-La pregunta que a veces me confunde es: ¿Lo estoy yo o son los demás los que están locos? -Albert Einstein.
Emma
Valeria. Sí, ella es mi compañera de cuarto. Me preguntaba si seríamos tres personas, pero para mi sorpresa solo seremos dos. Ella me mira arqueando una ceja, y luego le echa un vistazo a la puerta, entonces me mira de nuevo a mí. Como si intentara decirme algo, yo soy bastante mala para leer expresiones faciales. Pero caigo en cuenta de que estoy en el medio de la escalera impidiendo su paso, así que determino que Valeria quiere entrar a la habitación.
—Ah, entremos. —Le muestro una sonrisa de boca cerrada, camino hacia la puerta y Valeria me sigue.
Nos detenemos al darnos cuenta de que hay una pequeña pantalla con números. ¿Acaso la puerta se abre con una clave? Pero ¿cuál? Ambas nos miramos con una expresión confusa. Yo no tengo ni la más mínima idea, no conozco la clave, y me imagino que Valeria tampoco. Aunque trate de recordar algo relacionado con este asunto, no me parece haber escuchado nada.
—Ay, en la recepción me dieron unos papeles —me comenta mientras saca los papeles de su mochila y comienza a leerlos con serenidad, a pasar las hojas. Hasta que en un momento se detiene y apunta con su dedo alguna parte de una de las hojas.
—¿Encontraste algo? —le pregunto y me inclino hacia adelante con la intención de observar lo que está escrito en la hoja.
Entonces ella me mira con confusión y me siento obligada a apartar la mirada de su hoja, y observar el suelo. Me pregunta de manera sutil si no recibí hojas también, le respondo que sí. Pero están en el fondo de mi bolso y es muy trabajoso sacarlas. La clave era 5466, ella es quien introduce la clave numérica y la puerta se abre dejándonos ver el pequeño pero acogedor lugar. Entramos despacio, para poder admirar todo; las paredes, que eran de color blanco. Hay dos mesitas para estudiar y una litera. El closet, que es bastante pequeño, pero ya viene dividido. Menos mal, todo bien repartido, así no habrán peleas innecesarias. Espero alguna palabra por parte de Valeria, pero, sin embargo, sin decir nada se aleja a desempacar. Así que sin más que decir o hacer, me puse a inspeccionar el baño.
El invierno esta arribando a mi localidad. Ya puedo sentir el frío colándose en mis huesos. La nieve que pinta el mundo de color blanco, la paz. El invierno puede compararse a las páginas de un cuaderno en blanco; y no lo digo por el color, más bien lo digo por todas esas páginas que hay que llenar. De igual forma hay que aprovechar el invierno para llenarlo de momentos hermosos.
Cuando salí del baño Valeria me pregunto por qué demore tanto. Y la verdad es que estaba esperando a que ella terminara de desempacar y no tener que aguantar un incómodo silencio. Sin embargo, no me atrevo a decirle eso, así que me invento la excusa de que estaba mirando el baño. Pienso que me va a decir estúpida o a burlarse de mí, pero contraria a toda reacción negativa, Valeria entra corriendo al baño con sus manos en la parte baja del abdomen y apretando sus piernas. Me invade un calor en todo el cuerpo de la vergüenza, Dios la pobre chica casi se orina por mi culpa, entonces comienzo a sentirme completamente idiota.
—Oye Valeria —le hablo del otro lado de la puerta, desde afuera—. Pudiste pedir que saliera si tanto era el... el problema, ya sabes.
Oigo el sonido de retrete descargándose y me alejo de la puerta. Entonces Valeria abre la puerta dejándome ver su rostro, ya no es el rostro sudoroso y angustiado de antes; ahora se le ve más tranquila.
—Es que no quería interrumpirte. —Se acerca a las maletas—. Bueno ahora hay que seguir desempacando. ¿Me acompañas y así charlamos? Esto es aburrido si lo haces sola.
—Si —digo y luego sonrió un poco.
