vil maldad de este mundo cruel que parece no tener fin. Aleja a aquellos que buscan corromperlos y protégelos como los héroes que son.

Casi sentí que el padre me señalaba con ese discurso. Negué con la cabeza, me reajuste el saco y metí las manos en los bolsillos, resguardándome de la brisa, para caminar hacia ahí.

– Qué el resplandor de tu luz ilumine nuestras tinieblas y alumbre nuestro camino de esperanza hasta que lleguemos al reino de la claridad sin noche y la paz sin final. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Amén.

La palabra final hizo eco en muchas de las bocas de los presentes, excepto en la de Jack. No me sorprendió que no fuera creyente. Como siempre, sus lentes oscuros impedían ver su mirada, pero al darme cuenta, no encontré ningún destello de vida en su rostro, más que las lesiones que habían quedado de aquel día. Un martirio me cayó como rayo.

Después de unos momentos, los agentes formaron una fila, y saludaron en posición de firmes. Las banderas se izaron ondeando en dirección al viento, mientras los féretros eran bajados lentamente a la profundidad de la tierra. Un silencio abismal reinó cuando Jack se dirigió hacia los sepulcros, de pie frente a ellos, con los presentes a la espera de sus palabras.

SEMPER FIDELIS [SpainRP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora