10-"Comenzar de nuevo"

47 8 3
                                    

Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros. Lo que hacemos por los demás y por el mundo, permanece y es inmortal. -Albert Pike.

Nicholas

Me apresuré lo que más pude, pensé que saldría solo por un momento, pero mi chófer me dijo que mi auto ya estaba listo. Entonces me vi en la necesidad de tomar un taxi e ir hasta el lugar donde me esperaba mi chófer con mi auto. Me tarde un poco más de una hora y cuando llegué a la cafetería me percaté de algo. Desde la acera veía, a través del pulcro vidrio a aquella chica de corazón noble y de alma inocente. Ella dormía sobre la mesa, tal cual una niña pequeña no se preocupa por nada. Me recordaba a esa niña que conocí cuando mi niñez se basaba nada más en la tristeza, cuando solo había un vacío en mi interior. Aquella princesa, -así la llamaba de cariño- llenó mis días de paz, y mi corazón rebosaba de alegría. Pero un día, mi princesa se fue, nunca supe a donde se la llevaron, ni con quienes convivía. Por más que la busqué no la pude hallar. Emma me recordaba a aquella niña, la conozco hace poco, pero, sus rasgos son de manera increíble, muy parecidos.

-¿Por qué sufres tanto cuando alguien te lastima? -Me pregunté a mí mismo mientras apreciaba su rostro por la ventana, desde afuera.

Entre a la cafetería y me acerqué a la mesa, pellizqué su mejilla suavemente y se removió un poco. Me causó ternura la forma en la que despertaba poco a poco, con sus ojos achinados me miró, una señal de paz y tranquilidad se iluminó en su rostro.

Estás aquí -reflexionó por un instante mirándome elevando un poco la comisura de sus labios.

-Sí. -Le dije-. Ahora vámonos que se nos hace tarde.

Sin decirme nada asintió como una niña pequeña mirando hacia el suelo y salimos de la cafetería para dirigirnos a mi auto. Estaba a punto de abrir la puerta cuando su delicada voz debido al cansancio me detiene pues le inquietaba algo.

-¿Este es tu auto? ¿Tan lujoso? -Me miró con sus ojos llenos de curiosidad-. ¿Quién eres?

-Demasiadas preguntas Firulai. -Frunció su ceño ante mi comentario, pero yo subí al auto-. Ya sube.

-De acuerdo -me respondió con voz arisca.

Obedeciendo mis órdenes se subió al auto, y cuando su cinturón ya estaba puesto. Emprendimos el viaje. Casi nunca había ido con nadie a aquel lugar. Pero hay algo, en mi interior que me dice que debo llevar a Emma, siento que la conozco de alguna parte. Además, se le ve indefensa y triste. Como si un cachorro se estuviera mojando bajo la lluvia. Siempre que la miro desde lejos, ya sea en la cafetería o en el patio, está como que en otro mundo. Aunque siempre está acompañada de alguien, no noto que esté cómoda. Se muerde todo el tiempo las uñas, y se queda mirando a la nada de un momento a otro. Y, por lo que me ha demostrado hasta ahora, es un poco impaciente. La miré de reojo para saber en qué ocupa este tiempo y, me la encontré de nuevo, mordía sus uñas, movía el pie muy seguido y miraba por la ventana.

-Ya casi llegamos no estés impaciente - aseguré.

Se detuvo por unos instantes, apenada. Tras algunos minutos más, llegamos al lugar. Cuando la miré para decirle que era hora de bajar, me la encontré durmiendo. Se me había hecho gracioso pues un hilo de baba le llegaba su blusa amarilla. Con la intención de luego molestarle saqué mi celular y le tomé una foto. La guardé en la nube, y luego salí del auto. Caminando a paso lento llegué a su ventanilla y con algo de fuerza, le llamé tocando el vidrio con mis nudillos. Ella se asustó por unos instantes y luego volteó su rostro, y me vio del otro lado, le sonreí. Entonces Emma, bajó del auto y cuando miró con detenimiento su entorno. Sus ojos se agrandaron, y sus labios estaban entreabiertos. Al parecer, aquel sitio había llamado mucho su atención. Una cabaña moderna que era a mi propiedad, un lugar en el bosque, muy lejos de la ciudad. Está incomunicada con algunos otros pueblitos de acá. Es como una aguja en un pajar. Muy difícil de encontrar.

-Sé que estás asombrada, pero no tengo mucho tiempo de explicar solo entremos.

Comenzó a caminar junto a mí, y cuando entramos se sorprendió aún más.

-Firulai este es mi lugar para soñar, ahora tuyo, y por consiguiente nuestro.

-De acuerdo -respondió.

-Mira, es un secreto, no lo puedes contar. Aquí puedes venir cuando quieras y si, por alguna razón te sientes triste, solo avísame y te traeré aquí.

-No lo entiendo. ¿No que me odias por lo del sartén? ¿Por qué de repente eres bueno conmigo? Sospechoso -cuestionó mirándome a los ojos.

-Mira, lo del sartén fue un accidente. Ese no era mi día, y además sé que soy un poco insoportable.

Emma bajó la mirada avergonzada.

-Pero yo te he tratado muy mal, ahora no sé qué decir.

-No es así, no te sientas mal. -Le dije sonriendo y luego añadí-: Además, no es algo que no se pueda arreglar. Mira, hagamos un trato, ¿Qué te parece si comenzamos de nuevo? -Me miró con confusión-. Sí, hagamos de cuenta que no nos conocíamos desde antes. ¿Está bien?

-Sí.

Cosas que nunca I [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora