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Muy pocas veces le dejaban matar a sus acogidos, aunque realmente siempre hacia lo que quería.

Lamentablemente este no ere el caso.

Le resultaba sumamente cómico que el joven que tenía suplicando por ayuda haya resultado ser tan cobarde, después de lo qué pasó en la iglesia, él creía que por fin tendría algo interesante, pero no, era lo mismo de siempre. Un joven asustadizo incluso de su propia sombra.

A Jeo, o bueno Lucifer, como él se hacía llamar, le encanta su trabajo en ese lugar, reprimía a los 'pecadores' casi hasta dejarlos agonizando, los regresaba al lugar esperando que volverían a equivocarse para recibirlos con los brazos abiertos. Si es que dejaba irlos.
(Jamás nadie había salido con vida)

En ese preciso instante tenía un joven que se había ganado uno de los peores castigos para cualquiera en su posición, y eso le ponía de verdad contento.

Dejo lo que hacía, que realmente no era nada interesante con lo que haría para entrar a aquella habitación, que de hecho era el final de su casa.
Solo necesito de dar un paseo por fuera del lugar para que aquellos gritos que resultaban como música en sus oídos terminara, dándole lo que necesitaba, enojo.

Jeo tenía una ley de vida, si tú victima no llora, dale motivos para hacerlo. Su padre incluso se lo decía de pequeño. Y debía ponerla en práctica este día, de nuevo.

Camino despacio entrando a la sala, viendo cómo el adolescente que se encontraba en ella solo empezaba a temblar aún más que la última vez que lo visitó, pues ahora no solo cargaba con la muerte de su hermano en sus recuerdos, si no de tener al propio diablo en persona.

- ¿Angel, estás aquí? - dijo el pelinegro ante la notoria desesperación del joven.- Oh, aquí estas.

Fingiendo sorpresa el mayor se acerco, tomando algo que ya se encontraba ahí para ponerlo detrás de sus manos. - Tengo una sorpresa para ti querubín, alguien me dijo que no querías comer.

El rubio que solo veía cabizbajo la escena la levantó poco a a poco para ver a su anterior agresor sonriendo de lado a lado, mientras se encontraba delante de él, mirándolo directamente a los ojos.

-Lo que causaste lo tienes que remediar angel, purifica tus pecados, debes beber a Cristo.- momento seguido puso de nuevo la copa en sus labios, esa que hace unos días había tirado, la causante de su desgracia.

No dio momento de reaccionar, al sentir el sabor metálico en la boca Taehyung trato de quitarse, pero resultó inútil pues Jeo lo tenía tomado del cuello.

-Si bébela angelito, ya eres parte de la familia. - reía el mayor frente a él mientras vertía todo el recipiente en su boca. Taehyung ni siquiera lo dudo en cuanto el mayor se descuido no ejerciendo la suficiente fuerza contra la copa, el joven escupió todo el contenido, manchando no solo la copa por fuera, si no a Jungkook.

'Mierda y jodida mierda'. No de nuevo...

El mayor solo se levantó lentamente, respirando de una manera tan pacifica, mientras cerraba los ojos sintiendo como la sangre caía por sus mejillas, pasó su mano por su cara mientras sacudía su nariz. Despacio fue dejando aquella sonrisa que tanto había tenido desde el principio.

Resonó fuerte aquel golpe que había dado con la copa en la mejilla del joven, y claro, había dado justo en el hueso mandibular del mismo. Taehyung podría jurar que su mandíbula estaba completamente rota. Sintió una punzada enorme en su nariz, siendo tan fuerte el golpe que la respuesta de inflamación por parte de su cuerpo fue instantánea, su vista incluso fue nublada.

Jeo lanzó lejos la copa, la cual golpeó a la pared donde impactó, sin romperse, pues era de metal.

Desajustando su cuello, y sus mangas, dijo. - Dios no acepto tu disculpas. Bienvenido al infierno imbecil.

Ni siquiera lo pensó, sabía que le haría, quería que sufriera, y que ese dolor no desapareciera por mucho tiempo. Se acercó hacia la caja que tenía llena de herramientas en el suelo para tomar lo que tenía en mente.

- Sabias que nuestro querido señor recibió una tortura inminente antes de morir. - comenzó a decir el mayor, como si de un cuento de hadas se tratara. - fueron días los que duró, recibiendo varias palizas, de muchas formas posibles, pero hay una que siempre acaparó mi atención. -la sonrisa regreso- la corona de espinas.

Al decir comenzó a enrollar el alambre con púas que llevaba en sus manos al rededor de la cabeza del joven, el cual al sentir como iba enterrándose cada afilada púa no pudo más que gritar completamente de dolor.

-No prometo espinas, no tengo el material.- el mayor se acercó deteniendo su acción.- pero si tengo púas, es lo mismo, pero más caro angelito, siéntete afortunado. - y siguió con su acción.

El rubio frente a él solo podía sentir como cada parte de su cuerpo se entumecía por el dolor, quería levantarse y quitarse aquello, la presión en su cabeza estaba por matarlo, incluso había dejado el dolor en su cara después del golpe, el nuevo sin duda rebasa el límite que una persona podía permitir.
Fue hasta que el mayor vio como su cuero cabelludo comenzaba a ser desprendido de su craneo que se detuvo.

-Que bonita aureola ángel. - dijo el mayor, viendo cómo aquel joven trataba de encogerse por el dolor. Aunque ni siquiera eso podría hacer, pues seguía amarrado a aquella tabla.

Estaba contento con su cometido, pero algo le resultó peculiar, había durado consciente más de lo que el mayor esperaba, interesante.

Al final tal vez no estaba tan equivocado. Puso de nuevo sus ojos en el, para ver como seguía llorando de dolor, pues sabía que la parte donde había puesto el alambre era el más sensible.
Quería ver hasta donde podía seguir con el muchacho.

- Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala- el mayor sonrió al decir aquel tonto versículo que se le vino a la cabeza en ese momento- porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno oh pero que digo, ya todo tu cuerpo está aquí.

Terminando de hablar, tomo el alambre restante para ahora ponerlo sobre la mano derecha del rubio. Ante esto, Tae solo pudo gritar de dolor aún más, abriendo de par a par sus labios para que el espectador viera como sus dientes estaban bañados de sangre, probablemente por el golpe que le había dado al inicio de todo. Sin duda alguna, la mejor escena que había presenciado hasta el momento.

Y dando por concluida su función, el rubio se desmayó.

El mayor bufó. - No aguantas nada.- dijo viendo al joven que se encontraba escurriendo de sangre por todo su cuerpo.

¿Había dicho que no lo habían dejado matarlo?
Al demonio, por supuesto que lo haría, pero primero quería ver cuál era su límite.

LIK | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora