Parte 13.

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No hablaron en el resto de la tarde, ni siquiera cuando esa noche bailaron desenfrenadamente junto a sus compañeras. Y nada resumió con tanta claridad y con tanta rudeza las consecuencias de su declaración, como cuando esa noche Lauren se metió en su cama, le deseó buenas noches y se giró contra la pared para dormirse, sin invitarla a dormir a su lado.

_¿Es en serio, Lauren? -Le dijo Camila con desconcierto.

Lauren se giró y buscó sus ojos. Sintió el corazón oprimido al ver esa mirada velada por el dolor, la humillación y la rabia. 

_¿Quieres dormir conmigo a pesar de todo? _Le preguntó la mayor tartamudeando, insegura.  Ella no quería lastimarla. No quería humillarla, todo lo contrario. Pero tampoco quería seguir alimentando un sentimiento que no podía corresponder.

_Ya no. -Murmuró Camila.

Ignoró la presencia de Lauren quien no le quitaba la mirada y que no sabía qué decir o cómo proceder y se metió en su propia cama. Durante los minutos siguientes ambas fingieron dormir, sin lograrlo, hasta que sobrepasada por las emociones, Camila se levantó, se puso tenis y una sudadera gruesa y abandonó el dormitorio.

Lauren se quedó, en medio de la penumbra, mirando la puerta. Dudó si debía ir detrás de ella, pero se arrepintió al recordar la mirada llena de rabia de Camila. Estaba preocupada, porque si los de vigilancia la encontraban fuera de la   habitación, la iban a sancionar. Se sentía enojada con ella misma, no quería lastimar a la menor pero al parecer era justo lo que estaba consiguiendo. En medio de la preocupación, en algún punto de la madrugada, el sueño la venció y por la mañana cuando la alarma general sonó, se dio cuenta de que Camila no había vuelto a la cama. 

Para cuando terminó de arreglarse, Camila no había dado señales. Bajó al patio principal cada vez más preocupada y tampoco la encontró. Cuando llamaron al desayuno, entró al comedor apurada y sintió que el alma le volvía al cuerpo cuando la vio sentada en su mesa hablando con las compañeras. Quiso acercarse y preguntarle dónde había pasado la noche, pero por miedo a recibir una mala respuesta, prefirió ocupar su lugar y dejar todo como estaba.

Lo que Lauren ignoraba era que Camila en medio del dolor que le produjo que no quisiera compartir la cama, incluso después de que le había pedido que no se empezara a comportar rara, había preferido huir de la habitación para llorar a solas. La de vigilancia la encontró cuando quiso meterse en el cuarto donde guardaban la ropa sucia.

_¿Qué haces fuera de tu habitación a esta hora? -Le preguntó con severidad la mujer.

Camila que, en su corazón solo tenía espacio para el dolor, no se asustó al sentirse descubierta. Prefirió enfrentar la situación y quizá usar una mentirilla que la ayudara a salvarse de la sanción.

_Sé que no estoy siguiendo las reglas, pero me urge hablar con mi madre. -Le mintió. La verdad es que no había pensado en llamar a Grace, pero como excusa era buena.

La mujer la miró detenidamente y notó que tenía los ojos anegados de lágrimas.

_¿Qué sucede?  Inquirió.

Camila se encogió de hombros, pero no desvió la mirada.

_Necesito hablar con mi madre o me voy a volver loca. -Resolvió decirle siguiendo la mentira, pero al hacerlo, sintió que era una gran verdad: Su madre era su lugar seguro.

_Camila, nunca te has metido en líos y por eso te tengo en buen concepto. -Le habló la mujer llenándose de paciencia. _Pero vas a tener que ser más específica si no quieres que te imponga una sanción.

Entonces Camila le dijo que era que estaba muerta de preocupación porque su abuelita paterna estaba muy enferma y al parecer estaba viviendo las últimas horas. Por supuesto, estaba mintiendo porque esa abuela ya había vivido esas últimas horas hacía varios años. Pero eso la mujer no lo sabía y se sensibilizó.

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