11 - "Vergüenza"

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Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás que, al final, nos disfrazamos para nosotros mismos.

Emma

Cuando el tiempo pasaba lento, muchas veces era sencillo irritarse. Pero en aquel lugar, me parecía imposible que ante tanto entretenimiento, fuese yo capaz de aburrirme. En aquel ostentoso sitio había una biblioteca, un rincón de lectura, otro rincón de cine, otro de videojuegos, una piscina, una cocina con bar, habitaciones y baños. Me encontraba sorprendida ante tanta comodidad, y lujos. Sin embargo, mi atención fue dirigida a la biblioteca, en ese instante busqué aquel libro que en mi infancia había leído muchas veces. "El Ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha". Nicolás, se hallaba en la cocina preparando una merienda, estiré mis manos, y solo por un roce el libro iba a caer. Cerré mis ojos y esperé por el golpe. Mas, sin embargo, este no llegó. Una mano que sobrepasaba la altura de mi cabeza, bajó el libro hasta que lo tuve frente a mis ojos. Sentía su presencia justo detrás de mi espalda. Justo cuando pensé que esto era demasiado cliché, algo golpeó mi cabeza y luego cayó al suelo, el sonido similar a vidrios rompiéndose inundó la sala. Nicolás dejó el libro reposar en una mesa que había cerca de nosotros y se agachó en el suelo lo más rápido que mis ojos alcanzaron a ver. Levantó el objeto, era un cuadro, el vidrio se había roto. En serio, no sabía que decir, tenía mucha pena por haber sido mi culpa. Él se había quedado en silencio por unos segundos sin apartar su mirada de la fotografía. Supuse que se hallaba enojado y que...

—Yo... Lo siento —dije con un hilo de voz. Luego bajé la cabeza, evitando a toda costa mirar su disgusto.

Su mano revolvió mi cabello, entonces lo miré. Allí estaba con una sonrisa que describiría como una sonrisa de consuelo y amabilidad. Me sentí peor, pues al parecer era algo importante para él.

—¿Ves a esta niña de aquí? —Señaló la fotografía que ahora estaba fuera del marco, allí había una niña que sonreía al lado de un niño.

Me limité a asentir, pero la curiosidad me ganó.

—¿Quién es ella? —le pregunté.

—Mi amiga de la infancia. Pero hace mucho tiempo que no le veo.

Entonces caminó hacia una gaveta que estaba a unos pocos metros del estante de libros y sacó un cuadro que era la medida justa de la fotografía. En ella estaban un hombre de mayor edad y un pequeño niño pescando en un bote. Nicolás sacó esa foto y entonces colocó la que había perdido el marco.

—Hace un tiempo estaba buscando este cuadro. No sabía dónde lo había metido. —Me comentó mientras lo ponía en la mesa donde estaba el libro de Don Quijote. Sonrió de lado y negó con su cabeza mientras se dirigía a la cocina.

Luego regresó con un recogedor y una escoba, entonces barrió los pedazos de vidrio que estaban en el suelo. Una vez que el suelo quedó completamente libre de ellos, me dijo que le siguiera. Así que tomé el libro y rápido caminé detrás de él. Estábamos en la terraza que tenía una vista espectacular. Podía observar un campo hermoso y rebosante en colores. Aunque fuera hacía aún frío, era agradable acompañar el momento con una taza de leche con café caliente. Comencé a leer el libro, este me traía muchos recuerdos. Después de un rato Nicolás se sentó a mi lado y también comenzó a leer. Su libro era, Cumbres Borrascosas. Nunca lo había leído, pero se veía interesante.

—Oye, Nicolás. —Llamé su atención—. ¿Cuándo volveremos? Pronto oscurecerá, son las seis de la tarde. En la escuela nos regañarán. ¿No crees?

—Volveremos luego de que el sol se haya puesto. Te dije que este era mi lugar para soñar. Ya verás porque lo digo.

—De acuerdo.

Por consiguiente, mientras esperábamos un poco. Decidí descansar, cerré mis ojos y me acomodé en la silla, apoyé la cabeza en la mesa y esperé a dormirme. El silencio era acogedor. Realmente esto era algo relajante. Lejos de todo y de todos, del ruido de la ciudad, aquí solo sentía el sigiloso sonido de un río corriendo y de los pajarillos cantar. El sueño nubló mi mente y mis sentidos, poco a poco caí en lo que pareció ser un profundo sueño.

#

No entendía la razón de mis ganas de dormir. Me quedaba dormida de un momento a otro, nunca había sido dormilona. Al parecer, aunque intenté ver aquella puesta de sol me fue imposible. Ya nos encontrábamos en el auto camino a la escuela, eran las entreluces de la tarde. Los faroles comenzaban a encender sus luces y habían menos personas en la calle. No aparté mi mirada de la carretera ningún instante.

Los días anteriores resultaron confusos para mí. Aún tenía cosas en mente, cómo por ejemplo aquella foto donde "beso" a un chico. Pensé en pedirle ayuda a Mary, al fin de cuentas ella sabía mucho de informática y redes sociales. Quería tomarme mi tiempo para salir y tomar nuevas fotografías, también necesitaba despejar mi mente jugando en línea.

«Dios... Hace semanas que no juego.»

Nos detuvimos al llegar a la entrada de la escuela. Ya era un poco de noche, aún así logramos entrar. Nicholas dejó su auto en el aparcamiento de la escuela, se alejó de mí e hizo otra llamada. Cuando terminó se acercó a mí con una leve sonrisa.

—Vamos, te acompaño hasta tu piso.

—Ah, no. No te preocupes puedo ir sola. En serio no es necesario —contesté mientras negaba con mis manos y daba pasos atrás.

Nicholas dejó salir una risa y me pareció extraño. ¿Qué le causó tanta risa?

—¿Qué se supone que estás pensando justo ahora, Emma? —cuestionó mientras levantaba sus cejas—. No te preocupes tú. —Me sonrió mientras se acercaba a mi rostro, me alejé un poco a consecuencia de su cercanía y volví a hablar.

—No te preocupes, puedo sola. —Salí caminando sin demora.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2023 ⏰

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