Me acerco a mis maletas, las subo a la cama y junto a Valeria comienzo a desempacar. Una cosa sobre mí, es que, podre tener momentos de ansiedad, de llanto, de timidez o silencio. Podre no saber iniciar una conversación con desconocidos o hablar sobre mí. Pero cuando entro en confianza, cuando me siento cómoda en el lugar y con las personas donde estoy, puedo ser yo misma. Y mis preocupaciones se van a otro lugar. Si convivir con Valeria me provoca la misma sensación, podre saber que encontré otra amiga.
—Puedes dormir donde te apetezca —dice mientras sigue apartando su ropa en lo que me parece a mí, categorías.
Las blusas en un lado, los jeans en otro y los vestidos en percheros. Entonces examino con sosiego y dificultad mi maleta, solo con la ropa necesaria. Una muda de ropa para cada día, tres vestidos, unas chanclas y mis zapatillas. Incluso soy capaz de terminar primero que ella. Más es menos, Valeria.
Un intenso olor, pero fresco y natural espabila mis cinco sentidos. Volteo con rapidez mi cabeza y dirijo mis ojos al frasco de colonia que sostiene Valeria en sus manos. Ese olor es el de mi fruta favorita, la fresa. Valeria me mira con una sonrisa en su rostro.
—¿Te gusta? —me pregunta.
—Por supuesto. —Asiento y ella me extiende el frasco.
—Ten, rocíate un poco.
Agarro el frasco y rocío un poco de colonia en mi cuello. Respiro profundamente dejando que el olor fluya con facilidad a través de mis débiles fosas nasales. También cierro mis ojos y elevo un poco las comisuras de mis labios, formando una sonrisa tranquila y de satisfacción. La miro y luego comienzo a leer la marca de la colonia para saber donde comprarlo. Entonces una picazón empieza a molestar mi nariz. Uno, tomo un profundo respiro, dos, se vuelve peor y cierro mis ojos.
—¡Achís! —Tres, un estornudo de mi parte sorprende a Valeria, y casi sin dejarme respirar otros dos se hacen presentes.
Una vez libre de los estornudos, elevo mi mirada que está un poco achina dita y mi nariz un poco rojiza y con coriza. La colonia es muy fuerte y yo soy alérgica. Por eso los estornudos, también se acerca el invierno y no me he tomado los medicamentos para la alergia. Mi mamá siempre ha estado insistiéndome para que las tome cada mañana. Pero no es mi culpa que se me olvide, y solo las tome cuando enferme. Por eso desde pequeña no puedo tener mascotas y peluches. Entonces comenzamos a reír como si no hubiera un mañana, puras carcajadas resuenan en la habitación. Su risa me parece graciosa y por eso rio más fuerte. Sin embargo, eventualmente las risas van cesando y solo intentamos recuperar el aire.
—Tienes una risa muy divertida —dice y continuamos desempacando.
—Tu igual ja, ja, ja. —Me rio un poco y ella también.
Camino hacia el closet con la intención de colocar los percheros y acomodar los zapatos, pues ya estoy a punto de terminar. Justo cuando cierro el closet escucho que tocan la puerta. Miro a Valeria quien todavía acomoda sus cosas y me pide de favor que abra yo. Así que asiento y me levanto de la cama para hacerle el favor. A lo mejor es una visita para ella, o son Antón y Mary. Pero bueno, cuando abro la puerta evidentemente la primera opción gana.
Me está mirando tan fijamente con sus ojos negros que me quedo sin aire. Repentinamente, me quedo sin voz, a causa de ninguna razón aparente, excepto su perfume que me descoloca la mente por completo. Le miro a los ojos para saludarle, pero es imposible, así que miro en cualquier otra dirección. Nunca voy a olvidar este día, en el que olvide por un momento todo a mi alrededor. No esperaba bajo ninguna circunstancia su visita, a lo mejor vino a vernos.
¡Fuish! ¡¿En qué estoy pensando?!
—Hola, Ian. — Valeria aparece por detrás de mí y lo invita a pasar.
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Cosas que nunca I [Pausada]
RomansaEmma, una joven envuelta en la oscuridad de la soledad, camina por los pasillos de su vida con una sonrisa pintada en el rostro. Sus pensamientos negativos la arrastran hacia abismos internos, pero ella lucha por mantenerse a flote. Es una experta e...